La semana pasada leímos noticias sobre el relevo de las dirigencias del PRI y del PAN y en relación al debate en el PRD sobre diversas propuestas para enfrentar la severa crisis que padece. Llama la atención el hecho de que en ninguno de estos procesos se menciona y se examina a fondo la crisis de representación y de credibilidad de todo el sistema de partidos, por lo que hasta ahora no han surgido propuestas para resolver de fondo el problema principal, la nula vigencia de lo que establece el artículo 41 de la Constitución General de la República: “…Los partidos políticos tienen como fin promover la participación del pueblo en la vida democrática, contribuir a la integración de la representación nacional y como organizaciones de ciudadanos, hacer posible el acceso de estos al ejercicio del poder público, de acuerdo con los programas, principios e ideas que postulan y mediante el sufragio universal, libre, secreto y directo…”.
En el caso del PRI lo que se ha venido difundiendo como desenlace del proceso para sustituir a Cesar Camacho de la presidencia partidaria es la elección del diputado sonorense Manlio Fabio Beltrones, mediante el viejo procedimiento de la candidatura única. Ya se han escuchado las consideraciones que ponderan ese procedimiento como el resultado de la disciplina de sus integrantes, lo que asegura la unidad del partido y se evitan la molestia de las campañas internas y la participación democrática. Lo único cierto es que la designación de Beltrones no es más que una expresión de la restauración de los principales procedimientos que caracterizaban al viejo régimen, entre ellos el de que en el PRI sólo cuenta la voluntad de una sola persona, el presidente de la república, que opera como si esa organización fuera una corporación de su propiedad.
En el caso del PAN lo que se observa es una lucha entre los representantes de los intereses creados en el partido por prevalecer, y una minoría que ha venido creciendo enarbolando la consigna de la rebelión de las bases. No obstante que el debate panista ha tenido que contemplar el grave problema del desbocamiento de la corrupción durante los gobiernos panistas, especialmente lo relacionado con “los moches” denunciados por múltiples voces internas y externas, no se ve como resolverán las adicciones a ese vicio si los principales señalados tienen, al parecer, el apoyo necesario para quedarse con el partido y las fracciones parlamentarias federales. Todo indica que la rebelión no será un fenómeno mayoritario y que el statu quo prevalecerá.
Mientras tanto, en el PRD inició esta semana un proceso que culminará en octubre de este año. El inicio del proceso fue la aprobación de una carta de buenas intenciones que incluye la sustitución de su presidente Carlos Navarrete y de los 21 integrantes de su Comité Ejecutivo Nacional, por lo que su mandato concluirá el próximo mes de octubre, dos años antes del periodo para el que fueron electos. Como ha ocurrido muchas veces, los puntos aprobados pueden abrir el paso a reformas verdaderamente profundas, pero lo más seguro es que una vez más el resultado no sea más que un nuevo “parto de los montes”.
