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domingo, 5 mayo, 2024
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Siempre es más bello lo que no fue

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Por: SIMITRIO QUEZADA •

  • El canto del Fénix

Una de mis películas favoritas es Cinema Paradiso. A pesar del viejo Alfredo, quien prepara a Salvatore un futuro lleno de arte sin la distracción de la felicidad. Quizá el viejo busca asegurar que el talento de su protegido no se apague en medio de las obligaciones del matrimonio. Quizá el ciego ve que siempre es más bello lo que no fue, y eso puede nutrir la obra artística del Totó cineasta.

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No sé ustedes, pero yo confieso que sí amo la imposibilidad. La amo por ventajosa, por mañosa, porque como jamás se hará realidad no podrá materializar tampoco sus limitaciones. La imposibilidad, lo que no fue, siempre ganará al futuro que sí elegimos.

Porque realmente te amaba dejé de verte. Porque realmente fui feliz en ese lugar, nunca regresé a él. Porque realmente adoraba eso dejé de luchar para obtenerlo.

Quizá por ello insistía Óscar Wilde que “en este mundo hay sólo dos tragedias: una es no obtener lo que se quiere; la otra es obtenerlo. Esta última es la peor, es una verdadera tragedia”.

Quizá por eso para Joaquín Sabina llueve sobre mojado con esta escena: “Ayer Julieta denunciaba a Romeo por malos tratos, en el juzgado”. Y es que el romance que inventa y sublimiza Shakespeare dura sólo tres jornadas.

Siempre es más bella la gente que muere joven, que es recordada en su tiempo de gloria y no de ocaso o, peor, corrupción.

En una de sus visitas a Zacatecas, José Emilio Pacheco nos insistía en que parte de la grandeza de Ramón López Velarde podía residir en su trayectoria interrumpida. Hay belleza, pues, en la muerte precoz, en la que cubre como un velo piadoso un futuro decadente.

Siempre es más bello lo que no fue. También de eso habla la literatura. Benditos los amores que no se realizaron, las cartas de amor que ya no se escribieron, las madrugadas que ya no vivieron juntos un hombre y una mujer que se prometían todo hasta que un día, casi sin querer, se alejaron uno del otro.

La palabra “nostalgia” proviene de “algé”, dolor, y “nost”, pasado. Pero la añoranza de la que ahora escribo es mucho peor que la de la certidumbre de los ayeres. Yo hablo del dolor por los mañanas que ya no llegarán como uno quería. Quizá eran mejores, quizá no. Eso ya nunca podrá saberse.

Siempre es más bello lo que no fue… al menos idealmente. ■

 

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