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domingo, 5 mayo, 2024
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Mario Arellano Zajur, el artista zacatecano que ingresaba en la mente humana y la comprendía

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Por: RAFAEL DE SANTIAGO •

■ Su trabajo, legado para la entidad, debe ser difundido a las nuevas generaciones, señala su hermana

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■ Usaba las formas de la naturaleza y las transformaba en arte; se definía como impresionista

La obra del artista zacatecano Mario Arellano Zajur, quien nació en 1940 y falleció a la edad de 47 años, debe ser difundida para que las nuevas generaciones conozcan su legado, ya que tiene un lugar importante dentro de la plástica zacatecana. Lamentablemente murió joven, en la búsqueda de un estilo propio y de una manera de comunicarse con la gente.

Lucrecia Arellano Zajur, notaria, poeta y dramaturga, recordó que su hermano ya traía el gen de artista el cual heredó de su madre, a quien le apasionaba el arte, aunque su padre quería que estudiara arquitectura para que no tuviera problemas económicos.

Relata que Mario pintaba y hacia dibujos en cada retazo de papel que encontraba en casa y esto le motivó a querer estudiar pintura. Lo comentó a su familia y logró irse a la Escuela de Pintura de San Carlos, en la Ciudad de México. Su pasión por el arte fue tan grande que convenció a la familia y a su sociedad.

Apuntó la profesionista del Derecho que la obra de Mario abordaba temas psicológicos, pues pareciera que entraba en la mente humana, la comprendía y reflejaba el cerebro humano de forma surrealista. Usaba las formas de la naturaleza y las transformaba en arte; aunque se definía como impresionista, incursionó en el arte objeto, el muralismo y el óleo.

Entre sus anécdotas de la infancia, recuerda que era un niño muy inquieto, tenía la ilusión de volar y en sus travesuras les quitaba las alas a las aves y las quería usarlas él mismo. En una ocasión intentó saltar de una azotea, quería volar como las aves, pero sus familiares alcanzaron a detenerlo.

“Para mí su obra también tiene libertad femenina y sometimiento; creo que él viene de un mundo africano porque retrataba ese mundo de manera muy apasionada, aunque le gustaba el surrealismo mexicano. Creo que nos hubiera dado una sorpresa grande porque sus temas son interesantes, no sólo de introspección del ser humano sino de una nueva era”, dice Lucrecia, quien expone que otra de sus pasiones fueron los caballos.

Después viajó al extranjero y estudió en Nueva York gracias a una beca que obtuvo; ese viaje, al igual que todos los que hizo, los registró a través del arte. A su regreso, retomó sus actividades en la Ciudad de México en busca de un lenguaje propio en la pintura, resultando que el arte objeto fue de lo más significativo de su trabajo.

Su generación ocurrió antes de la corriente de la ruptura, representada por artistas que marcaron esa etapa y donde destacan Lilia Carrillo y Manuel Felguérez; por eso su creación fue poco conocida.

“Era un hombre con conocimiento del mundo, y se debe analizar su obra porque habla y dice mucho a cualquiera. Eso es importante porque para los creadores es vital comunicarse con otro ser humano y su obra tiene esa virtud”, dice la hermana.

“Él hacía un retrato a partir de una fotografía o en vivo; tengo un cuadro de María Félix que el mismo Mario me regaló y en muchas casas zacatecanas hay retratos de él. Por eso fue conocido y era su modus vivendi”, dice la también escritora.

A nueve meses de que falleciera su madre se inauguró la sala de exposiciones del Museo Zacatecano donde se exhibe la obra de Mario Arellano Zajur. Se hizo la curaduría de forma rápida y se inauguró un 7 de septiembre.

Irma Valerio, directora de la galería de arte que lleva su nombre,  destacó que el artista provocaba emociones. “En muchas casonas antiguas albergan alguna obra de Mario con el retrato de la señora, ya que retrató a muchas personas en su tiempo”. Asimismo, hizo trabajos especiales como un autorretrato y el de su madre.

Expuso que en 1992 se tuvo la tercera exposición en la galería a manera de homenaje para Mario, llamada El Vuelo de Zajur, nombrada así por la manera en que manejaba el pincel y por la creación del arte objeto. Destacó que tuvo exposiciones individuales en Guadalajara, México y Zacatecas, así como en París, Perú y Estados Unidos.

Cuando se planeó esta exposición se tuvo contacto con su madre y pudo tener contacto con su obra, de la que se seleccionaron 26 piezas de todas las técnicas y se mostró en el salón San Pedro en el Hotel Quinta Real, donde permaneció un mes.

“Mario tiene un tiempo y un lugar en la historia de los pintores zacatecanos, tiene su espacio en el Museo Zacatecano; lo interesante es que los jóvenes conozcan su obra y se acerquen. Se pueden hacer estudios en su trabajo como parte del legado artístico de los zacatecanos; hace falta promocionarlo y que se valore”, expone Valerio.

Lamentó que tuvo una vida corta, aunque prolífica, lo que provocó un vacío en su obra. En sus trabajos hay trazos en movimiento y cumple con los cánones estilísticos de un buen producto y su madre logró colocarlo en un museo.

Por su parte, Julieta Medina Briones, directora del Museo Zacatecano, explicó que el acercamiento que se dio con el artista fue a través de la madre del artista, María del Consuelo Zajur, quien le dijo que tenía que conocer el trabajo de Mario.

Recuerda que conoció la obra en una exposición en el Museo de Guadalupe hace 15 años y después de forma personal se acercó con la madre del artista, quien buscaba dar a conocer la obra del pintor.

A Medina le impresionó la fascinación que tenía el artista por los caracoles y ondulaciones, y el año 2005 tuvo la oportunidad de conocer la obra de Arellano Zajur, pues la familia logró conservar algunas piezas.

Explicó que en 2006 se hizo una exposición temporal de la obra de Mario Arellano llamada Evocación y Presencia, y se hizo el compromiso de que cuando se cambiara de sede del Museo Zacatecano se abriría una sala para exponer su labor.

Actualmente se exhiben 64 piezas entre las que se encuentran dibujos a lápiz, óleos, técnicas mixtas, y una serie que él llamó Cajas Africanas y obras de sus caracoles. Muchas de estas obras son elementos que guardaron sus familiares.

La mayoría de sus piezas fueron adquiridas por coleccionistas de arte de España, Canadá y otros países y participaron en la curaduría de la obra el artista Alfonso López Monreal y la curadora de arte Rosa María Sánchez Lara.

Asimismo destacan las piezas de arte objeto como Caja, que consta precisamente de una caja de madera forrada de piel y pintada al óleo, realizada en 1962; dibujos al óleo en conchas de caracol y geodas, así como los retratos de su hermana Lucrecia Arellano Zajur en la técnica Carbón y pastel sobre cartulina, y de su madre María del Consuelo Zajur de Arellano, ambos del año 1975.

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