San Cristóbal de Las Casas, Chis. El activista y defensor de derechos humanos, Sinar Corzo Esquinca, asesinado la tarde del jueves, fue sepultado en Arriaga, donde residía, en medio de exigencias de justicia.
Antes de ser enterrado al atardecer del viernes, el cuerpo fue llevado al templo del Sagrado Corazón de Jesús para una misa y pasó frete al Mercado Público Belisario Domínguez, que defendió para evitar su demolición total y conservar la arquitectura original del inmueble y para que tras su remodelación los espacios habilitados fueran dignos para los locatarios.
“¡Viva Sinar Corzo, que luchó por el mercado!”, gritaron algunas personas, al tiempo que corearon “¡Justicia, justicia, justicia!”.
Acompañado por familiares, amigos y ciudadanos que acudieron para despedirlo, el cuerpo fue llevado después al panteón municipal, de Arriaga, donde fue sepultado.
Nataniel Hernández, director del Centro de Derechos Humanos Digna Ochoa, con sede en el vecino municipio de Tonalá, manifestó su consternación por el homicidio de Sinar y dijo que el hecho “nos pone a todos en una situación de alto riesgo”.
En entrevista, agregó que “nuestra labor de defensores, como los periodistas, es una labor peligrosa y no tenemos ninguna garantía de protección de parte del Estado mexicano”.
Juan Pablo Araiza Vázquez, miembro del Comité Ciudadano de la Defensa de los Derechos Humanos El Coloso de Piedra, al que pertenecía Corzo Esquinca, aseguró que el organismo sufrió una pérdida irreparable.
Al celebrar la misa de cuerpo presente, el sacerdote del lugar afirmó que “no podemos acostumbrarnos a mirar estos hechos aislados, separados y como cosa natural.
