Hay que hacer algo pero ya. No permitamos que la modernidad nos alcance, y dé al traste con el así llamado Mexican Way of Life, consistente básicamente en la esperanza de que un día de éstos le peguemos al gordo de la lotería, o bien algo quizá menos improbable: que al compadre, amigo o familiar influyente, que todos los mexicanos tenemos, le haga por fin justicia la “revolución”, y en la numerosa compañía de sus parientes, amigos y compadres (nosotros claro está incluidos), abandone definitivamente las filas de la pobreza; objetivo que adolece de la condición sine cua non del uso discrecional de recursos públicos por parte de nuestros hipotéticos parientes, amigos etcétera; mismo que resulta seriamente amenazado por las hordas en aumento de portadores de cámaras, teléfonos inteligentes, et al, cuyo celo inquisitorial y/o complejo de Aristegui impele a registrar la efigie de cuanto prócer en ejercicio presupuestal tenga la mala suerte de cruzarse en su camino; cual fuera el caso del comisionado nacional del agua, don David Korenfeld, a quien sin consideraciones de ninguna clase un ciudadano indiscreto fotografió en el momento de abordar, en la grata compañía de su abultado núcleo familiar, un helicóptero propiedad del organismo que dirige, y tuvo acto seguido la ocurrencia de divulgar las imágenes capturadas por internet; importándole muy poco que prácticas como ésta atenten contra muchas de nuestras más antiguas tradiciones, y amenacen echar por tierra nuestras más caras ilusiones.
Subsisten sin embargo repetidas razones que hacen posible conservar el optimismo: en nuestro edén provinciano, por sólo poner un ejemplo, los usufructuarios de las finanzas públicas no nada más no temen a los fotógrafos agazapados sino que a pie de vialidad hacen construir mansiones en el socorrido estilo conocido como “Aprovéchate Matías”, con barda perimetral de concreto y otros aditamentos de ese jaez; posibilitando así la persistencia de nuestros más caros anhelos.
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Y tratando de añejas tradiciones resulta más que estimulante visitar Jerez en Sábado de Gloria, y contemplar a los centauros provincianos fatigar a sus jamelgos; ya que si bien alguno de ellos requiere de escalera para montar, lucen todos nuestros bragados charros una barriga reglamentaria. ■
