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sábado, 4 mayo, 2024
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Renata Adler: Oscuridad total

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA • admin-zenda • Admin •

Sostengo que hay dos tipos de lecturas. La primera de ellas es la más conocida, podríamos decir la normal, aquella donde el lector promedio toma el libro en sus manos, comienza en la primera página y lo finaliza no sin hacer un juicio de lo que acaba de leer. Si se tarda en leer o no es cosa que no nos importa. Tampoco es que nos veamos obligados a tomar el tiempo. Eso que lo hagan en las escuelas.

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El segundo tipo de lectura es, a mi parecer, más interesante por los procesos que conlleva. Es cuando, una vez finalizada la primera lectura, se vuelve a leer el libro a través de la memoria. Me explico: tanto nos gustó tal o cual pasaje, tal o cual personaje o trama, que alcanzamos a revivirlo a través de los recuerdos para desmenuzarlos y tratar de entender cómo fue que el autor construyó la obra literaria.

No se trata de magia. Sería absurdo nombrarlo de esa manera. Es trabajo. Con las palabras es que se trabaja hasta obtener dicho resultado. Los dos tipos de lecturas se complementan. Ignoro si son esenciales y no me importa demostrarlo. Pero hay autores que bien merecen ese tipo de lectura. La autora estadounidense Renata Adler y su última novela Oscuridad total (Sexto Piso 2016) no sólo obliga al lector a conjuntar los dos tipos de lectura, lo obliga, también, a hacer un ejercicio de introspección, pues de aquí parte una de las características principales de su narrativa. Y eso que hablamos de una novela que se publicó en 1983. Hay obras literarias que no las alcanza el tiempo.

Oscuridad total es una historia de amor. Sin embargo, y he aquí por qué es importante la propuesta narrativa de Renata Adler, la construcción que hace del amor es a través de un inmenso fragmentario que va desde experiencias cotidianas, como la muerte de un mapache, hasta preguntas básicas acerca de la relación que se mantenía, un estricto juego entre flashbacks y flashforwards.

Al comienzo de la novela nos enfrentamos a una marejada donde reina la confusión. Es intencional. Adler escribe a través de puzzles narrativos. Incluso puede llegar a desesperar. Sin embargo, si algo salva a su escritura es el ritmo, justo, equilibrado, como danza increíble que va del fraseo corto al largo, y no sólo eso: Adler sabe mover muy bien las piezas, los párrafos; hay muchos en la novela que son de tal sonoridad (pese a la traducción) que bien vale la pena leerlos en voz alta, quizás como se leería una sinfonía, eso en caso de que las sinfonías se pudieran leer en voz alta, frente a las palomas, en cualquier parque.

Aquí no hay lugares comunes hollywoodenses. La teoría de Renata Adler acerca del amor que éste se construye y se destruye una y otra vez hasta dar por resultado cientos de fragmentos que bien se pueden presentar en desorden, como un reto que se le impone al lector, quien tiene la opción de armar o dejarlos así.

Renata Adler se ha convertido en una de mis autoras favoritas. Su escritura fragmentaria junto con su tono altamente poético y su anti-historia de amor me lleva a creer que aún hay autores que le apuestan a una escritura distinta, una escritura que tan sólo tiene una exigencia: leerse en voz alta, como se leería una sinfonía en caso de que la mejor sinfonía se pudiera leer en voz alta, algo que viéndolo bien no es tan imposible. ■

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