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miércoles, 1 mayo, 2024
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Subjetivaciones rockeras / El rock, la puerta

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Por: FEDERICO PRIAPO CHEW ARAIZA •

Hice en mi colaboración anterior algunas sugerencias que, en lo personal, me ayudaron, tanto a transitar por una interesante ruta, en lo que respecta a conocer las inagotables alternativas que nos ofrece y nos ha ofrecido el rock a lo largo de su historia, como a librarme de la idea (común entre los jóvenes que recién descubren el género) de que todo lo que escucho y conozco surgió a la manera de la generación espontánea, de la noche a la mañana, esa creencia de que, antes de lo que yo escucho, no existió absolutamente nada, que mis bandas y estilos favoritos representan el verdadero y único hilo negro.

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Escribí que lo que en buena medida iluminó mi camino en este sentido fue el platicar con adultos apasionados del rock, quienes me ilustraron con sus conocimientos, anécdotas, propuestas y sugerencias, pero sobre todo con lecturas al respecto. Gracias a estos familiares y amigos fue que descubrí los imprescindibles clásicos y las marcadas influencias que legaron a las agrupaciones que actualmente gozan de prestigio y reconocimiento mundial, influjo que ellas mismas reconocen, ya sea en entrevistas, conferencias de medios, o mediante covers que de ellos realizan (algunos poco afortunados y otros que llegan a superar a las versiones originales). Otra forma por medio de la cual me asomé al universo del rock fue gracias a la filmografía que en torno suyo se ha producido (la primera película que tuve la oportunidad de ver, al igual que muchos otros, fue The Wall, de Pink Floyd). Empero, sin duda, lo que me brindó un panorama más amplio acerca de la sui generis naturaleza del rock fueron los libros, revistas, artículos y columnas periodísticas que sobre ella se han escrito y se siguen escribiendo. Sería relativamente fácil abrir una biblioteca especializada en rock o la sección específica en alguna de las bibliotecas ya existentes (eh aquí una propuesta que dejo al aire).

A partir de esos textos (que a su vez generaron en mí el gusto por la lectura), conocí más a detalle sobre los subgéneros y estilos propios del rock, acerca de bandas influyentes o determinantes a lo largo de su historia, o de personajes que han marcado hitos en la cultura, no sólo rockera, sino general. Sin embargo, lo más gratificante fue que, como era de esperarse, el leer un escrito me llevó a la lectura de otro, de algún libro o de algún autor importante. El rock se transformó, entonces, en una puerta, al más puro estilo de lo que la banda liderada por Ray Manzarek y Jim Morrison consideraban; ellos, a su vez, tomaron el nombre de su agrupación de otro libro de Aldous Huxley. El rock ha sido y seguirá siendo, para el que esto escribe, la entrada a un mundo infinito, no únicamente de música, grupos y personajes, sino de conocimiento en todas sus expresiones. La puerta estaba allí, abierta frente a su servidor, insinuante, sugerente e invitándome a pasar; por supuesto, no me quedaría afuera.

Esa fue y sigue siendo una de las más grandes virtudes que le encuentro a este género musical, el que representa un amplio acceso para adentrarnos a un mundo de conocimiento que se va encadenando con otras expresiones, no sólo del arte, sino de las humanidades y, por qué no, de otras expresiones científicas (recordemos que en la actualidad está en auge, junto a los estilos post, el math rock, que también cuenta con interesantes antecedentes). Debo confesar, y creo que no soy el único, que el primer libro completo que leí en mi vida fue, como ya lo he mencionado en otras ocasiones, referente al rock (Nadie sale vivo de aquí, la biografía de Jim Morrison), mismo que me movió, por consiguiente, a leer a Friedrich Nietzsche, y así sucesivamente. No es gratuito que uno de los centros culturales más prestigiosos, no sólo de la Ciudad de México, sino del país entero, sea el Museo Universitario del Chopo, y que el tianguis que cerca de él se realiza sea un referente mundial.

No obstante, el rock no representa únicamente el acceso a la contemplación intelectual; no mueve (cuando así lo desea el escucha) tan sólo a la lectura y a la apreciación de las expresiones artísticas. Este género tiene la capacidad de llevar conciencias a la reflexión, a la creación, a la acción. Como ya hemos comentado en participaciones anteriores, no son pocas las organizaciones o movimientos internacionales que, desde el rock, protestan contra las injusticias sociales o contra los abusos de los poderosos sobre los más vulnerables. No deja de sorprenderme; como género musical, es y ha sido capaz de generar planteamientos por una sociedad más justa y libre, algo que jamás he visto que suceda en los movimientos musicales más populares y promovidos en los medios masivos de comunicación.

Gracias a mi aprecio por el rock, adquirí el gusto por la lectura, me apasioné por la filosofía, hice radio y periodismo cultural por muchos años, e incluso conseguí el gusto por otras expresiones musicales como la contemporánea y la clásica de concierto, por el blues o por el jazz, así como por la música folclórica y tradicional (curiosamente, todos ellos, géneros que hacen excelente química con el rock), no sólo de mi país y sus regiones, sino de otras naciones del orbe. Todos éstos, logros bastante modestos, si los comparo con los de otros personajes, amigos y conocidos, quienes, a partir de su gusto por el rock, han logrado trayectorias por demás prolíficas y respetables.

Pocos géneros de los que conozco ofrecen estas virtudes; no obstante, en lo personal, mi tema es el rock, y por ello hablo de la puerta que simbólicamente puede representar para acceder a un universo de conocimiento y deleite estético. La puerta, que, en expresiones de Morrison, divide lo conocido de lo desconocido, está siempre abierta y uno tiene la libertad de cruzarla o no. Debo reconocer que no todos pasan por ella y optan por otras rutas, o por permanecer en las meras apariencias, en la superficie, sin el más mínimo deseo de profundizar. Habrá también quienes, desde su empecinamiento, seguirán no sólo creyendo, sino defendiendo que antes de lo que ellos escuchan y admiran no existía absolutamente nada. Estos jóvenes seguirán siendo blancos fáciles del perverso mercado, que los verá como simples consumistas de cualquiera de los productos chatarra que quiera venderles. Sin embargo, si tal es su determinación, mis más profundos respetos.

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