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sábado, 4 mayo, 2024
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Francisco: El coraje de ser cristiano

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Por: P. Aurelio Ponce Esparza •

Izquierda, derecha, conservador, liberal, progresista, retrógrado. A los seres humanos nos gusta clasificar. Al Papa Francisco se le ha querido clasificar en alguno de estos conceptos, que más o menos funcionan en la política, pero que están lejos de describir la fe y la vida del Papa. Francisco es simplemente un cristiano, un discípulo de Jesús, que trata de vivir con fidelidad la vocación a la que ha sido llamado.

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Desde el inicio del pontificado del Papa Francisco muchos han querido encuadrarlo en algunos de estos conceptos. Que si  es un progresista, que si  un liberal, de izquierda, simpatizante del comunismo, en fin, una serie de calificativos que lo único que reflejan es la ignorancia sobre la naturaleza, vocación y misión del Papa en la Iglesia católica. El Papa no es simplemente un jefe de Estado, lo es claro, porque el Vaticano es un Estado independiente, pero esta realidad no agota la figura del Papa ni su misión; no es un líder de mayorías, la Iglesia no es una democracia. No es un jefe supremo, omnipotente y plenipotenciario, la Iglesia no es una dictadura.

Es cierto que Francisco tiene un origen, una formación y que su pontificado inició en circunstancias muy particulares, pues  nunca en la historia reciente de la Iglesia se había vivido la elección del Papa mientras el anterior aún vive, este hecho histórico marca sin duda el camino que inició el nuevo Papa. Es cierto que muchas cosas se han movido en el Vaticano y en la Iglesia, incluso los escándalos no se han hecho esperar; es cierto también que Francisco  ha impregnado su ministerio petrino con un sabor muy especial, pero eso no es novedad, cada uno de los papas, a lo largo de la historia, han hecho lo propio; sería ingenuo pensar que este Papa es el primero en proponer cambios o realizar reformas.

La llegada de Francisco al Vaticano implicó movimiento de personas, cambios de estilo a la hora de organizar los encuentros, las celebraciones, audiencias, etc., todo lo que implica el ministerio del Papa se tuvo que modificar, eso es normal. El Papa ha iniciado un proceso de renovación de ciertos organismos de la curia romana que ya no estaban respondiendo a la realidad de la Iglesia,  propone un camino se sencillez y pobreza, de cercanía y misericordia, todo lo cual ha suscitado una serie de reflexiones sobre diversos temas que tienen que ver con la vida cristiana: matrimonio, divorcio, homosexualidad, etc.

La Iglesia como institución formada por seres humanos está sometida al desgaste del tiempo y a la inercia de las formas, pero se sabe guiada por el Espíritu Santo y por eso llamada a estar continuamente renovándose para que su misión, que ha sido la misma desde su origen, siga realizándose en las nuevas realidades de la sociedad actual. Pero esto va mucho más allá de izquierdas o derechas, de liberales o conservadores. El Papa no busca implantar su palabra, su forma de pensar, sus propios ideales, sino los del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo y esto implica, a veces, romper con ciertas formas, corregir algunos excesos o defectos, señalar errores, denunciar abusos, luchar contra algunas resistencias. Todo esto no debe escandalizar a nadie, basta conocer un poco la historia de la Iglesia para caer en la cuenta que esto es parte del proceso histórico de la comunidad fundada por  Cristo, realidad al mismo tiempo humana y divina. Francisco es únicamente un eslabón, no todo puede depender de un sólo hombre, él está tratando de vivir con coraje su ser de cristiano e invita a que todos los demás hagamos lo propio.

Él puede cambiar ciertas cosas, realizar algunos signos que se convierten en llamadas de atención para todos, emprender iniciativas de diversa índole como el  solicitar una revisión a fondo para la IOR o el así llamado banco del Vaticano, como el convocar un Jubileo extraordinario de la Misericordia  para recordarnos a todos la necesidad de volver al centro del Evangelio; puede cambiar ciertas rúbricas en la liturgia, como se ha dado a conocer esta semana respecto a algunas indicaciones para la celebración del Jueves Santo.

Éstas y otras acciones indican sólo una cosa: Dios da a su Iglesia lo que su Iglesia necesita. La llegada del cardenal Bergoglio a la Cátedra de Pedro es muestra de ello, como lo fue en su tiempo Juan XXIII, quien convocó el Concilio Vaticano II, o Pablo VI con la encíclica  Humanae Vitae, o Juan Pablo II, con sus innumerables viajes y particular carisma,  o el mismo Benedicto XVI con su claridad teológica y visión profética. Cada uno de ellos fue en su momento instrumento de Dios para hablar al mundo. Hoy lo es Francisco. ■

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