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lunes, 6 mayo, 2024
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Zona de desastre

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES •

La actitud racional, libre de emociones, parece inalcanzable. No sólo en la construcción de la ciencia, sino también en la relación de los seres humanos con las catástrofes naturales. Ante la pandemia parecen predominar, pese a las advertencias, el desdén y la incredulidad hacia las transformaciones que induce en la sociedad. Estas pueden ser momentáneas si las vacunas tornan obsoletas las medidas sanitarias. O serán permanentes si el parásito se resiste a volverse enfermedad infantil, como las paperas o el sarampión. Tal posición ante el desastre se agudiza en los políticos. Los dirigentes de la humanidad colocan sus intereses, particulares o de grupo, por encima de la salud de sus representados. Esto indica el máximo de escepticismo frente a los cambios. Quizá porque esos cambios no resultan de exigencias humanas, sino de imperativos naturales.Aparte de la política es en la literatura donde, en ocasiones, se manifiestan las ansiedades humanas ante los hechos del mundo. ¿Qué escritores del siglo XX trataron el tema de la acción de la naturaleza sobre la sociedad humana en su obra? Un ejemplo es John Steinbeck, quien trató de la sequía, en particular de eso que se llamó efecto “Dust Bowl”, en California en su “Las uvas de la ira” de 1939. Pero en esta narración la sequía es considerada un fenómeno natural, cuya causa última bien puede ser inaccesible a la razón. Más en línea con el “cambio climático”, que es la consideración de los desastres naturales como productos de la actividad humana, se encuentra la novela de 1986 “El genio”, de Dieter Eisfeld, que trata acerca de la manipulación explicita del clima con fines militares. ¿Quiénes, de entre los escritores celebres del siglo XX (Kafka, Eliot, Fitzgerald, Broch, Mann, Pound, un largo etcétera) dejaron una novela, un cuento, un poema, dedicados a las desatadas fuerzas naturales arrasando las ciudades? Escribieron de las guerras, la burocracia, el capitalismo, pero poco acerca de los inaccesibles meandros del caos natural. ¿Y los autores mexicanos? ¿Cuántos poemas dedicó Paz a los terremotos o sequías? ¿Cuál novela de Carlos Fuentes expresa las respuestas sociales ante las inundaciones, tornados y movimientos tectónicos? Es una premisa de muchos pensadores la estabilidad de la naturaleza lograda mediante el conocimiento científico técnico, al que critican por generar males y vicios. Los únicos maremotos que reconocen son los que generan las olas que subvierten la organización política: la caída del imperio azteca, la Guerra de Reforma o la Revolución Mexicana son los vientos huracanados que perturban la vida social. Sin embargo, así como los políticos descreen de lo que no pueden encuadrar en sus parámetros cognitivos, los escritores están ligados a las convenciones del género en el que escriben. Aunque nieguen la existencia de tal género, o crean ser los creadores de las convenciones mismas. Por tal motivo el tratamiento que realicen de las catástrofes naturales se enmarca dentro del género que utilizan. Si esto es así, no resulta extraño que haya sido James Graham Ballard (Shangái 1930-Londres 2009), escritor chino-inglés, sobreviviente de un campo de concentración japones, quien haya codificado mediante el género de la ciencia ficción una serie de inquietantes hipótesis acerca de la respuesta humana a las catástrofes naturales y sociales. Se parte de la dicotomía entre desastres naturales y sociales, aquellos producto del desarrollo natural, estos resultado de la acción humana. Ambos son superados en el concepto de “cambio climático”, con el que se concibe la acción humana en gran escala para explotar los recursos naturales como potencial causante de cambios en la temperatura media del planeta. Con la consecuencia de la abundancia de tormentas, nevadas, sequías, inundaciones.Esta es una de las imágenes del mundo en el que vivimos, y la pandemia del coronavirus no escapa a esta conceptualización. Por ende, a esta pandemia se le ve no como castigo divino sino originada en el sistema de reproducción social. ¿Cómo se pretende, entonces, responder a ello? Con el cambio del presente sistema de relaciones sociales por uno menos agresivo con el entorno. Esta aparenta ser la respuesta natural, pero fue subvertida por Ballard en su obra. Para este autor la premisa de fondo es, al menos desde 1962 en la novela “El mundo sumergido”, que los cambios en la atmósfera inducen transformaciones en la psique humana que conllevan actitudes psicopatológicas. En resumen, según Ballard, un desastre natural inducido por la acción humana, a su vez, realimenta la imaginación de modo que se abraza la catástrofe. ¿Qué significa esto? Si nos dejamos llevar por las conductas de los personajes del autor citado, abrazar la catástrofe equivale a aceptar con gozo la destrucción irremediable de un modo de vida, sustituyéndolo por un elaborado plan de autodestrucción. A este nivel no han llegado los políticos que dirigen las acciones contra la pandemia, pero casi. Enmascaran su desdén por la vida humana cuando ocultan los datos, los falsean o manipulan para sus fines electorales o partidistas. Ante el desastre priorizan sus proyectos antes que la salud o la vida. Al hacerlo así se aproximan a lo “ballardiano”. Una más prolija explicación de esto se puede encontrar en el libro “J. G. Ballard. El tiempo desolado”, de Pablo Capanna.

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