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sábado, 4 mayo, 2024
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Subjetivaciones rockeras / Bandas de rock autosustentables

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Por: FEDERICO PRIAPO CHEW ARAIZA •

En mi participación anterior, hablé sobre una concepción de grupo rock que tal vez podría funcionar. Dije, desde mi particular punto de vista, que la banda no debe concebirse únicamente como sus miembros, que si bien ellos forman la parte fundamental, resultaría más provechoso armarse de un equipo que cuide aspectos que a los músicos se les pueden escapar, detalles que en el momento de la actuación dejarán ver y escuchar un concepto mejor elaborado, más sólido y contundente. No dudo que entre los miembros del grupo haya alguno que reúna varios talentos y tenga la capacidad de realizar varias funciones, pero aun así, creo que no es lo más conveniente.

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Esa opinión quizá chocó con alguien que me haya honrado con su lectura, ya que en nuestro ámbito no se estila; sin embargo, creo que pocos dudarían de que es más o menos así como se desarrollan las dinámicas en lugares donde el rock está más consolidado como una cultura, incluso como un mercado. De hecho, las tendencias de apoyos al desarrollo artístico y cultural en nuestro país llevan esa directriz. Los organismos creativos deberán gestionar los medios para desarrollar sus proyectos y, como decía también en la anterior participación, zapatero a tu zapato, es decir, el artista debe estar dedicado a crear, y el gestor, que forma parte de su equipo, a gestionar, incluso, existen en nuestra localidad gestores profesionales, convencidos a plenitud de su misión. Otra idea que se deja ver, y que quizá también resulte chocante, es la de querer ver al arte o al grupo de rock como una especie de producto de una naturaleza bastante sui géneris destinada a abrirse paso en el mercado.

El concepto de mercancía, por una herencia romántica proveniente de los siglos 18 y 19, ha chocado con las ideas que sobre el arte predominan aún en muchos sectores de la sociedad. Desde luego que se deben preservar y defender muchos de los principios fundados por los románticos, pues sin ellos el arte carecería de fuerza, casi de vitalidad; no obstante, debemos también estar conscientes de que en la actualidad ya no existen, como antes, aquellos mecenas generosos, cultos y sensibles que ayudaron, en muchos de los casos, a encumbrar a figuras emblemáticas de la historia del arte. Además, vale también considerar que, si han existido estos personajes “generosos”, es porque, en definitiva, el artista los ha necesitado, de lo contrario, muchos de esos creadores que hoy admiramos, en cualquiera de las disciplinas estéticas, habrían pasado, sin duda, totalmente desapercibidos.

El artista requiere recursos para desarrollar sus proyectos, eso es innegable; tampoco podemos negar que existen recursos (aunque jamás serán los suficientes) para apoyar dichos proyectos; el chiste es saber los mecanismos de gestión necesarios para obtenerlos, pero, insisto, eso será tarea del gestor. Me pongo a pensar, por ejemplo, que un grupo de rock acordó reunirse dos veces por semana para ensayar sus rolas, o para crear otras nuevas; dudo que en muchos de los casos ensayen única y exclusivamente con instrumentos acústicos, pienso, a manera de ejemplo, en los grupos de metal, en los que son indispensables las distorsiones, o en los de rock progresivo, donde el sintetizador recrea atmósferas envolventes para desarrollar la propuesta; éstos requieren de energía eléctrica ¿o no?, y esa energía no la regalan, y muy por el contrario, se dispara cada vez más (sin tomar en cuenta lo que se avecina), ¿entonces? ni modo, hay que pagar el recibo, y esto tan sólo por mencionar lo más básico, ya no me meto en asuntos de instrumentos, pedales, platillos, tambores, baquetas y un largo etcétera.

Me ha tocado ver distanciamientos y hasta pleitos entre los integrantes de bandas que anteriormente gozaban de gran amistad, por el hecho de prestarse los instrumentos (con las baterías es más frecuente); los argumentos, en la inmensa mayoría de los casos, van en el sentido de que el otro ‘maltrata mi instrumento’, ‘no lo cuida como se lo pedí’, ‘me descompuso esto’, ‘rompió aquello’, ‘zafó lo otro’; son cantaletas frecuentes entre los grupos cuando uno le presta equipo al otro. ¿Qué un grupo no merece tener su propio equipo, sus propios instrumentos, amplificadores, cables, micros, todo aquello que requiere para brindar una buena tocada? ¡Claro que lo merece!

La intención no es ver a la banda y a su propuesta precisamente como una mera mercancía; se debe partir, pienso, de la idea de que el grupo debe ser autosustentable, de que tiene que contar con el equipo necesario, y que ese equipo debe ser propio, no prestado; de que debe haber recursos para poder pagar lo que se necesita, comenzando por la luz del local en el que ensayan, y sobre todo, de que el mencionado recurso no llegará como por arte de magia, que no les caerá de la nada un mecenas o un gran empresario que les ponga un estudio a modo y que les produzca sus conciertos y discos, que quienes trabajan aparte no podrán meter todo el tiempo dinero de su bolsa para el proyecto, porque hay otras necesidades; de que, en los casos de bandas conformadas por jóvenes que estudian, los padres no podrán aportarles siempre lo que necesitan; de que no todos los que forman agrupaciones de rock son ricos.

Todo lo anterior, según mi parecer, exige con mayor razón la creación de un equipo que se encargue de buscar y gestionar los medios y mecanismos necesarios para desarrollar dignamente su proyecto. Vuelvo a insistir, no se trata de verse como un producto de mercado, sino de ser autosustentables y de contar con las condiciones óptimas para sociabilizar sus proyectos, y de ser posible, por qué no, obtener un extra. Pienso que valdría la pena tenerlo en consideración, si se logra, qué bien, y si no, valdrá la pena la experiencia, al cabo que, como dijo el clásico: “bandas de rock vendrán, bandas de rock desaparecerán”.

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