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viernes, 17 mayo, 2024
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Lecturas sobre la situación del trabajo formal e informal

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Por: RICARDO BERMEO •

La economía mexicana -y zacatecana- modelada de acuerdo a una lógica centrada en la exportación, sigue produciendo resultados negativos,  contrarios a la perspectiva oficial, empeñada en presentarla como una imagen-objetivo articulada y coherente donde se traza el tipo de sociedad y de economía que se desea (con el recurrente fantasma de nuestra cuasi-integración al primer mundo) . En ese “modelo exportador” presentado como única vía del desarrollo existente, se advierten las resonancias del viejo mantra….  “No hay alternativa” de Margaret Tatcher, que cobra hoy aún más fuerza, si cabe, que en los años en que el neoliberalismo recién empezaba su contrarevolución,  conocida también como la rebelión de las élites.

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Treinta años de neoliberalismo, no han sido suficientes para deconstruir esa auténtica “máquina de guerra” contra las mayorías sociales. Por el  contrario, profundizamos esta demencial cruzada armados con marcos mentales -y recetarios prácticos- ortodoxos (“pensamiento único” y una “teoría económica autista”): controlar la inflación, el tipo de cambios, la política fiscal, etc., con el propósito de garantizar la rentabilidad a las inversiones movilizadas por la  desbocada “economía de casino” mundial. Un mundo  donde  “esos monstruos nuestros dueños”… el 1% de la humanidad, se apropian mediante nuevas y viejas formas de desposesión, de robo, del conjunto de la riqueza social que pertenece a, y/o… es generada por el 99%  de la población restante.

En este sentido, es fundamental revisar el  diagnóstico elaborado por Miguel Esparza Flores y Ma. Cristina Recendez Guerrero, en un trabajo titulado: Reformas estructurales y reforma laboral: mayor exclusión y precariedad en el mundo laboral. Los autores mencionan en el mismo, como -para México-, en lugar de la proyectada industrialización, encontramos un muy bajo crecimiento de la industria manufacturera,  del 1% durante el sexenio anterior, a lo que se agrega un estancamiento y caída del empleo en el sector, ligado a procesos de desindustrialización en curso, lo que se articula con el bajo arrastre del sector exportador sobre el conjunto del empleo, vinculado a la desarticulación productiva, y al menor número de trabajadores contratados debido a que se privilegian inversiones en producción de bienes intensivos en insumos o capital. Ello se traduce, en una explosiva terciarización económica y laboral. La dualización de la sociedad se acentúa, por un lado, un mar de micronegocios -especialmente en el sector de comercio y servicios- producto de las estrategias de sobrevivencia de una mayoría de la población empujada hacia  la informalización de la economía (principalmente urbana; por el abandono estatal del sector rural), por el otro lado, economías de enclave,  “islotes” productivos  sin encadenamientos sinérgicos con el resto de la economía, dedicadas a extraer el excedente económico del territorio en el que se localizan.

En el mundo del trabajo el efecto es devastador. Muy pocos trabajos bien remunerados, mayor desempleo y subempleo, perdida de la seguridad laboral, precarización, contratos muchas veces verbales, disminución o eliminación de las prestaciones laborales, y menores ingresos. Las cifras mencionadas por los dos autores son terribles.  Mientras se generan no más de 400 mil empleos anuales,  se requiere un 300% más de puestos de trabajo, considerando que se incorporan a la población económicamente activa 1.2 millones de nuevos trabajadores potenciales cada año.

Ese efecto, señalado por estos autores, es particularmente negativo entre los jóvenes: 40% de los jóvenes menores de 24 años que trabaja en una empresa formal, no cuenta con prestaciones y seguridad social. El 66% se integra a la economía informal, en donde forma el sector más pobre y vulnerable, y, entre los desempleados, un alto porcentaje, el 71% son jóvenes  -con niveles de educación relativamente altos, según la OIT.

El resultado de este y otros estudios, se proyecta en el presente y en un próximo futuro-  en escenarios tan adversos que, al considerarlos con un mínimo de rigor y seriedad, deberíamos sentirnos obligados a tirar de los frenos de esta locomotora llamada “progreso”, en la que viajamos, para repetir,  la famosa  metáfora  con que Walter Benjamin apuntaba un contenido “otro” para la idea de revolución.  Tomarnos el tiempo… mover las vías,  y cambiar de ruta.

El modelo de una economía orientada hacia afuera (exportación), ha tenido resultados demasiado alejados de las metas ideales trazadas, mientras los planes de desarrollo van y vienen, mientras que los “efectos perversos” de tres décadas neoliberales,   convertidos en consecuencias efectivas… son -ahora- más reales que la realidad.  El cuadro que nos presentan los autores podría parecernos suficiente, para despertar (por sí solo) una ola de indignación entre los desfavorecidos (las mayorías sociales) que pudiera traducirse –eventualmente- en el inicio de una ruptura con el régimen político -y económico-  existente. Que no suceda tal cosa, es una de las principales interrogantes -y tareas- políticas que las subjetividades emergentes debemos asumir como uno de nuestros objetivos inmediatos…. ¿Podríamos construir “mapas” políticamente… “movilizadores”? ■

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