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sábado, 4 mayo, 2024
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El totalitarismo del Stuaz, frente a la crisis institucional de la UAZ

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO •

La estructura familiar del Stuaz provoca serias dificultades para que la vida interna de esta organización sea democrática. Nadie puede entrar a trabajar a la UAZ, sino es por medio de un clan familiar. Por tanto, esto genera una organización cerrada y con dispositivos herméticos de control. Una relación familiar es siempre cómplice y protectora, por un lado; y sujeta a los códigos de sangre que violan el libre arbitrio, por otro. Es decir, si hay algún caso donde un miembro de la familia incurre en alguna irregularidad, siempre será protegido por el sólo hecho de ser familiar, lo cual genera impunidad; y también si algún miembro de la familia tiene una acción distinta al clan, es obligado a replegarse al mismo, porque lleva prioridad el interés de la gens; porque además, le debe su trabajo a la familia, a la que debe responder. Un trabajador está ante dos corporaciones circunscritas: un árbol familiar y los mecanismos de control sindical.

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Todo trabajador de base está sometido al mando del secretario general porque los familiares que aquel propone para trabajar dependen de la voluntad del líder. Por ello, su libertad está secuestrada: en caso de desobediencia al dirigente, el trabajo de los familiares se pone en riesgo. Y si se trata de trabajador eventual, la situación es peor: la continuidad en el trabajo depende de la obediencia. Con esta base de trato, se despliega una red de escucha, vigilancia y acusación, donde todos los trabajadores se convierten en delatores potenciales ante la expresión de críticas o inconformidades con la dirigencia sindical. La delación se premia con intercambio de favores. Con esta combinación de amenaza de empleo y vigilancia cercana, se nulifica la posibilidad de disidencia. El Stuaz se convierte en una organización sin disidencia abierta. Los que se atreven a hacerlo, sin o son controlados con la intimidación laboral antes dicha, son expulsados o suspendidos de sus derechos sindicales. Y ser expulsado en un sindicato que tiene férrea exclusividad sobre las plazas, y que tiene funciones patronales, es un golpe que pocos trabajadores se atreven a asumirlo. El miedo se convierte en método y premisa de control político.

Es significativo que las decisiones no-electivas se hagan en asamblea y a mano alzada, lo cual se expresa en sendas decisiones por unanimidad. Luego entonces, estamos ante una organización cerrada, sin disidencia y decisiones unánimes: una tiranía totalitaria en pequeño. Esta estructura organizativa tiene una gran capacidad de movilización, porque su móvil de acción es una combinación de presión amenazante, y conveniencia corporativa. Y con ello, tiene también una enorme capacidad de amenaza sobre el funcionamiento mismo de la institución, porque el líder puede paralizar las actividades cuando su arbitrio lo decida. Y si dicha autocracia está a su disposición, el da a su vez la posibilidad de hacer negociaciones con la estructura del poder estatal para fincar carrera política.

Entonces, ¿cuál es el efecto de una organización de este perfil, convertida en actor, dentro de la Universidad, cuando justo ésta pasa por una crisis político-institucional? La crisis de la UAZ, antes que financiera es institucional; esto es, de la organización que está encargada de los acuerdos y la conducción de la institución. El colapso en la fluidez de la conducción. Un elemento que coadyuva a este tipo de crisis (nos dice la sociología) es la debilidad de las élites o grupos dirigentes, las limitaciones de liderazgo político, de tal manera que no son capaces de articular una visión y una práctica fluida en la solución de los problemas, lo cual genera un verdadero problema de gobernabilidad. Es decir, cuando las burocracias responsables no son capaces de convertirse en cuerpo dirigente, y se limitan a reproducir un dominio instrumental. Y además, por el lado de los afectados hay una situación de fragmentación que les impide o les hace particularmente difícil acuerparse, sobre todo por las consecuencias de confrontaciones anteriores. Así, tenemos una burocracia que no dirige y una oposición que tampoco lo hace por su estado de fragmentación. Resultado: paulatina descomposición institucional. Y en esa descomposición se juntan y potencian las ‘otras’ crisis, sobre todo se refuerzan mutuamente la financiera con la política, entrando en un círculo vicioso (como espiral hacia abajo) que con el tiempo es cada vez más difícil de salir. Por ello, el tiempo de acción es vital. El Kairós griego: el tiempo preciso para actuar.

Así las cosas, una dirigencia descompuesta frente a un actor colectivo voraz (Stuaz) con capacidad de movilización compacta, sume a la UAZ en la completa incertidumbre. En este escenario se requiere despertar las capacidades políticas de los actores universitarios, (sobre todo el Spauaz, que además, tiene la posibilidad de convertirse en sujeto instituyente) lo cual supone tres grandes cosas: (1) recuperar los espacios de construcción de acuerdos, (2) la emergencia de un grupo dirigente a partir de la convergencia de actores lesionados (con estructuras representativas), y (3) la generación de lo que Luhmann llama ‘futuro actual’: una narrativa común del conflicto y una visión compartida de futuro (modelo de universidad) y un plan de rescate consensado. Y es justamente la coyuntura de la renovación de la dirigencia sindical cuando esto puede detonar. Si esto ocurre, se puede contener a las fuerzas oscuras al mismo tiempo que se supera la crisis político-institucional. Y recordemos: no habrá solución del problema financiero si previamente no se resuelve la crisis institucional. La solución política es condición de posibilidad de la solución financiera. La prudentia guie nuestros pasos. ■

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