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miércoles, 15 mayo, 2024
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PERSPECTIVA CRÍTICA Venezuela, un golpe de Estado “made in USA”

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Por: JORGE A. VÁZQUEZ VALDEZ •

La percepción sobre Venezuela de parte de quienes radican fuera de ese país se nutre básicamente de lo que los medios de comunicación informan. En ese sentido, lo que Venezuela ha padecido durante prácticamente todo el régimen chavista es un goteo lento pero ininterrumpido de notas informativas tendenciosas; historias de vida melodramáticas y la proyección de un escenario caótico (sin descontar que hay análisis periodísticos serios), mientras que quienes prestan atención a lo que ocurre en ese país, encarnan hoy a los sujetos en los que cristaliza un largo trabajo de convencimiento orientado al prejuicio, el fomento de la otredad y la simplificación de temas complejos.

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Es decir, se ha potenciado durante años una percepción negativa hacia el régimen chavista de Nicolás Maduro, y ello ha alcanzado tal grado, que sus detractores consideran que es momento de dar rienda suelta al opositor Juan Guaidó, quien se ha autoproclamado “presidente encargado” de Venezuela y cuenta con un notable apoyo de parte de Estados Unidos y sus países aliados.

Las condiciones actuales de Venezuela son complejas y sin duda el pueblo venezolano merece que se eleve la calidad de vida, no obstante, ese es un fenómeno que debe ser atendido por los venezolanos en conjunto con su gobierno, primeramente, y sólo en segundo término, contar con el apoyo de otras naciones. Cualquier cosa contraria a ello representa transgredir los límites de soberanía de las naciones, y es considerado por las cartas de respeto irrestricto entre territorios como un ejercicio intervencionista.

La postura de Estados Unidos de apoyar a Guaidó y criticar al régimen de Maduro en el nivel que lo está haciendo va mucho más allá de la irresponsabilidad; cuadra con su proyecto regional hegemónico y su fórmula de llevar “democracia” y “libertad” a los pueblos oprimidos, fórmula que ha replicado en diversas ocasiones y en múltiples partes del planeta, particularmente después de la Segunda Guerra Mundial.

Chile (1973), Irán (1953), Guatemala (1954), Vietnam (1955), Brasil (1964), Indonesia (1965), Uruguay (1973), Afganistán (2001), Irak (2003), entre muchos otros países y momentos históricos, conforman la larga lista del esquema intervencionista estadounidense, el cual ha buscado viabilizar los intereses capitalistas de libre mercado en lo que puede considerarse una voraz manera de apropiarse de recursos naturales y el esfuerzo laboral de las personas a partir de la instalación de industria y ensambladoras que ofrecen empleos precarios.

Es importante decir que esa fórmula estadounidense tiene varias modalidades, entre las que destacan el intervencionismo a partir de la justificación de la “Guerra contra las drogas” (modalidad que alcanza a México) y la “Guerra contra el terrorismo” (desatada sobre todo en Medio Oriente). Para el caso venezolano ninguna de esas modalidades se ha aplicado de lleno -aunque en materia de seguridad haya críticas constantes-, pero lo que sí se ha hecho es exacerbar la percepción de las personas hacia el el gobierno chavista, en lo que representa una labor mediática de gran calado en tanto han participado diversos medios de comunicación.

El esquema intervencionista estadounidense también se vale del corrompimiento de fuerzas internas en los países que pretende ocupar, principalmente fuerzas castrenses y personajes políticos, quienes una vez consumados los golpes de Estado, asumen funciones esenciales de los gobiernos para dar cauce a la política exterior estadounidense, y se enfocan en generar condiciones favorables para el gran empresariado depredador.

Además de lo anterior lo que se debe considerar es el contexto en el que está ocurriendo el golpeteo contra el gobierno de Maduro, y en ese sentido hay que referir que la oleada de gobiernos progresistas que se gestaron en años anteriores en América Latina se encuentra hasta cierto punto de “capa caída”, sobre todo después de los escándalos de corrupción en Brasil y Argentina. El avance que se tuvo con esos gobiernos en distribución del ingreso, reducción de la desigualdad y mejora en las condiciones laborales se ha visto opacado por dichos escándalos, los cuales han sido magnificados justamente por la mediatización que solventan Estados Unidos, el sector político conservador y el empresariado que se beneficia de las políticas de libre mercado, lo que ha permitido el ascenso de grupos y actores de ultraderecha, como en el caso brasileño con Jair Bolsonaro.

Hoy el gobierno de Venezuela es un animal herido y acechado por toda clase de bestias carroñeras que buscan sacar raja política de su despedazamiento. La lista la encabeza un Estados Unidos que en este caso se propone como el paladín de la justicia que ayudará a los pobres de Venezuela, cuando en su propio país para finales de 2017 había cerca de 40 millones de pobres, universo que contenía 18,5 millones de personas en pobreza extrema, y 5,3 millones en condiciones de pobreza extrema de tercer mundo, de acuerdo a lo admitido por Naciones Unidas.

Otras bestias de menor envergadura pero no de mejor reputación son nuestro Instituto Nacional Electoral (INE) y el Partido Acción Nacional (PAN). Del primero su presidente, Lorenzo Córdova, ha ofrecido “apoyo” a las elecciones en Venezuela, lo que representa una afrenta a esa nación por el momento en que se hace la declaración, pues constitucionalmente Venezuela tiene presidente, y es Nicolás Maduro. Lorenzo Córdova también parece olvidar que el organismo que encabeza padece de baja credibilidad, pues de acuerdo al estudio “México; política, sociedad y cambio. Escenarios políticos”, hasta 44% de los encuestados cree que ese órgano no garantiza imparcialidad en la contienda, por no hablar del lodazal que salpicó al INE con los fraudes electorales de 2006 y 2012. Del segundo, basta decir que Vicente Fox y Felipe Calderón son quienes encabezan las críticas a Venezuela, a partir de lo cual no se requiere mayor argumento.

Venezuela merece un futuro digno, al igual que cualquier otro país del orbe, pero lo cierto es que más allá de las deficientes condiciones de vida que padecen diversos sectores sociales, hoy por hoy enfrenta el embate tripartita de gobiernos y sectores ultraderechistas; la amenaza bélica comandada por Donald Trump y la voracidad de los grandes capitales de apropiarse de sus reservas de petróleo, gas natural, potencial hidroeléctrico y minerales como el oro y el hierro. En la ruleta manipulada por Estados Unidos hoy le tocó a Venezuela, mañana, ¿quién sabe?

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