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lunes, 6 mayo, 2024
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Trump y la carente ética común de nuestros días

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Por: Carlos E. Torres Muñoz • admin-zenda • Admin •

La aberración pública que nos ha generado la aparición, como personaje central, en la escena política de Donald Trump, ha tenido un alto costo, de nueva cuenta, para la defenestrada democracia como método histórico de convivencia y toma de decisiones, sin que se repare lo suficiente en la corresponsabilidad que tienen los aberrados con la aberración. Sí, la misma sociedad que hoy desprecia, se indigna y deplora la diarrea verbal del candidato republicano a la Presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica, es la que por años le ha permitido encumbrarse como un ícono de lo que significa ser un empresario exitoso, un emprendedor audaz, que lo mismo defrauda al fisco de su país, que a sus socios, acreedores o empleados. Bueno, hasta escritor de “Best seller”, es (¿fue?).

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Finalmente, eso es Trump, un escaparate publicitario que ha exagerado en su oferta de lo que a muchos avergüenza en público, pero en lo que en privado, no solo milita, sino ansía y festeja. Sus declaraciones repudiables no son ajenas a las de millones, allá y acá. Su maliciosa actuación, que le permite escabullirse por los huecos jurídicos para evadir impuestos, abusar de sus trabajadores o defraudar a quiénes han confiado en su firma, no es siquiera exclusiva, sino incluso aspiracional en la mente de no pocos empresarios, otra vez, aquí y allá.

Es ya un cliché que la modernidad en la que nos encontramos inmersos, con sus progresos y retrocesos (unos y otros causa y consecuencia colateral, casi siempre), ha traído consigo una crisis de valores en casi todas las sociedades, especialmente en las que más se involucran en la lógica del consumismo. Para mejor expresarlo, cabe citar a Zygmunt Bauman, en su obra Ética Posmoderna: “La ética se denigra o se considera una de las restricciones típicas de la modernidad, cuyas cadenas finalmente han sido rotas y echadas al basurero de la historia; los grilletes antes considerados necesarios son ahora claramente superfluos: una ilusión sin la cual pueden vivir perfectamente el hombre y la mujer actuales.” Trump es solo un ejemplo expuesto, a la par de los vicios de la clase política mundial y sus élites, de esta descripción hecha por el sociólogo polaco.

No hay que obviar que el demagogo angloamericano, al que Letras Libres ha calificado de “Fascista americano”, no hubiera podido soñar siquiera con la posibilidad del éxito que ya ha tenido, sin entender que, en efecto su discurso denigrante tenía seguidores por doquier en la que ha sido considerada la democracia liberal por excelencia, de la época contemporánea en la historia.

Mark Singer, quien ha logrado un perfil bastante crudo del “vendedor de humo”, escribe en “El show de Trump”: “Miles de votantes reales, con miedos reales y agravios largamente deprimidos, se apiñaban en sus mítines. Entre ellos había irredentos iracundos, pero no era el sentimiento general. Se trataba de ciudadanos cuyo resentimiento y enojo se había impregnado con la crónica mala fe de sus representantes. (…) Trump surgió como una figura aspiracional, pseudo-populista y autoproclamado multimillonario, cuyo desprecio por los protocolos del injuriado establishment de Washington lo unió a sus partidarios en un brazo de intoxicación mutua. Un coctel de falsas estadísticas, mezcladas con temor, ingenuidad e indiferencia ante las exigencias pragmáticas. Un fanatismo solo precariamente relacionado con la realidad “¡Amo a los que no tienen educación!”, se jactó. Y lo amaron. El hecho de que ni sonara ni se comportara como un típico político le hizo ganar puntos”.

Finalmente habrá que recordar que Trump es el tipo de empresario y ciudadano, cuya ambición voraz hemos dejado crecer en muchas de nuestras sociedades, sin reprobarlo, por fijarnos exclusivamente en nuestra clase política; la verdad es que no habrá mejor clase política si la sociedad, de donde emerge ésta, tampoco se propone una mejora ética inmediata. ■

 

@CarlosETorres_

*Miembro de Impacto Legislativo, OSC parte de la Red por la Rendición de Cuentas.

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