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sábado, 4 mayo, 2024
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La transición inexistente: la democracia como misión

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS •

Es contundente el diagnóstico de que la democracia está en serios problemas porque el objetivo de ésta, en el sentido de representar los intereses de las diversas facciones sociales, y encontrar espacios deliberativos para conciliar o resolver conflictos ente dichas intereses no se ha logrado.  Los vehículos para expresar el conflicto (lo político) son los partidos políticos. Por ello, estos institutos políticos formulaban ideologías de acuerdo a los intereses que representaban, y los militantes se incrustaban en el Estado impulsando políticas diferenciadas. Pues bien, cuando los partidos se alejan de los grupos sociales que dicen representar, pierden su ideología y se conciben como de centro: los partidos se convierten en meros aparatos electorales y dejan de ser institutos de lo político. Lo que hace que en los procesos electorales se trata de elegir no frente a una rica diversidad, sino de elegir entre iguales-simulados.  Así las cosas, quien gobierna ya no es el pueblo (en su interna pluralidad), sino empresas multinacionales.

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Al mismo tiempo la participación ciudadana es dejada a un lado. Los mecanismos como la iniciativa popular, el referéndum, el plebiscito y la revocación de mandato han sido sistemáticamente detenidos. Como en el caso de Zacatecas, donde se elabora una Ley de participación democrática pero que no se le da mando a la opinión del pueblo: se le niega la función vinculante a la consulta al pueblo; y se niega también la posibilidad de que grupos sociales propongan leyes (no ponen reglamentos para hacerlo efectivo) y, el caso de la revocación de mandato es el extremo: se le estigmatiza como peligrosa. Así las cosas, la clase política se constituye en casta cada vez más cerrada, y al interior de esta casta no hay movilidad vertical; está petrificada.

Con un Estado colonizado y sin aperturas democráticas, las políticas resultantes son la maximización de la brecha de desigualdad social. Hay una relación estrecha entre ampliación de la desigualdad social y la ausencia de mecanismos democráticos. Por ello, la tarea política de la izquierda social (que tiene por misión la maximización de la igualdad) es la recuperación del Estado a partir de reconstruir los puentes entre la sociedad (en su entera pluralidad) y los organismos de representación, lo cual implica reconstruir las formas de participación desde lo comunitario, hasta llegar a la efectividad electoral. Es decir, la reconquista del Estado implica una participación socio-electoral: congregar los temas centrados en problemas sociales con los temas electorales. O de otro modo: convertir a la acción electoral en gestor directo de temas sociales. Luego entonces, hacer de los partidos en algo más que maquinarias electorales y reconvertirlos en auténticos institutos políticos.

En suma, la muerte de lo político y de la democracia será mantenida por las fuerzas de los poderes del despojo, y la recuperación de la democracia y del Estado es la misión de la emergencia político-social. Dos grandes fuerzas en el tablero nacional. Los primeros vendieron la narrativa de la transición a la democracia a lo que justo fue la muerte centrista de lo político, y mientras se creyó en ella fueron hegemónicos. Pero ahora que ha quedado claro que la democracia no ha ocurrido, surge  la exigencia de conseguirla. El despertar del engaño es liberador. Esperemos que se concrete alguna alianza socio-política que funde una auténtica esperanza de aquí a tres años.

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