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lunes, 20 mayo, 2024
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Octavio Cardona Núñez (1943 – 2014) In memoriam

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Por: Araceli Rodarte • Pedro Angel Palou • María De Jesús Cardona Núñez •

L os filósofos siempre se han preguntado  qué es una vida buena, interrogándose sobre cómo vivirla. Nosotros quienes conocimos a Octavio, sabemos la respuesta, pues él la encarnaba. Una vida buena que incluye no lastimar a nadie, vivir plenamente cada instante, con alegría la felicidad y con entereza la adversidad, sin culpar a nadie de lo que ocurre y sin pretender encontrar causas donde no existe sino el azar de la naturaleza y la existencia.

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Octavio era sencillo, sin pretensiones pero profundo en sus conocimientos porque lo invadía una curiosidad infinita que lo mismo se reflejaba en su universal conocimiento y goce la música, del placer de lo manual y los portentos de la invención humana a través del diseño de herramientas para simplificar la vida y comprenderla. Siempre estaba pensando en nuevas soluciones a viejos problemas teóricos y técnicos.

Era un sabio en el más antiguo sentido de la palabra, pues cuando los demás íbamos él ya había ido y venido varias veces, pero no hacia ningún aspaviento ni intentaba colocarse en una posición superior. Al contrario, compartía con generosidad sus conocimientos, sus descubrimientos, su pasión por la vida, con una sonrisa que será siempre su seña de identidad. Los seres humanos necesitan máscaras, fingen o al menos se protegen con necesidad de halagos, de reconocimientos: Octavio era un hombre sin secreto (así en singular), transparente y cristalino que sabía quién era y vivía en consecuencia.

Era la definición que no está en el diccionario de auténtico. O como diría Machado, era bueno en el buen sentido de la palabra bueno, nunca discriminaba y todas las personas merecían su respeto y compasión, su cariño y su generosidad. De allí que sus amigos usen la palabra honestidad   o cabalidad para referirse a él. Nosotros quienes tuvimos el infinito privilegio de compartir muchos años de su vida, sabemos que en esa probidad estaba, pleno, todo su ser. Era impecable. Y todo eso no es síntoma de debilidad alguna, sabia debatir sus ideas y argumentar sus razones, buscaba convencer y nunca vencer, aunque era firme en sus convicciones. Su partida nos deja un gran vacío pero ese hueco lo llenaremos siempre con las memorias de su presencia y con los propios recuerdos de su vida, que como un manantial siempre fresco prodigaba en su conversación.

Si infancia traviesa y aventurera en Zacatecas, los viajes con su padre en la hazaña cardenista de repartir la tierra, su adolescencia basquetbolera o cuando aprendió a manejar – autodidacta – el coche de su hermano en la ciudad de México, la capacidad infinita de parranda de sus paisanos zacatecanos en aquel departamento mítico de la colonia del valle. La experiencia del ´68, el compromiso político no dogmático pero sin concesiones. El doctorado en Boulder y el asombro ante los grandes maestros, la paciencia infinita del aprendizaje, la torre de Jila, lugar de avanzada en la ciencia en la que Octavio tenía su cubículo al que llegaba pedaleando su bicicleta. Los amigos, la nieve, los libros usados en las librerías de colorado. Sabia estar quieto y gozaba de esa paz y de la del silencio porque siempre en su mundo interior cabían varias constelaciones. Nunca lo olvidaremos. Porque se ha quedado por siempre entre nosotros. Lo quisimos, lo queremos y lo querremos siempre, en todos los tiempos y en todos los modos verbales, esa es nuestra manera de devolverle todo el amor que nos dio.

Hablar de mi hermano Octavio (Tavito para nosotros), es hablar de entusiasmo, fuerza de voluntad, determinación, perseverancia, dedicación y un largo etcétera. Desde pequeño demostró que era un niño travieso, audaz y muy inteligente. Se le daba el liderazgo y con sus amigos construyo muchas historias. Las matemáticas eran su fuerte y la socialización y la vagancia también. En la casa hacia experimentos que algunas veces preocuparon a nuestro padre, como cuando de pronto hizo temblar la tierra. Otro de ellos fue cuando lanzo un cohete en un terreno, se elevó con fuerza para luego regresar con la misma, haciéndonos correr a todos despavoridos. Desde joven salía de cacería con sus amigos y alguna vez enfrento problemas en situaciones que no esperaba, como cuando entraron en terrenos de particulares, los cuales traía armas. Temerario, se arrojaba en una carreta desde la parte de arriba de una iglesia, hasta parar en un parque cercano con mis hermanos, amigos y primos. Aventurero, llego a irse hasta Acapulco de aventón.

Otro ejemplo de su carácter fue cuando se iría a estudiar a la ciudad de México, nuestro padre le dijo que la carrera que escogió no era remunerativa, Tavo le respondió que eso no importaba, lo que contaba era su gusto por estudiar física. De ahí continuo a la astrofísica y a la investigación. Siempre fue muy social y a donde acudía hacia nuevos amigos, incluso en cualquier formación. Con su familia y con nosotros sus hermanos, fue muy generoso y compartido. Cuando lo visitábamos en prueba, los gastos corrían por cuenta de él y Rosalina, su amada esposa, y cuando venían tampoco permitían que pagáramos nada.

Regularmente nos llamaba para saber cómo estábamos y preguntaba por toda nuestra familia. Siempre fue muy alegre y buen conversador, a todos nos tenía atentos al contar sus aventuras –  que eran muchas –  y nos divertíamos al escucharlo. Esto es un poco de lo mucho que podría decir de él. Siempre lo recordaremos con esa sonrisa y esa alegría que lo caracterizo. Llegaste a las estrellas y más halla, sin perder tu esencia y tu sencillez. Te queremos mucho. Descansa en paz queridísimo hermano. ■

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