25.3 C
Zacatecas
lunes, 6 mayo, 2024
spot_img

Otro retorno al comienzo

Más Leídas

- Publicidad -

Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz •

En 2017, el académico Ugo Pipitone publicó “Un eterno comienzo. La trampa circular del desarrollo mexicano” (Taurus), del que también en estas páginas escribí (Notas sobre un eterno comienzo. 24 de mayo de 2017). Es inevitable retomar el inicio de su texto para arrancar el análisis que propongo: “Generación tras generación, siempre aparece alguien (un seductor, un iluminado, un herético o un joven favorecido por la desconfianza acumulada en todos los demás) que anuncia el milagro. Y cada vez mucha gente le cree y renueva la confianza de que esta vez, finalmente, las palabras se convertirán en hechos. (…) en México es mucho más fácil creer en las personas que en las instituciones. Es más sencillo creer en el señor presidente que en el Estado. Las personas son rostros y voluntades y de ahí algo nuevo puede surgir.”

- Publicidad -

A lo largo del texto, el Profesor del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) aborda a través de los gobiernos de Miguel Alemán, Carlos Salinas, Vicente Fox y Enrique Peña Nieto, como la tragedia del desarrollo en México tiene dos causas permanentes y hasta el día de hoy insuperables: la desigualdad social y la baja calidad del Estado.

Andrés Manuel López Obrador y su movimiento Morena, llegaron al poder en México articulando ante el electorado una narrativa que facilitaba la comprensión de ambos problemas. La desigualdad fue descrita por el hoy presidente a partir de la pobreza y la diferencia creciente entre los que tienen poco o casi nada y los que tienen cada vez más; nuestra baja calidad institucional a través de los escándalos de corrupción, la impunidad y la incapacidad del Estado para hacer justicia. Entre ambos fenómenos, situó correctamente la tragedia de inseguridad que azota a nuestro país hace algunos años. El electorado atendió el diagnóstico, sin fijarse en la solución, pues bien, a bien, nunca la hubo en concreto. Luego entonces ¿debería sorprendernos lo que sucede hoy en el gobierno? Quizá no, aunque ello no impide la indignación.

En torno a la desigualdad, el presidente y su equipo tienen una idea más o menos clara de la realidad social. Más cercano que la visión tecnocrática, conocen las fibras particulares que lastiman a la sociedad en este aspecto. Sin embargo, no entienden más allá de eso. De ahí que su estilo personal les incentive a la entrega de recursos, confiando el resto a las fuerzas sociales, que en el caso de los neoliberales (a los que tanto alude el presidente comunicador), se confía al mercado.

No parece existir la conciencia de que, sin Estado de Derecho, el resto de lo que haga el gobierno o las instituciones, siempre será insuficiente. Ambos problemas van pues, como lo demuestra en su texto Pipitone, más de la mano de lo que pareciera asumirse desde una lectura sencilla de la problemática del desarrollo en México.

En cambio, el régimen recién inaugurado, ha resuelto que la incapacidad del Estado se sortea brincándolo. Sí, ignorando las estructuras, deformando las instituciones y combatiendo a la burocracia profesional. Sí el programa de estancias infantiles tenía sospechas de corrupción: se desaparece; sí la transferencia de recursos a las organizaciones de la sociedad civil, permitía cierta captura de la participación a través de estos recursos: se prohíbe. Ante la incapacidad de ciertas instancias, este gobierno ha optado por renunciar a sus facultades, para entregárselas a la sociedad. Por supuesto esto no lo hace un gobierno social, por el contrario, podría mermar todos los esfuerzos en ese sentido.

Este comienzo, eterno en términos de Ugo Pipitone, podría ser más que uno más, el definitivo comienzo en cuando menos dos décadas. El daño que López Obrador, sus ocurrencias y la ineptitud de sus colaboradores más cercanos están haciendo a los avances en materia institucional al Estado, nos costará más de dos gobiernos resarcirlo.

Cabe concluir como lo hace el multicitado autor: La autoridad se legítima en no hacer. Resultado: el tiempo pasa inútilmente y lo mejor que puede ocurrir es que las cosas permanezcan como antes, como si aquello que no estaba bien en el pasado fuera el mejor horizonte posible para el futuro. Frente a este escenario se pueden disolver todas las responsabilidades igualando ciudadanos y autoridades, pero es un camino demasiado fácil, además de ser una auto absolución general de la autoridad política en un mar benevolente de homologación antropológica. La única razón para la existencia de la autoridad política es que encarne, si bien en distintas formas, lo mejor de la ciudadanía; si no es así, su misma existencia es de dudoso sentido. “

@CarlosETorres_

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -