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sábado, 4 mayo, 2024
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La calamidad del señor Silva en la UAZ hoy termina: las condiciones para salir del túnel

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO •

Los universitarios, todos, tienen nítidamente claro que el periodo rectoral que hoy termina fue la peor administración de la historia de la UAZ. En la universidad no había gobierno o conducción de la vida universitaria, las decisiones se empantanaron y crearon la raíz de la crisis institucional que vivimos. La gestión del déficit financiero requería elaborar proyectos y propuestas al Gobierno Federal, pero sin conexión entre las autoridades formales ni actividad de elaboración de acuerdos con los actores políticos, las bases de dicha gestión no se crearon. Así, era común que el señor Armando llegara a las entrevistas con directivos del ISSSTE y con legisladores federales sin la propuesta que tanto lo exigían. Su respuesta permanente fue que no hacía propuesta porque haría lo que las autoridades federales le indicaran. Así se mantuvo en la indolencia que hacía crecer la deuda. Y ocurrió lo que padecemos: la conducción se dividió en dos partes, la rectoría general funcionó con pura inercia, y la dirección académica se refugió en cada escuela. Con lo cual la Universidad se convirtió, en estos años, en un archipiélago. En la rectoría había un caos administrativo monstruoso, donde ni siquiera había conectividad entre las áreas de la misma. En el caos suelen germinar nichos de corrupción, y es probable que aquí ocurriera justamente eso. El Consejo Universitario estuvo sin vida activa y, en contraparte, hicieron de la Presidencia Colegiada una especie de junta de gobierno. La opacidad nunca fue tan escandalosa al grado que ni los dos movimientos de huelga del Spauaz lograron la transparencia. En fin, la descripción del desastre que representó la rectoría del señor Silva es ampliamente conocida.

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Pero, ¿cómo fue posible que se mantuviera hasta el final un rector tan tóxico a la institución? Me parece que se explica por la confluencia de tres factores: (1) el mando a cargo de una burocracia que era mantenida con buenos salarios, es decir, consentían la continuidad de este rector porque recibían altos ingresos; (2) la fragmentación de la vida universitaria, donde cada programa se replegó en sí mismo; y (3) la degradación de los grupos políticos que, por un lado fueron reducidos en su capacidad de conducción, y por otro, se olvidaron del proyecto universitario para concentrarse en prácticos beneficios clientelares. La pregunta es, ¿con la renovación de la administración se modifican estas tres condiciones negativas en las que estaba empantanada la UAZ? Es probable que sí. Si el acuerdo electoral se traduce en la reactivación del Consejo Universitario, desde donde se reinicie una rectoría general. Específicamente, poner en acción el núcleo programático de realizar una Reforma Universitaria ampliamente participativa. Con ello, definir el proyecto de Universidad para los próximos años: lo que en la UAZ entendemos por calidad, cuáles serán los indicadores para su medición y monitoreo, sobre qué estrategias y con qué compromisos. Con esto último se estarán fincando las bases para toda gestión financiera futura. Sin proyecto institucional propio no hay gestión posible. Si los actores políticos que ascendieron a la rectoría creen que la amplia participación universitaria les vulnera su capacidad de mando, y ponen por delante la obsesión del control político de la institución, bloquearán la realización de la Reforma, y con ello, estarán cimentando el fracaso.

¿Qué formas de estructuración política se requieren para desarrollar cambios académicos y administrativos en la UAZ? Primero, la necesaria desfragmentación del tejido de conducción institucional, lo cual supone que se detone la discusión sobre la Reforma desde el Consejo Universitario; que los grupos políticos se convenzan de que el mejor remedio a los problemas financieros es contar con las condiciones óptimas para enfrentar toda gestión: conseguir una Universidad unida alrededor de una visión de futuro consensada y asumida por todos. Segundo, hacer acuerdos estratégicos con los actores sociales del estado, para tener un respaldo social activo en las exigencias que deberán hacerse a los gobiernos federal y estatal de que cumplan financieramente con la UAZ. Cuidar el capital político del Rector es importante, lo cual pasa por que su palabra y sus compromisos sean firmes y generen confianza. La confianza es vital para construir acuerdos y tejer las soluciones, por ello, cualquier incumplimiento de acuerdos se convierte en veneno puro al bono de confianza con el que inicial el nuevo rector. Y justo la primera prueba será la puesta en marcha del tema de la Reforma Universitaria en el Consejo. Además, el compromiso de que se limpiará a la administración de todo tipo de posible corrupción y opacidad. Cero encubrimiento al oscuro manejo de la rectoría del señor Silva. Intentar cubrirlo con el argumento de la gobernabilidad, sería un error brutal. Estas son las condiciones para que nuestra alma mater vea la luz al final del túnel. La devastación institucional que provocó el rector que concluye deberá ser remediada con acciones que den una clara señal de innovación.  ■

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