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viernes, 26 abril, 2024
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Donde termina la historia comienza… la zoología

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Por: ATANACIO CAMPOS MIRAMONTES •

Cuando se lee a la mayoría de expertos y formadores de opinión que escriben sobre la guerra en Ucrania es inevitable concluir que se creyeron el cuento aquel del “fin de la historia” de Fukuyama. Para dichos analistas este “viejo mundo y sin compostura” comenzó el 24 de febrero. Surgió la vida, el hombre, la sociedad, los países y, repentinamente, el malora y aguafiestas de Putin decide invadir Ucrania. Antes del 24 de febrero, o no existía el mundo con todas sus contradicciones, o flotaba en el espacio en apacible armonía.

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La FAO ya advierte de una amenaza de hambre y los analistas se apresuran a concluir que la causa principal es… “la invasión rusa de Ucrania”. Suponiendo que los analistas lo hacen de buena fe, adolecen como mínimo de una falta de voluntad, o incapacidad, para matizar. ¿A qué nos referimos? A que algunos comentaristas omiten señalar que en las dificultades económicas que hoy enfrenta la mayoría de los países también influyen los estragos estructurales causados por la interrupción de las cadenas de valor y suministro durante la pandemia de Covid19, el repunte inflacionario en los países desarrollados, el abuso de las emisiones monetarias en los países centrales, las sanciones unilaterales e ilegitimas que Occidente, con Estados Unidos a la cabeza, viene imponiendo a Rusia… Pero si dichos analistas no lo hacen de buena fe, entonces simple y llanamente pecan de rusofobia.

Así, Estados Unidos impone sanciones para que Rusia no pueda operar sus transacciones comerciales a través de los bancos occidentales y congela todos los activos rusos, desconecta a Rusia de la plataforma de pagos (Swift), se amenaza con sanciones a las principales compañías occidentales que decidan seguir operando en y con Rusia, los gigantes del transporte incluidos (Maersk, Hapag-Lloyd, etc.). Es decir, se busca aislar totalmente a un país con enormes recursos naturales, indispensables para mantener los procesos económicos.

Pero resulta, por ejemplo, que Rusia es el mayor exportador de gas y suministra el 40% a Europa, es el primer productor de fertilizantes del mundo, y uno de los principales exportadores de trigo, etcétera. ¿Cómo Europa apoya sanciones que van a impactar sus cadenas de valor, los precios y, por tanto, su propia competitividad y estabilidad social? El ministro de Economía de Alemania, Robert Habeck, más de una vez ha insistido en que no se deben aplicar sanciones que serán tan o más dolorosas para quien las impone. En efecto, Alemania, la mayor economía del bloque, en 2021 compró a Rusia el 55% de todo su gas natural, por lo que el ministro de Economía alertó que una prohibición inmediata de las importaciones podría traer consigo «cuellos de botella en el suministro el próximo invierno, caída económica, inflación y cientos de miles de personas que perderán su empleo… para muchas personas el camino al trabajo apenas será asequible, así como la calefacción y la electricidad».

Austria importa cerca del 80% del gas natural que consume de Rusia y depende en gran medida de su flujo constante, especialmente para su industria y plantas de energía. El 87% del gas natural importado por la República Checa es de procedencia rusa y, para crear reservas en el caso de que el gas ruso cese, el país compró hasta 200 millones de metros cúbicos de gas. Eslovaquia se abastece de esta fuente en un 100%.

España, por ejemplo, en cuanto al suministro de gas depende de Argelia, y no de Rusia. Marzo registró ya la electricidad más cara de la historia, con una media de 283 euros el megavatio hora, un encarecimiento del 543% con respecto a marzo de 2021, cuando se pagaban 44 euros. El 8 de marzo se registró el precio medio en el mercado mayorista más caro de toda la historia, llegando a los 545 euros y alcanzando una punta de 700 euros. El precio de la electricidad, junto con el de los carburantes, ha empujado a otra cifra récord, la de la inflación interanual, que ha llegado hasta el 9.8 %, un nivel desconocido en España desde mayo de 1985. Si la energía es un componente central del costo de las mercancías ¿cómo mantendrá España su competitividad económica? Pero los políticos y gobernantes de Europa ya tienen lista la coartada para responder a las protestas de sus ciudadanos: “La culpa es de Putin”.

Dicho de otra manera: los mismos gobiernos europeos están preparando las condiciones para una catástrofe económica en sus países. Y no obstante siguen adelante con las sanciones. Lejos de suspender unilateralmente el suministro de gas a Europa, el presidente Putin deja abierta la posibilidad de seguir cumpliendo los compromisos contractuales de Rusia en las nuevas condiciones, decretando que, a partir del 1º de abril, los pagos deberán saldarse en rublos. Europa se obstina y declara que no está de acuerdo. Una vez más, al igual que el 24 de febrero, a Putin no le dejan otra opción más que cortar los suministros de gas. ¿O de plano Europa cree que Putin no es capaz de tomar esa decisión, y que pueden abusar de la paciencia de Rusia como lo hicieron durante ocho años en Ucrania? ¿O piensan que van a seguir recibiendo gratis el gas ruso?

Ya se ha advertido una y otra vez que, si eso llega a suceder, será prácticamente imposible la recuperación económica inmediata, en primer lugar, en Europa, pero con un impacto negativo más allá de sus fronteras. Muchos piensan que el gas ruso sólo se utiliza para la calefacción de las viviendas, siendo que interviene en múltiples procesos y aplicaciones industriales. En una palabra, afectará las cadenas de valor europeo. Aun suponiendo que Europa cuente con grandes reservas y que Estados Unidos y Canadá puedan reemplazar el gas ruso de aquí al próximo invierno; o bien que con grandes inversiones en Catar y Noruega se logre en dos o tres años eliminar la dependencia energética de Rusia, el precio será mucho mayor. Así, Europa caerá en la trampa que ella misma ayudó a tender al oso ruso, perdiendo su competitividad económica, apuntalando la economía de Norteamérica. Y, lo más grave, resultando más dependiente y sometida a Estados Unidos.

En realidad estamos en un trance sumamente complejo. En el mundo se han ido acumulando muchas tensiones derivadas de cambios estructurales en prácticamente todos los ámbitos, y muchas de estas contradicciones se han hecho más evidentes con la pandemia. China, por ejemplo, es el país con el mayor volumen de producción de mercancías: produce y exporta más que EEUU, productos de alta tecnología incluidos. En conjunto China, la India y el sudeste asiático produce más que EEUU y Europa juntos. Desde hace tiempo Estados Unidos también busca abiertamente contener económica y militarmente a China, que cuenta con reservas en divisas equivalentes a 3.2 billones de dólares. ¿Los chinos estarán dispuestos a que sus activos corran la misma suerte que los de Rusia? Definitivamente están obligados a buscar opciones para evitarlo.

Lógicamente, Europa estaba llamada a atraer e integrar a Rusia en condiciones de igualdad para ampliar su potencial económico. Pudo más la vieja tentación de Occidente de someterla y, de ser posible, desintegrarla, como hicieron antes con la URSS y Yugoslavia. Estados Unidos y Europa se proclaman vencedores de la Guerra Fría y desmontan el orden mundial que emergió de la Segunda Guerra Mundial. Por su parte, las organizaciones internacionales garantes del derecho internacional se muestran impotentes o, de plano, sometidas al dictado hegemónico. Mientras tanto Occidente sigue cautivo de sus tentaciones imperiales y carece de una visión constructiva que acepte como iguales a otros sujetos soberanos de la arena internacional. Hace 30 años se decretó el fin de la historia, y hoy la vemos vivita y coleando. No podía ser de otra manera, pues donde termina la historia comienza…la zoología!

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