18.1 C
Zacatecas
sábado, 27 abril, 2024
spot_img

Una historia de amor

■ Para CG.

Más Leídas

- Publicidad -

Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

No es precisamente una historia de amor la que pretendo contarles. Para fortuna mía se me ha quitado lo cursi. Se trata del lado opuesto de lo que podría ser una historia de amor.  Lo que en ocasiones nombramos el lado oscuro del amor. Porque sí, también hay un lado oscuro en el amor. Y todos lo conocemos, aunque quizás no todos reconozcamos haber estado ahí, en ese sitio donde parece que todas las velitas se apagan, porque alguien ajeno a nosotros sopló sobre ellas y entonces dar un paso u otro es lo mismo, porque de cualquier manera se camina a tientas, como los ciegos, intentando reconocer al paso algo de lo que queda de nuestra gran historia de amor. 

- Publicidad -

Y toda historia lo es por el solo hecho de ocurrir, de existir, de avivar el fuego que consigue que dos completos desconocidos consigan configurar el mundo, tan difícil de configurar hoy en día, a sus propios ritmos, con sus propios desconciertos y pesares, pero también con sus propias alegrías y dichas. 

Pero como todo sabemos hay un momento en que todo se va. Incluso cuando se queda, se va, como asegura el poeta español José María Álvarez, porque en algún momento esa alegría y ese entusiasmo y esa fuerza con la que se inició la relación romántica, se apaga, ignoramos  cuándo ocurre, pero vaya que ocurre, aunque permanezca, pero ya no sigue siendo el mismo entusiasmo, la misma alegría, los mismos días felices que antecedían a los primeros encuentros, la enorme dicha de amanecer juntos y ver a tu lado el rostro de esa persona que en algún momento tanto te significó; se pierden las esperanzas y aunque se decida continuar por  la mera costumbre, eso que queda entre esa pareja es algo totalmente diferente al amor, y los dos lo aceptan entre dientes, lo mastican en el desayuno, en la comida, frente a los demás, pero nadie se atreve a dar el paso siguiente porque eso significa lanzarse al abismo. 

Hay una escena en la serie “Six Feet Under” que a mí me parece demoledora y que deja una lección bien importante. Todo está por ocurrir en la historia que nos plantea la serie. Apenas se suceden los incidentes que desatarán los poderosos hilos narrativos, las claves. Para este capítulo, al que me refiero, el padre de familia ya ha fallecido en tremendo accidente automovilístico. Seguro que se trata del segundo capítulo. La madre de familia, Ruth Fisher, sale de excursión con quien ya se sabe ha sido su amante durante tantos años. Y aquí es donde se da la escena a la que me refiero. Ruth y su amante están solos en medio de un bosque. Cae la tarde, una soleada, se respira tranquilidad, de esa que solo te dan los bosques, y la luz apenas si alcanza a entrar de manera tenue por entre las ramas de los grandes árboles. El amante de Ruth no suena entusiasmado, pero sí lo está: dice algo acerca de los hijos de Ruth, ya están grandes pueden cuidarse solos; también agrega que tiene dos boletos para Costa Rica y obvio no necesita agregar para quien es el segundo boleto: vámonos, Ruth, huyamos de aquí, finaliza el amante. Ella contesta unas cuantas palabras. Lo hace casi sin mirarle a los ojos. Lo que dice a mí me parece demoledor, una parte: habla del número de años que ha representado el papel de esposa, de madre de familia. Y claro: son un montón de años. Y agrega, al mismo tiempo que contiene las lágrimas, lo que casi te tumba del sillón: ahora (y se refiere al ahora en que se ha muerto su esposo) estoy sola. Y no sé cuidarme. No sé estar sola. Y finaliza, Ruth: discúlpame, por favor, adiós. 

Es un diálogo justo. Bien medido. Tremendo. Si me apuran, les diré que si lo sacan del contexto dramático donde se encuentra y lo pasan a una hoja de papel en blanco y le dan un poco de forma tendríamos un poema de Silvia Plath o de Anne Sexton, uno de esos que hablan de la separación de los amantes. Tal vez y el inicio o el desenlace de un cuento de Lucia Berlin. Son las posibilidades e interconexiones literarias que se me vienen a la mente ahora. 

Pero hay un detalle más importante: las claves que nos da Ruth: los tantos y tantos años que puedes estar con tu pareja y lo tanto que puedes configurar y trazar el mundo a su lado creyendo que eso está cerrado, que luego de tantos y tantos años, él o ella no se van a ir, que la unión en la pareja que ustedes tienen pertenece a una perpetuidad impuesta por la confianza, el amor que todavía se profesan, aunque cada vez con más trabajos, y ese odio que se parece a la diminuta cucaracha que sale a diario de la coladera del baño, que nadie ve y que vuelve a meterse y pasa completamente desapercibida. 

Y también pienso cuántas parejas funcionan bajo este esquema. Cuántas mujeres y cuántos hombres creen que luego de terminar una relación de muchos años, pongan ustedes el número 10, 20, 30 años, creen que la vida ya no tiene nada mejor para ellos porque lo han perdido todo, como si esa persona que se acaba de ir no fuese sino un costal donde él o ella metieron a escondidas nuestras todas nuestras emociones, nuestros sentimientos, los secuestraron, están ahí, en ese costal, quizás dentro de una semana, unos meses, nos llamen al celular o nos manden mensaje y entonces nos exijan cierta cantidad para devolvernos la tranquilidad y la paz que necesitamos. 

La escena de Ruth es demoledora y triste porque representa a muchas mujeres y muchos hombres: luego de separarse de una relación de años no saben qué hacer con su vida, se ven en medio de un ignoto desierto, casi abandonadas, solitarias, y sienten que el mundo les ha dado una patada en el trasero. 

Me parece que nos han vendido bien el cuento de los dramas y las tragedias baratos. Me parece, además, que la única lección que le podemos dar a esa persona que nos ha pedido alejarnos de su vida es la de cumplirle su petición con todas las letras y entonces realmente alejarnos y dejarnos de juegos de niños. Si él o ella así lo quieren y lo piden, darles la espalda, buscar otros caminos (la vida tiene millones de ellos), avanzar sobre el o la que se escoja, resistir el dolor que se experimente, aprender de él como se aprenden también de las alegrías y cerrar de una buena vez el pasado, porque está visto que nada tiene ya que ofrecernos… y darnos la maldita oportunidad de crecer, o lo que sea que nosotros entendamos por ello. 

Ruth cumple muy bien su papel porque está claro que la respuesta determina la construcción del personaje, su psicología. Pero en la vida real no podrías llegar con alguien y decirle: es que no sé cuidarme sola. Y menos si eres mujer. Y menos si vives en México. Porque la vida no te permite esos descuidos. Porque la vida te puede obsequiar dos o tres días de duelo, de llanto, de lo que tú quieras agarrar para desquitarte de esa relación maravillosa que te arrebató. Pero la misma vida te va a exigir que te levantes y te pongas de pie nuevamente y te prepares para otra caída, porque les aseguro que vendrán, siempre llegan, y cuando lo hagan, lo de llegar, ustedes estarán mejor entrenados en este campo de batalla en el que en ocasiones se convierte la vida.     

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -