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viernes, 26 abril, 2024
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Dos formas del crimen y la peste que se comunica

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS • Araceli Rodarte • Admin •

La frase “el crimen organizado infiltra al Estado” es inexacta. Supone que son dos ámbitos distintos, donde está un Estado limpio que es invadido (desde fuera) por las organizaciones criminales. Y esto es falso. Para que acontezca la llamada “infiltración” hay una condición: hay un estado de corrupción previo que la hace posible. Por eso en las zonas zapatistas no hay acciones de los cárteles, o en Cuba no hay bandas del crimen organizado, porque hay estructuras de gobierno que hacen imposible dicha penetración. En otras palabras: para que entre el crimen es necesaria la corrupción que lo deja entrar. Sin embargo, podemos ir más allá. En realidad la corrupción es una manera de crimen, y siempre es concertado, pero es de cuello blanco. Por tanto, no ocurre que el crimen se infiltra, sino que se “comunica”: se coordina el acto criminal de zapatos de charol con el de botas y cuernos de chivo. Bandas de políticos actúan concertadamente asaltando el dinero público, haciendo de los recursos comunes beneficios privados, que impiden que masas enteras de la población salgan de la pobreza, que niños estén debidamente nutridos, o que la salud alcance a todos.

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El daño de las gavillas políticas es de enormes consecuencias. Porque uno de sus efectos es la impunidad: crímenes que no son castigados y que por ello, crecen. Así como no se sanciona a funcionarios que usan mal los recursos públicos, tampoco se encarcela a los grupos de secuestradores o tratantes de personas.

Con la impunidad el crimen crece, y ahora mismo estamos en lo alto de la ola. Pero hay otra secuela aún más maligna, se comunica la descomposición al propio tejido social: los niños y adolescentes son absorbidos o reclutados por las hordas del mal, y en cadena se produce un daño generacional de impredecibles consecuencias. Y la descomposición se reproduce como una mancha de cáncer que crece matando el tejido mismo. Desde el lerdo plan de guerra de Calderón, que lanzó a un Estado corrupto contra los cárteles, y lo único que consiguió fue acelerar la comunicación entre los grupos criminales que arriba mencionamos; hasta la actual descomposición que parece ha rebasado los límites imaginables, sólo la sociedad junto a la presión internacional pueden revertir esta situación. Pero las cosas son tan graves, que es el mismo tratamiento contra la peste: debemos refundar los espacios del Estado, e ir extendiendo los espacios limpios con medidas de control ciudadano.

Esto va a requerir de mucho tiempo y de una gran capacidad de organización social. Y ahora mismo apenas estamos en una etapa de efervescencia motivada por el hartazgo. Falta que la efervescencia se convierta en organización con un programa de alto impacto. No sabemos si este paso vaya a ocurrir, sólo podemos asegurar que ahora mismo ya es posible. En otras palabras, estamos invadidos por la peste, pero crece poco a poco una fuente de salud: la participación ciudadana que cada vez se articula más.

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