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miércoles, 15 mayo, 2024
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Zacatecas y San Luis Potosí: La esperanza de todos los días

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

  • Historia y Poder

El domingo 7 de mayo del año 1899 en el periódico El Estandarte, que dirigía el historiador potosino Primo Feliciano Velázquez y el añorado poeta Manuel José Othon, -a quien Ramón López Velarde admiraba con eterna devoción y respeto- se publicó una crónica que se cree es el primer intento de hacer “un cine nacional” ya que ante el fulgor que desataba en ambas ciudades los primeros cinematógrafos de los hermanos Lumiere en la acción del francés Enrique Molinié que andaba en ambas ciudades con películas indica que “varios jóvenes de San Luis Potosí y Zacatecas se asociaron con objeto de estudiar y poner en práctica, con los medios con que cuentan, un cinematógrafo en el cual pueda contemplarse palpablemente y con la semejanza posible de fisonomías, las grandes epopeyas y hechos heróicos de la historia nacional”.

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Notable hallazgo de la curiosidad, pues ambas ciudades siempre han estado hermanadas ya por la similitud en sus territorios mineros, ya porque un hijo zacatecano, el mestizo don Miguel Caldera Yamute es considerado el pacificador número uno y definitivo de “las bárbaras tierras chichimecas del Potosí” y a quien se le debe, no sólo destreza militar, sino una conciliación que atrajo a estas tierras potosinas la calma tan esperada para la  explotación de sus ricas minas luego de 50 años de infructuosos intentos por dominar a los huachichiles. Hubo de convencer a los feroces chichimecas con carne vacuna que los enloquecía por su sabor, vestidos de mujer a la usanza española y espejos y cuentas de colores.

Además, es el artífice para que más de 300 familias tlaxcaltecas se trasladaran a las nacientes ciudades potosinas para “ayudarlos a que civilizaran”. Hoy cuenta en esa ciudad con monumentos, calles y plazas con su nombre.

Muchos son los lazos que proveyeron de manera decidida que ambas ciudades mejoraran su calidad de vida y es que a lo largo de las centurias hubo desde acuerdos comerciales para el traslado de esclavos, de capataces mineros, de azogue y mercurio provenientes de la Habana o Filipinas, desde carne vacuna o mercancía que alistaban las casas comerciales con infinidad de productos que deslumbraban y consumían sus moradores.

Sorpresa también que Juan de Oñate, hermano de Cristóbal, fuese parteaguas en ambas ciudades para su crecimiento y fama nacional y mundial, en contraste con un país que nacía en medio de asonadas batallas por establecer la paz y no la decadencia brutal del egoísmo, la rapacidad y el vandalismo. Su aportación fundó ciudades con talento para multiplicarse y ser de fama en la elaboración de monedas de oro y plata que coadyuvaron a la riqueza de la economía mundial.

De la misma manera los estudios en el Instituto Científico y Literario de los hermanos Jesús y Ramón López Velarde, este último quien desarrolló de manera vertiginosa su afán poético y periodístico, además de la defensa viril por sacar de la temible penitenciaria potosina a don Panchito Madero.

En mis estudios en las galeras de los archivos municipales de ambas ciudades, son infinidad de noticias en que se asemejan: desde la solicitud de códigos y leyes municipales para su estudio y aplicación en las dos ciudades, el intercambio de médicos y medicinas, de métodos para el saneamiento de lazaretos de la lepra y el tifo, el intercambio académico en sus colegios y universidades durante los años de 1820-1879 y muchas otras semblanzas que enriquecieron la vida cotidiana de la época.

También fue visible la presencia de servidumbre y prostitución potosina en las calles y hogares zacatecanos, pues hay registros que de 800 prostitutas que existían en un listado de 1856 del gobierno zacatecano, cerca de 200 provenían del estado potosino.

Zacatecas y San Luis Potosí: la esperanza de todos los días. ■

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