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martes, 7 mayo, 2024
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Margil de Jesús, caminar por la esperanza, acampar por la fe de todos

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

  • Historia y poder

Quizá una de las glorias de la Historia zacatecana más insólitas y verdaderas y cruciales fue la que se apostó desde 1706 en el municipio conurbado de Guadalupe con la instalación del Colegio de Propaganda Fide o de la fe y que fue parteaguas para la colonización de amplias zonas del norte del país y muchas poblaciones que ahora están en territorio estadounidense.

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Pero no exenta del sacrificio de sus misioneros franciscanos, del martirio y la destreza de ese suplicio para caminar miles de kilómetros, muchos de ellos sacrificados de la manera más cruel e inmisericorde en los caminos de la patria Chica, como el caso del Fraile Jesús García que fue desollado vivo en 1714 en la zona de Rio Grande por los naturales vulnerados y de muchos otros  sacerdotes predicadores cuyos nombres las iglesias misioneras los tienen como ejemplo de abnegación y entrega por los demás.

Había que evangelizar, había que sostener ante todo los principios cristianos de la solidaridad y del apartamiento de los malos ejemplos que los mismos españoles daban al explotar, masacrar, vender y esclavizar a cientos de mujeres y niños, herrarlos como animales, la violación tumultuaria de cientos de jóvenes indígenas y el apartamiento de sus familiares, todo ello en un aparente caos que le dio altitud a la barbarie de enfrentar a ambos mundos indescifrables pero si doctos y aptos para la oración que calmara los ánimos y fundara iglesias, presidios, haciendas.

Fray Antonio Margil de Jesús Ros fue un misionero franciscano que llegó a nuestras tierras  en 1682 en compañía de otros 21 franciscanos y con la finalidad suprema de fundar los Colegios Apostólicos en la América Indígena y Mestiza y que sirvieran para evangelizar, instruir, elevar a todos por igual, anduvo desde Zacatecas hasta Honduras y de Zacatecas hasta Luisiana  y destacándose como un singular misionero pleno de una alta cultura y de idiomas indígenas que le sirvieron para coadyuvar a la solidaridad, el entendimiento, el sacrificio real por los más pobres, la abnegación y el espíritu de ayuda.

Tuvo que caminar todo el destino a pie. Más de 45 000 personas recibieron el bautismo del manos y oraciones del padre Margil.

Se dice predicaban con gran devoción y acompañado de otros misioneros y cuando llegaban a los pueblos, entraban macilentos y mal vestidos pero cantando, alegres y con la cruz levantada; ello provocaba que la gente salieran a recibirlos maravillada y escucharan sus palabras de aliento en un mundo salvaje que no desistía en aprovecharse de los demás y robarles, encararlos en el crimen, los peores vicios, la dejadez  y la ignominia.

Y los indios  quedaban tan asombrados con Margil y su acompañante que cuando veían llegar a un franciscano” salían a recibirlo con flores, como compañeros de aquellos padres que ellos llamaban santos”.

Gran devoto por las poblaciones que pasaba difundía la doctrina franciscana del ayuno, de la ayuda a los más pobres, de la concordia entre las castas, y donde les parecía, siguiendo una costumbre de los misioneros, levantaban una cruz tan grande como podían. Eran doctos en muchas materias, ya que la biblioteca del Convento y Colegio de Guadalupe guardaba una extensa colección de más de 30 mil volúmenes con las áreas de filosofía, teología, matemáticas, cartografía y muchos otros temas que aun aguardan sus muros para maravilla del visitante y dicen que también para quien quiera consultar.

Muchos de esos magníficos libros fueron llevados a las Bibliotecas Mauricio Magdaleno, Elías Amador y Museo Pedrito Coronel.

Los zacatecanos siempre estaremos agradecidos con tan magnífica presencia Franciscana en nuestras tierras y con orgullo y con el deber cumplido de que cuando menos supieron guiar las normas morales de la honradez, la ayuda desinteresada, el amor al prójimo, la creatividad en los trabajos agrícolas y artesanales, el cultivo de las artes, la impresión de libros y la sabiduría y más aun sabiendo que Margil fue uno más de los apóstoles franciscanos que entregaron su vida como ejemplo y devoción por los más pobres y desprotegidos del Zacatecas indígena subyugado. ■

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