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sábado, 4 mayo, 2024
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Cinco motivos para odiar a la literatura mexicana del siglo XXI

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

1- Aunque se empeñen en negarlo, buena parte de la literatura mexicana del siglo XXI es monotemática. Cuando nuestros (y son “nuestros” porque muchos de ellos viven de nuestros impuestos) jóvenes autores se empeñan en, por ejemplo, no escribir acerca de la violencia en el país terminan por hacerlo, saben que el morbo vende mucho más que una buena historia. Sobran ejemplos de los tantos libros sobre casos como los de Ayotzinapa, Tlatelolco, Aguas Blancas, Acteal, etc., mal escritos, mal investigados, la fuente directa es la fuente de la fuente de quien dijo que era la auténtica fuente de información, cuando no, lo que es peor, panfletarios o propagandísticos, como meros oficios de partidos políticos, a quienes, por supuesto, les hacen el juego.

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Lo mismo ocurre con la narcoliteratura. Al principio pensamos que tal fenómeno se escribía únicamente en los estados que conforman el norte del país y les deseamos buena suerte a los primeros escritores que daban a conocer novelas del narco: allá que se las arreglen con las balaceras en sus barrios, los secuestros, los “sincabezas” y los cuerpos oscilantes de los puentes peatonales. Hasta nos llegó a parecer tierna una que otra novela o cuento acerca del narcotráfico. Se entendía: los jóvenes escritores de aquella zona tenían que canalizar el miedo a ser asesinados en la misma esquina donde contactaban la marihuana de primera calidad con el dealer de confianza. Conforme pasó el tiempo y la violencia se recrudeció a lo largo y ancho del país, la vorágine también se extendió, al grado de que hoy el tema del narcotráfico en la literatura ha pasado de moda, porque lo mismo se escribe de él en Chiapas, que en Oaxaca, que en Zacatecas, que en la Ciudad de México, es decir, pasó de novedad literaria a lugar común, y nuestros jóvenes escritores siguen temiendo a ser balaceados en la misma esquina donde ahora no sólo conectan marihuana sino piedra, cocaína, o en el menor de los casos, días antes de que caiga a la cuenta bancaria el dinero de la beca del FONCA, el thinner gourmet de guayaba o de kiwi, según sea la temporada de la fruta.

2- La literatura mexicana del siglo XXI está llena de víctimas. Hay quejas por donde quiera. Hay lamentos como los de la llorona. Antes que aprender a escribir bien, los jóvenes escritores mexicanos aprenden a utilizar el látigo para flagelarse porque iban para grandes promesas y en eso se quedaron. Es lo que se escucha cuando uno se reune con jóvenes escritores. Cuando están borrachos es peor: lloran, se arrepienten de lo que escriben cuando ya lo han publicado más de mil veces, se autoproclaman marginales no porque alguien los margine sino porque para ellos es un estilo de vida más que un estilo narrativo.

Lo que ocurre es que aprenden el papel de víctimas desde la adolescencia, cuando sus inteligentes padres les sugirieron dedicarse a carreras más nobles y más productivas (en cuanto a las ganancias económicas, se entiende), sin embargo, los jóvenes escritores, empecinados como Santo Tomás en sus oraciones, creían que iban a alcanzar no sólo la fortuna económica al escribir bestsellers sino que, en un momento determinado de sus vidas, vivirían a expensas de ese mismo gobierno del que hoy califican en marchas, columnas de periódicos y revistas, de corrupto, asesino, etc.

Hoy esos padres, si es que siguen con vida, se ríen, y ellos continúan siendo víctimas porque no les llegó a tiempo el apoyo, porque aquella editorial tan importante les regresó la novela que creían era la obra maestra de todos los tiempos, porque no aprendieron a bajarse los pantalones y empinarse frente a aquel amanerado editor que aún frecuenta los mejores bares de la colonia Roma, la Condesa o los helados Roxy de la Ciudad de México.

3- Los jóvenes autores mexicanos se equivocaron de vocación, en el mejor de los casos tendrían que haber estudiado veterinaria y poner su consultorio en el barrio; en el peor de los casos, y para nuestra mala suerte, en lugar de escribir se dedican a subir a sus cuentas de Facebook cuantas fotitos caigan en sus manos, cuantas frases de escritores encuentren, cuantos memes les sean posibles.

Es así como, hoy por hoy, dicha red social está saturada de todos los grandes escritores universales con frases que en el mejor de los casos están bien citadas, aunque descontextualizadas, también de leones, gatitos (son los que más abundan, con frases estúpidas incluidas), cachorritos, jirafas, elefantes, con textos que no sólo rayan en lo cursi e imbécil sino que incluso se proponen leer los pensamientos de los animales, los hacen hablar, quejarse, poner caras de angustia, les agregan globos con diálogos: ¡auxilio!, ¡rescátame!, ¿no me quieres adoptar?, y si a este desagradable fenómeno sumamos a los animales de dos patas que se empeñan en salvar cuanto animal caiga en sus malignas manos, llegáremos a la conclusión de que el Facebook es una arca con muchos infelices Noés.

4- La frase que sigue es paradójica en sí misma y encierra tantos misterios que apenas si alcanzamos a decifrar uno que otro. Pongan atención. El principal motivo para odiar a la literatura mexicana del siglo XXI es que, según cifras de la Unesco, México es de los últimos lugares en el consumo de libros de una lista de 108 países, lo que significa que, en promedio, el mexicano común y corriente, el que le mienta la madre al chofer del autobús, el que tarde con tarde va a la misma panadería por conchas y bolillos, lee La Jornada, ve el noticiero de Joaquín López Doriga y dice tres veces: qué bárbaro, y espera con ansias a que llegue viernes o sábado para echarse unas cervezas con sus amigos y soñar que engaña a su novia con Maribel Guardia, ese mexicano consume menos de cinco libros al año, y dedica una hora a la semana a leer, y si a eso le suman el alto costo de los libros de las editoriales transnacionales, que no conforme con el precio nos entregan traducciones de porquería, cualquier ciudadano preferiría quedarse sin leer la última novela de (pongan aquí el autor que quieran) con tal de completar lo que de la renta, la luz o el agua.

5- Hay demasiados autores, demasiados títulos, por lo que se en estos momentos se genera un fenómeno apreciable sólo desde el punto económico: la oferta está superando a la demanda y no hay un punto de equilibrio entre las dos partes, por lo podemos predecir, sin ninguna bola de cristal, sin ningún oráculo, que la literatura mexicana está al borde de la crisis aunque se siga produciendo a lo idiota. Por supuesto, esto lo niegan tanto los autores, como los editores, empeñados en dar palos de ciego, pero la gran pregunta sin respuesta es: si no se vende tanto libro que se pone en el mercado, si no se consigue ni siquiera agotar ediciones de 500 libros, ¿qué ocurrirá con el resto de los libros, hasta cuándo se cansarán los inversionistas de perder más que ganar para invertir en un negocio que sea rentable, equilibrado y que no tenga que ver absolutamente nada con la literatura mexicana del siglo XXI? ■

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