Fulgurante, por decir lo menos y lo máximo: Una maestra, figura principal de una generación de mexicanas que despertaron de inmediato la atención por su sagacidad y astucia para enseñar, publicitar, tocar música clásica o asesorar en la onda editorial, el buen estilo del castellano, el arrojo y la aventura como principal reto, los viajes, la ecología urgente, el armado y protección de una familia.
Hija de los maestros psicólogos Rodolfo Olguín Ruiz y Martha Espinosa, hermana de Anáhuac y Lua, quienes a través de las artes marciales innovaron los estilos polinesios-chichimecas y ella acorde en ese mismo conjuro de que la danza sea más que un ritual, algo cotidiano y solemne, más bien juego, labia, invocación y que nada permanezca sujeto a nada, menos en su sitio.
Moana ha sido una fuerza y un magnetismo poco visto entre la juventud y sus gemelos los que empezaron a envejecer llenos de recetas sin remedio, más bien hartos de que el día tuviese demasiado luz y nos encegueciera, buscando en los signos de la noche la astucia de vivir entre las sombras y las fábricas oscuras, el tedio de no creer en nadie ni en nada y a final de cuentas encontrar en la energía de los que no reposan, algo de sabiduría en la basura de la calle o la rata en una alcantarilla, los libros de alta cognición, la cátedra a los pibes, el apoyo a la izquierda, la defensa de sierras y broncas con mineras extranjeras ultra gandayas y lacerantes.
Miren bien, sujétense bien, Moana es la construcción, la astucia, el entusiasmo, el tiempo real, la prosperidad y el placer de la vida, la belleza en un callejón con salida, bien inquietante y con una providencia que la llena de orgullos y a sus seres queridos y a quienes la conocen por ser potencia y humildad, risa y paciencia, caos y rebeldía.
Nada más.
Y nada menos.
Es estos días cumple sus 36 años y es motivo de festejos.
Es deporte, la, música, la filosofía, el idioma, -recuerdo la memorable entrevista que le hizo al maestro Miguel Donoso Pareja en su natal Guayaquil Ecuador-, y que fue eje de una afinación sucesiva que alzó los pormenores a ser lo más significativo: Abrir las fronteras, nunca despedirse de nadie, afrontar los impulsos verdaderos, los milenarios, los que traemos en los genes.
Bien por ella, por todos, por la colonia Industrial Aviación como el cultivo más sobresaliente entre los barrios mexicanos, lúdicos, peleoneros, peligrosos y afables, y ella ahí, con sus clases de defensa, la música, el baile y su clan tan querido en esta etapa alrededor del mundo alucinante.
