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viernes, 26 abril, 2024
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Un rockcito para todos los roles / Eva González

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Por: JAIME FLORES GUARDADO •

Una de esas tardes zacatecanas aparece en escena una chava acá de esas de mirada enigmática, con una larga cabellera negra que permitía adivinar que poseía el don de la libertad; su extraña belleza resaltaba desde cualquier ángulo, su figura pertenecía a uno de los jinetes del apocalipsis que, adornada con esa escondida sonrisa, apenas perceptible, tocaría el bajo con una de las bandas precursoras del heavy rock zacatecano, Ninfa, que a la postre darían mucho de qué hablar en los circuitos de rock. He aquí sus comentarios en el devenir del rock, desde Tijuana B.C.
“Bueno pues, por dónde empezar, el rock ha estado tan presente en mi vida que son muchos los momentos que le he dedicado a esta gran pasión, que rebasa los límites de mi conciencia, es incontrolable, escucho alguna canción nueva y la analizo una y otra vez, o si ya la he escuchado, es inevitable corearla y casi siempre consigo traen buenos recuerdos de momentos sumamente marcados. Mi desarrollo en la música empezó desde muy pequeña; recuerdo que en casa había un teclado que era de mi padre; a veces, después de hacer la tarea y cambiar mi uniforme, solía tocar a lo loco hasta fastidiar a mi madre; mis padres observaron mi inquietud, y algunos años después, a los 8 para ser exacta, me inscribieron a clases de teclado en el Centro Cultural de mi ciudad natal. En realidad las clases no tuvieron mucho éxito, porque, desafortunadamente, era larga la distancia que había que recorrer de casa hasta el Centro. Recuerdo que sólo tomé un poco de habilidad en mis deditos. Después, al lado de mi hermano Omar, empezamos a escuchar new metal, rock alternativo y lo que estaba de modilla en aquel entonces; éramos niños de primaria; siempre tuve gustos diferentes, por así decirlo; en la escuela era de muy pocos amigos, siempre me ha gustado tener mi espacio sentirme libre y tomar sola mis decisiones, pero eso sí, siempre con los pies bien plantados y la mirada hacia enfrente. Cuando tenía 12 años, empecé a sentir más curiosidad por las bandas que escuchaba mi hambre de música interminable, mi manera de vestir y amistades cambiaron por completo, llené mi cuarto con pósters de Guns N’ Roses, Metallica, Pantera, Janis Joplin, The Doors, Pink Floyd, Black Sabbath, por mencionar algunos. En ese tiempo, conocí amigas con las que me juntaba por las tardes después de clases, todas mayores que yo; escuchábamos rock urbano, heavy en español y hasta un poco de punk. Fue entonces que le compré una guitarra acústica a una de ellas con mis ahorros. Pasaba largos ratos tocando un instrumento del que no conocía ni un solo acorde, pero igual tenía amigos que me pasaban tips para tener habilidad; tomé algunas clases, y después de algunos años, mi vida de rock empezaba a tomar forma. Fue entonces que la estabilidad de mi familia se agravó: mi padre me retiró el apoyo económico a los 16 y tuve que ponerme a trabajar, pero eso no detuvo mis sueños. Para ese tiempo contaba con buenas amigas y formamos una bandita llamada Walkiria. Sonia, en la voz; Juana, en la guitarra; Rosky, en la batería, y yo, como guitarra rítmica y voces guturales. Más que empezar a hacer música, disfrutábamos los ensayos y nuestra amistad; de ahí salíamos en carros con la música a todo volumen, y todos los fines de semana nos largábamos a los toquines. Disfruté mucho esa etapa, pero nunca fue nada serio. Ya después de algún tiempo, pensaba que tenía que hacer de lado la música para enfocarme en mi trabajo y la escuela, pero mi amiga Carla Soriano me hizo una propuesta a la cual no me pude resistir, entrar a la banda Ninfa, heavy metal, de bajista. Sentí mucha emoción y le prometí poner todo de mi parte, y así fue, hice lo posible para adquirir mi bajo y mi amplificador que, de hecho, mi hermano me ayudó a completar el dinero -gracias por eso bro-; disfruté a lo máximo la convivencia con las Ninfa, salidas a distintas ciudades del estado, Ciudad de México, San Luis Potosí, Aguascalientes, Festivales Culturales, entrevistas, programas de televisión local, en el periódico, notas en Internet, videos, grabaciones, hasta uno que otro autógrafo y muchos muchos toquines. Sin duda, una de las mejores experiencias fue haber formado parte de esta banda, que lamentablemente tuve que abandonar porque mi trabajo me lo impedía y para estar más tiempo con mi madre y hermano especial. Después de todo esto, tuve muy buenas propuestas; me negaba a dejar de lado la música, y fue que junto a mi compañera Rosalba, formamos Deus Ater, banda de black metal, yo en guitarra y coros y ella en batería y voz; nos entendíamos muy bien musicalmente; tocábamos lo que queríamos, rompiendo con tabúes e ignorando completamente cualquier crítica. De nuevo, mi vida tomaba otro rumbo; me vine a radicar a Tijuana, completamente sola y con todas las ganas de salir adelante por mi madre y mi hermano, para completarme en el campo profesional; ya estando acá tuve una propuesta muy buena de una banda de thrash llamada Metal Horde; conocí sus canciones y me gustaron mucho, empezaba a tocarlas, pero otra vez mi trabajo me impidió seguir adelante con el proyecto.
Ya en algún tiempo, regresaré a mi Zacatecas. Espero recibir pronto alguna propuesta porque deseo regresar a los escenarios. Un agradecimiento a mis compañeros de rock, en especial a Rosalba Lira, Sonia Valenzuela, Carla Soriano y Miguel Ángel “El Atolinga”, a mi madre Evangelina González por apoyarme en todo sin cuestión alguna, a mi hermano Omar por enseñarme a ser fuerte y a mi hermano César, que es lo mejor que hay en mi vida, y al profesor Jaime Flores por tomarme en cuenta, a pesar de haber estado un par de años inactiva.”

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