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sábado, 4 mayo, 2024
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¿Educación o producción en serie?

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Por: ANABEL CERVANTES ALVA •

El ser humano gregario por naturaleza, al interactuar con otros, busca obtener tantas satisfacciones como sea posible, y para ello adopta diversas actitudes, negativas o positivas en relación con las normas sociales y por consecuencia de influencias externas e internas. De aquí se desprende una interrogante: ¿hasta qué punto, el ambiente que rodea al alumno dentro y fuera de la escuela es propicio para el desarrollo de su área socio afectiva?¿Por qué motivo los alumnos se agreden entre sí, en una competencia constante?

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¿Si el ambiente fuera del aula no resulta propicio para las interacciones interpersonales, entonces dónde desarrollarán los niños las habilidades sociales?  La escuela debería ser uno de los espacios con mejores posibilidades al respecto, sin embargo la situación es poco alentadora, pues para lograr tan loable enmienda, se requiere una verdadera transformación, que va de lo macro a lo micro. Se dice que reformar la educación básica implica un cambio en las prácticas educativas de los maestros, aunque de facto se sabe que la responsabilidad principal recae en el sistema mismo, (del cual por su puesto el profesor es tan sólo un engrane). El sistema tras sus normas y programas impone en cierto grado el estilo de enseñanza, e impacta en las interacciones.

¿Por qué responsabilizar al maestro de la situación decadente en que se encuentra la educación? Además del bajo rendimiento académico, un problema de acoso escolar repercutirá en la estabilidad laboral del docente, a quien nunca se le delegó la formación del área socio afectiva del niño. La tarea del maestro ha sido por décadas la transmisión de contenidos,  y aunque el profesor tuviera un reglamento que regule la conducta y dé un buen ejemplo en clase, su influencia sobre la actitud de los alumnos tiene límites, no podrá cambiar mágicamente la personalidad ya moldeada desde el nacimiento. Los factores socio afectivos nunca fueron variables de relevancia para el sistema, y ahora que el caos ha salido de control dados los cambios sociales, como la violencia e inseguridad desmedida, los ojos del país entero posan sobre los maestros con un veredicto común: “culpables”.

En los slogans que publicitan las “buenas intenciones” de la actual reforma educativa, se dice: mejor educación para transformar a México. Lo que a la inversa indica que si México no avanza, es culpa de la mala educación y por tanto del docente. La trampa que el gobierno teje con las agujas televisivas, no es más que el vestido que cobija al pueblo de miseria e incertidumbre. ¿Por qué se empeñan en hacer del docente un repetidor y transmisor de contenidos, mientras el alumno se convierte en un ente antisocial y agresivo, cuando se sabe de prácticas efectivas que centran la atención en las habilidades y potencialidades del niño, que requieren de libertad más que de contenidos lineales y actividades mecanizadas e individualistas? La respuesta es: porque los fines de la educación que algún día se pretendían centrar en lo humano se tornaron en fines de lucro y producción. No se puede perseguir el fin humano de la educación si durante el hecho educativo las actividades se rigen desde la norma impuesta a través de la cual el profesor será medido y calificado.

Mediante las actividades lúdicas los alumnos aprenden a interactuar, a cooperar y organizarse en función de metas comunes, aprenden a aceptar las diferencias, se vuelven tolerantes a la frustración y descubren sus fortalezas, necesidades y gustos. Surgen líderes y talentos diversos: el niño que sabe interrogar, la niña que domina cualquier movimiento complicado con su destreza motriz o aquel que resuelve los conflictos entre compañeros brindando armonía en el grupo, etc. Estas habilidades durarán de por vida; mientras que los contenidos temáticos serán olvidados y cuando esto suceda, el remedio eficaz será un ordenador conectado a la red, mientras que la curiosidad, habilidades, y talentos, ya reprimidos jamás se podrán recuperar.

El gobierno no reformará de raíz la educación pública básica, porque le estorban los líderes; no preparará gimnastas porque necesita obreros; no disminuirá la violencia porque es la base de su enriquecimiento, etc. El gobierno no reforma de raíz porque requiere personas en constante competencia, que le reditúen sin cuestionar. Las empresas acuñaron el Taylorismo como método de producción centrando su atención en la especialización del obrero, de aquí que en la escuela, se produzcan alumnos en serie, mismas competencias, según las necesidades del mercado y el patrón, pues al igual que al gobernante, al empresario le estorban las personas que exijan y luchen por mejores condiciones laborales. Los cambios al currículo escolar durante la Revolución Industrial fundamentan las presentes deducciones.

Formar autómatas y reprimir liderazgos, afortunadamente es una meta no consumada; los movimientos sociales son la mejor prueba de ello, y así seguirá siendo mientras existan profesores disidentes, llámeseles mediocres, qué más da. ■

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