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viernes, 26 abril, 2024
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Por qué el Simposium de Reforma de 1971 (2/2)

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Por: Juan Manuel Rivera Juárez • Elva Cabrera Muruato •

La Universidad de principios de los 70 debía fijar con urgencia y suficiente objetividad los alcances de la enseñanza que se impartía en sus aulas. Se repetía hasta el cansancio que la “Universidad tenía como fines la enseñanza superior, la investigación científica y la difusión de la cultura” (documentado en el Archivo Histórico de la Universidad Autónoma de Zacatecas), no obstante la planta docente de la Universidad no educaba.

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Previamente hemos informado que los profesores frente a grupo informaban, sin distinción de lo que se consideraba “superior”. Se omitía que la función de toda enseñanza es la de educar. En la actividad universitaria como mera enseñanza, proliferaban los catedráticos como simples repetidores de lecciones o asistentes rutinarios de las mismas, enclaustrados a libros de texto obsoletos.

Mención especial merecen los exámenes, la forma tradicional de evaluación en esa época, el estudiante a fuerza de ser amenazado con ser reprobado, llegó a convencerse que lo importante no era estudiar para aprender los contenidos de la asignatura y más tarde emplearlos directa o indirectamente en la vida, lo realmente importante era pasar aquella prueba. Paso a paso los exámenes se convirtieron en el fin del estudio y no en una simple valoración parcial.

La sociedad necesitaba que el estudiante se interesara en el estudio y que su aprendizaje obedeciera precisamente a ese interés, el que indudablemente trascendería los límites de las aulas universitarias. La exigencia radicaba en que lo que estudiara el joven universitario no sólo lo capacitará para el ejercicio de una profesión dada, sino para que actuara con responsabilidad y sin indiferencia ante los problemas que aquejaban a la sociedad.

Otro asunto de no menor importancia era el control de asistencia de los alumnos, se llegó a establecer como prioridad la presencia a clases para no excederse en faltas y no perder el derecho a cursar la materia, dejando de lado que la importancia del aprendizaje que se recibiría en clase o el estudio de los materiales relacionados con los contenidos. El maestro utilizaba el control de asistencia de los alumnos como un medio de presión, apoyado en las consecuencias derivadas de la no asistencia regular. Como consecuencia no se logró despertar el interés en los alumnos de asistir a clases con puntualidad para recibir una instrucción completa, escuchar la palabra del maestro, aclarar sus dudas y ampliar sus conocimientos.

En cuanto al control de asistencia de los maestros. Los controles de asistencia de los maestros habían fracasado (descuentos de salario, libros de registros de entrada, etcétera. En aquel tiempo se llegó al extremo de creer que la instalación de un reloj checador resolvería el problema del ausentismo de los maestros). Era evidente la falta de vocación en los docentes, muchos partían de la premisa de que su participación como catedráticos honraba a la institución educativa por lo que su presencia en el aula estaba sujeta a sus tiempos libres. Los bajos salarios eran en cierta forma la justificación al ausentismo de docentes que consideraban que para la Universidad verse privada de sus servicios sería una catástrofe. La Reforma exigía prescindir de los profesores que no entendían su misión, ni las repercusiones negativas que su desempeño dentro del aula causaban en el alumno y en el futuro en la sociedad.

En cuanto a la investigación, otra de las funciones sustantivas de la Universidad, se pensaba que no era la tarea de un sector minoritario, y que al no existir un Instituto de Investigaciones Científicas, la investigación debía ser desarrollada por los alumnos y profesores. La premisa era que la investigación debía formar parte de la educación del alumno, que trascendiera lo que se estudiaba en las aulas para centrarse en el mundo en el que habría de vivir el alumno y para el cual debería estar preparado eficientemente. Se buscaba que la investigación no fuera simplemente complementaria, que se debía realizar en todas las asignaturas, en laboratorios, biblioteca y en el mundo de la realidad. El objetivo era dejar de formar profesionistas de una “élite” cerrada incapaz de servir a la sociedad. Otro de los aspectos negativos de la educación impartida en las universidades.

A la difusión de la cultura se le consideraba una tarea esencial de la Universidad. Surgía la idea de que la Universidad más que buscar una difusión de la cultura debía encontrar la forma de interesar a la sociedad misma en sus diversas manifestaciones, de modo que buscara los senderos que la llevarían a un enriquecimiento espiritual. Esta obligación de la Institución de ofertar toda su riqueza cultural en bien de la sociedad, no se asumía cabalmente. Se planteaba que la única forma de poder cumplir con esa misión era con la participación de todos los universitarios.

El principio era que la cultura debía formar parte de la educación del alumno para capacitarlo y en su oportunidad convertirse en un promotor de la educación cultural de la sociedad, y que eso no se podría lograr si la Universidad continuaba trabajando de la forma que lo venía realizando. Era responsabilidad de la Universidad la educación integral del alumno, como un hombre interesado en el contenido de las materias impartidas, es decir, en el conocimiento, motivándolo a participar activamente en el aspecto cultural y en la investigación científica. ■

*Docente Investigador de la Unidad Académica
de Ciencia y Tecnología de la Luz y la Materia.
*Docente Investigadora de la Unidad Académica Preparatoria.
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