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lunes, 20 mayo, 2024
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El cristianismo y la inclusión universal: argumento teológico a favor de la familia homoparental

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO • admin-zenda • Admin •

La actual discusión y movilizaciones sociales sobre el derecho de las familias homoparentales a su pleno reconocimiento jurídico se ha dado en torno al tema del Estado Laico. Sin embargo, el debate al interior del cristianismo con sus diferentes iglesias, ha existido, pero ha sido poco. En otras palabras, el debate jurídico-político ha sido intenso, pero no así la reflexión teológica al interior de los creyentes cristianos. Ahora ofrecemos argumentos de corte teológico para alimentar la reflexión al interior de las iglesias cristianas sobre el tema. La clave del razonamiento es concebir la familia como una comunidad espiritual, y por ello, será esencial iniciar explicando lo que significa “Espíritu” desde la matriz judía; dando prioridad a la noción de Espíritu (Ruah judío) que de Naturaleza (Fisis griega) en la constitución de las comunidades humanas. Y, una vez hecho eso, mostrar cómo Pablo genera un modelo de inclusión universal al pueblo de Dios superando justamente las condiciones de sangre (biológicas) que imponía el pensamiento tradicional judío (la circuncisión). Ese paso fue crucial para el posterior nacimiento del cristianismo como religión autónoma, y constituirse en la religión de la igualdad (todos somos hijos de Dios), de la dignidad (todos somos sagrados o imágenes de Dios) y de la libertad (todos somos personas o dueños de sí mismos).

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El espíritu se entiende por lo que hace. Son básicamente tres formas de ser del Espíritu: (1) la exteriorización, (2) la constitución de comunidad, (3) auto-posesión. Dado nuestro tema (y el espacio), nos centraremos en la segunda acepción.

La comunidad ocurre cuando se constituye un ‘cuerpo espiritual’: se trascienden los cuerpos carnales, y se constituye un cuerpo no material del que son parte los individuos. En esa constitución, se forman productos objetivos no-materiales, como valores, creencias e ideas que provocan justo la cualidad de pertenencia. El espíritu, en este caso, no es algo que está en el interior de las personas, sino algo que está ‘entre’ ellas, y hace posible dicha comunidad. Es una de las forma de ser del espíritu.

Las tres formas de ser del espíritu, cuando se aplican específicamente al espíritu de Dios, se originan los contenidos del mismo: ciertos valores, creencias e ideas. Entre los valores más destacados son los que se expresaron en el llamado al ‘reinado de dios’: justicia, igualdad esencial de todas las personas, dignidad y libertad. Que se desprenden al concebir al hombre como imagen de Dios. Estos rasgos, se han secularizado e incorporado a las teorías políticas modernas y contemporáneas. Y a su vez, de estos rasgos o valores se desprenden algunos imperativos. Como el caso de las bienaventuranzas. Por ejemplo, los pobres de Lucas, o ‘pobres de espíritu’ de Mateo, es un llamado imperativo a convertirse en uno de ellos. Eso viene de los ‘Pobres de Yahveh’ (Annabim Ruah), que eran profetas apocalípticos del siglo I que hacían como un voto de pobreza (renunciaban a tener a la riqueza como un objetivo de vida) y eran movidos a promover la obra Dios (la justicia). Los pobres de espíritu eran los individuos que renunciaban a la riqueza y luchaban por la justicia o reinado de Dios. Así, el Espíritu de Dios, mueve a los hombres a llevar a cabo ciertos valores alrededor de su reinado en el mundo.

Pues bien, cuando Pablo hace el llamado a la universalidad del evangelio, y dice “ya no hay más judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni varón ni hembra, pues todos vosotros hacéis todos uno, mediante el Mesías Jesús” (Gal 3, 28);  y se rebela contra la idea de que la forma de incorporarse a Israel sea por medio del signo corporal de la circuncisión, y opta por una ‘circuncisión espiritual’, es que se consigue la inclusión de todos a los planes de dios eliminando estos rasgos ‘carnales’ para hacer posible la comunidad de creyentes o un ‘cuerpo espiritual’.

El signo de la presencia del espíritu era el amor. El amor, así entendido, no es un mero sentimiento, sino la expresión objetiva de la acción del espíritu que se expresa como sentimiento. Y las formas de amor son variadas: entre personas en general (ágape), entre amigos (filia) y entre pareja (eros). Aunque todos tienen un poco de todo: en las parejas hay eros, pero también filia. Y así sucesivamente. Lo importante es que en los diferentes casos, se constituyen comunidades de vida: nación, amigos y familias. Y esas comunidades son cuerpos espirituales que han superado las diferencias que imprime ‘la carne’ (sarx).

De esta manera entendemos la pregunta que nos ocupa: ¿es la familia homoparental una comunidad espiritual donde reina el amor, y con ello, los valores del reinado de Dios, como igualdad, libertad y respeto (dignidad) de las personas que la componen? ¡Claro que sí! Negar esta posibilidad de acción del espíritu en nombre de una diferencia carnal, es obstaculizar la acción de Dios en la historia por preferir las creencias anteriores (como en caso de la circuncisión). Y poner la idea de naturaleza por delante de la de espíritu, es una especie de gnosticismo que antepone la fisis (naturaleza) griega a la Ruah (espíritu) de Dios. No es gratuito que el judaísmo (como matriz del cristianismo) se estableció no como una religión de la naturaleza, sino como una religión de la historia: Yahveh se manifiesta en los acontecimientos de la historia (cultura), no sólo en la creación de la naturaleza. ■

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