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lunes, 6 mayo, 2024
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¿Votar u organizarse?

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Votar o no votar, ahí la cuestión. Son muchos los intelectuales que han escrito en uno y otro sentido. Unos llamando a votar, otros a abstenerse, algunos más a anular, y los menos, a boicotear las elecciones. A pesar de que el debate es vigente, comparado con otros momentos, puede percibirse que el llamado a no votar es cada vez más débil.

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En las últimas elecciones intermedias, es decir, en las de 2009, Denisse Dresser y otros intelectuales participaron en una campaña que llamaba a anular el voto. Poco queda de esa campaña, algunos, como Alejandro Páez Varela dice que aquella vez se equivocaron y que los resultados no fueron los que esperaban. Otros, como Roberto Duque-Roquero, de la Facultad de Derecho de la UNAM, han difundido las razones por las que sostiene que esta acción en realidad es contraproducente a los fines de quienes pretenden castigar con ello a los políticos. (Ver https://youtu.be/s6k0bwV2I2A o buscar como “Por qué no anular tu voto. México 2015”).

En 2006, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional organizó la llamada Otra Campaña, que recorrió buena parte del país y marcó una notable distancia con el proceso electoral. Lo que se interpretó en su momento como un llamado a no votar. Sin embargo en sus últimas comunicaciones el EZLN ha dicho “Como zapatistas que somos no llamamos a no votar ni tampoco a votar”.

Fuera de estas voces prestigiadas que en su mayoría parecen dar marcha atrás en los llamados a no votar, entre los ciudadanos de a pie persisten las dudas sobre participar o no en las elecciones.

“Si el voto sirviera de algo sería ilegal” decía un grafiti retratado en Facebook, a lo que alguien respondía que si el voto no sirviera de nada no se esmerarían tanto en organizar partidos de fútbol y finales de telenovela el día de las elecciones. Tampoco se molestarían en comprar votos y en presionar a los burócratas para que aseguraran el respaldo de sus familiares para el partido oficial. No desanimarían por un lado el voto del disidente, y asegurarían por el otro el voto corporativo y clientelar.

También hay quien piensa que votar no tiene sentido porque “todos son iguales”. ¿De veras? ¿Lo son? Así parece cuando se les ve de lejos, de muy lejos. Cuando basamos el juicio solamente en el discurso que, ciertamente, puede parecerse. En campaña ningún partido quiere privatizar nada, todos están a favor de las mujeres, todos creen que el empleo es una necesidad prioritaria, todos creen que la educación es la salida de México, y todos combaten la corrupción.

Pero una vez electos, ¿siguen pensando uniformemente? ¿Todos los partidos apoyan las causas de quienes luchan a favor de la diversidad sexual? ¿Votaron igual respecto a la reforma educativa? ¿Quién ha intentado penalizar el aborto, y quién legalizarlo?, ¿Quién aprobó los gasolinazos?, ¿Quiénes votaron a favor de la reforma fiscal?, ¿Quiénes por la energética?, ¿Cuál fue la posición pública de cada partido respecto a la legalización del outsourcing?, ¿Quién atiende a los braseros cuando acuden al Congreso?, ¿Quiénes establecieron los apoyos a ancianos?, ¿Quién calificó eso de populista?, ¿Quién da créditos a los pequeños comercios? ¿Quién cree que el desempleo se combate con compañías golondrinas?, ¿Quiénes han puesto a las mujeres en la mitad de los puestos en un gabinete? Etcétera.

Si nos mantenemos vigilantes el problema entonces será otro: en todos los partidos encontraremos defectos. Es lógico, ningún candidato es santo, ningún partido es perfecto, y ninguna agrupación humana es impoluta. Es democracia de seres humanos, donde hay aciertos, hay errores, prejuicios, precipitaciones, desacuerdos, etcétera. Y si alguien quiere conceder el dogma de infalibilidad a los elegidos será mejor que se mude al Vaticano.

Finalmente existe la idea que siguiendo el ejemplo de Cherán podríamos generar un sistema de autogobierno y organización comunitaria. Loable esfuerzo, sin duda. Sin embargo, ¿podríamos en nuestro contexto cortar los lazos que nos unen con lo establecido en este sistema de gobierno? ¿Podríamos garantizar que la policía que obedece las órdenes de gobernadores y presidentes no podría reprimirnos?, ¿los crímenes cometidos contra los nuestros serían investigados y castigados sin la intervención de los órganos de procuración de justicia?, ¿cómo podríamos trabajar sin regirnos por las leyes laborales del Congreso de la Unión?, ¿cómo garantizaríamos que las universidades públicas tuvieran recursos?

En las manos de la próxima Legislatura estará la posible privatización del agua, y las reformas para el sistema de salud y de seguridad social. Aprobará también el presupuesto base cero para 2016. ¿Alcanzaremos a organizarnos antes de quedarnos sin agua, sin salud y sin presupuesto?

Decía, y decía bien el subcomandante Moisés: “votes o no votes, organízate”, la lucha no termina con el voto, pero votar tampoco significa claudicar.

La trágica situación del país no está para falsos dilemas: A votar y a organizarse ■

 

@luciamedinas

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