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viernes, 26 abril, 2024
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“La vida es un regalo que debe disfrutarse a plenitud, aunque los jóvenes no la valoren”

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Por: RAFAEL DE SANTIAGO • Araceli Rodarte • Admin •

■ A sus 70 años, Josesita pasa tranquila sus días en el asilo de ancianos La Divina Providencia

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María de Jesús de Santiago Santacruz, de 70 años, originaria del municipio de Jerez, vive desde hace más de un año en el Asilo La Divina Providencia en Guadalupe. Aunque aún tiene familiares, no pudo tener hijos, por lo que decidió vivir sola en este lugar después de la muerte de su esposo, en donde ve pasar los años recordando a quien fuera el amor de su vida desde los 11 años.

Sentada en el asilo, con su andadera recargada, dice haber vivido de forma plena la vida; no se arrepiente de nada, y menciona que la vida es un regalo que debe disfrutarse a plenitud, aunque muchos jóvenes actualmente no la valoren.

Menciona que los hijos no deben ser ingratos con sus padres ni con los adultos mayores, pues ellos en algún momento cuidaron de las nuevas generaciones, por lo que señaló que los abuelos no deben vivir en abandono, y menos si aún tienen familiares.

Su infancia, dice, trascurrió con una educación estricta por parte de sus padres, pero no concluyó los estudios básicos por ayudar en las labores domésticas, pues vivía en un pueblo conservador y era mal visto que las mujeres estudiaran o trabajaran.

Reconoce que en su familia se debían fomentar y aplicar los valores inculcados en casa como el respeto, el amor, la amistad entre otros, lo que le ayudó a forjar su carácter y a llevar una vida tranquila en su comunidad.

Sin embargo, a los 11 años conoció a quien fuera el amor de su vida, un joven mayor que ella llamado Ángel Corona Flores, lo que ocurrió como una casualidad. Su pareja trabajaba en una panadería cerca de su hogar, y ella acudía diariamente a comprar pan. “Mis padres se negaban a esa relación. Mi padre y mi madrastra me prohibían salir y ver a mi novio; mi padre no aceptaba la relación y no quería darme, y le dije que si no me daba, me iba a ir yo con él”, cuenta María.

A su esposo lo conoció en el municipio de Zacatecas. Ocurrió mientras ella llevaba mandado a su hogar, cuando un joven, de manera sospechosa, comenzó a seguirla a donde quiera que iba, mirando sus movimientos y observando dónde vivía.

“Él comenzó a seguirme, y me di cuenta que iba detrás de mí cada que iba a hacer mis compras. Un día lo pare en seco y le dije: ‘retírese porque por eso no compro cebollas, por no cargar rabos’, y mire, al mes, fui a dar con él y lo quiero mucho”, cuenta Josesita, como le dicen sus compañeros del asilo.

Los hijos no deben ser ingratos con sus padres ni con los adultos mayores, pues ellos en algún momento cuidaron de las nuevas generaciones; considero que los abuelos no deben vivir en abandono, señala María de Jesús de Santiago Santacruz ■ FOTOS: MIGUEL ÁNGEL NÚÑEZ

Su esposo Manuel era oriundo de la Ciudad de México y ella decidió seguirlo y buscar trabajo esa urbe, en donde vivió durante más de 32, los cuales fueron los más maravillosos de su vida; además, en esa ciudad, conoció a muchas personas que le ofrecieron ayuda. Por otro lado, comenzó a trabajar en una sucursal bancaria, y con ello logró contribuir a la economía familiar.

Ahí pasó una gran parte de su vida, y ahí dejo a cuñados, a su suegra, a familiares de su esposo que le tendieron la mano y que le ayudaron a sobrellevar la vida en la ciudad más grande del mundo.

Posteriormente logró entrar a trabajar a un despacho jurídico, pues su esposo tuvo que descansar un tiempo debido a que tuvo problemas de salud,  aunque después tuvo que dejar el empleo para poder atenderlo.

Señala que nunca tuvo hijos y en una ocasión en la que se embarazo, iba a tener gemelos. Sin embargo, le hicieron cesárea a los 4 meses y medio, y aunque podría tener bebes, por recomendaciones médicas no debía hacerlo, pues ponía en riesgo su salud.

Los hijos no deben ser ingratos con sus padres ni con los adultos mayores, pues ellos en algún momento cuidaron de las nuevas generaciones; considero que los abuelos no deben vivir en abandono, señala María de Jesús de Santiago Santacruz ■ FOTOS: MIGUEL ÁNGEL NÚÑEZ

“Mi marido decidió que a él lo operaran y el doctor le dijo que con esta acciones demostraba el amor por su esposa; él contestó: ‘no solo la quiero, la adoro’. Y a mi papá se le rodaron las lágrimas”, dice Jesusita.

Después de que falleció su esposo, entró en una profunda depresión, se le quitaron las ganas de comer, de salir, de distraerse y hacer nuevas amistades, pues la vida al lado de su cónyuge fue una de las etapas más hermosas de la vida de María.

Después del fallecimiento de su marido regresó a Jerez, donde estuvo viviendo por más de un año con uno de sus tíos.

“Me llevaron solamente por un mes, esa era la idea, pero me quede un año, y en este tiempo me estaba volviendo loca por la soledad, por lo que le pedí a mi tío que me llevará a un asilo, pues no quería hacer una tontería; yo era muy feliz al lado de mi esposo”, recuerda la mujer.

Relata que un tío, la trajo, a petición de ella mima, al asilo de ancianos Juan Diego, en el municipio de Guadalupe, pero debido a que se amplió el número de ancianos en ese lugar, la trasladaron al asilo La Divina Providencia.

“A esta edad que tengo me siento feliz y muy contenta, porque enviudé y no me volví a casar; aquí en el asilo vivo a gusto y mis tíos me apoyan.  No podría darle un consejo a la juventud, porque los tiempos son diferentes”, menciona María.

Dijo que espera regresar a México a visitar las cenizas de su esposo, quien fue incinerado. Espera sólo la visita de un sobrino de allá, y que le prometió llegar por ella para volver a la ciudad más grande del mundo.

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