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viernes, 26 abril, 2024
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La espiral de la conquista de los derechos: las familias homoparentales

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS • admin-zenda • Admin •

La conquista de los derechos camina lento. Pero sin duda un momento estelar es la llamada “primera vez” del ejercicio reconocido del derecho en cuestión. La primera vez en que votaron las mujeres, la primera vez que fueron votados y electos no-propietarios, la primera vez que pudieron los negros asistir a restaurantes restringidos, la primera vez de los indígenas en la escuela, etcétera. Es un paso decisivo porque a partir de ahí la transformación cultural sobre el tema cambia a ritmos exponenciales. Una vez que es vivido el derecho se pone de manifiesto que no es el peligro que los sectores conservadores aducían como justificación de su rechazo. Porque un rasgo común del rechazo de los nuevos derechos es exponerlos como un peligro al orden social. El voto de las mujeres iba a ser un peligro porque las masas femeninas no sabían nada de los asuntos públicos y ahora los iban a poder definir, los no-propietarios al ser electos serian un peligro porque no tenían nada que perder y sus decisiones por tanto serían anárquicas, y así todos los casos. Las derechas sociales siempre ponen en el tapete del debate estos motivos porque la emoción con la cual hacen política es el miedo. La izquierda, por el contrario, hace política con la opuesta: la esperanza. La creencia de que las situaciones sociales pueden ser de otra manera. El miedo y la esperanza (nos decía Spinoza) son las dos emociones básicas de la política. Y es verdad.

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Ahora, después de que se ha celebrado la primera boda gay en Zacatecas, los miedos irán menguando porque se verá que todos esos peligros no son más que fantasmas. Al igual que los temores a la adopción de niños de las familias homoparentales. Ya existen niños en esta situación y, una vez que se observe que-todo-está-bien, dejaran de poner dichas objeciones. Y crece la idea de que es posible ampliar la mirada. Una vez que ocurre esto, la base del sentido común se hace más ancha: cosas antes “peligrosas” se convierten en comúnmente aceptadas. La idea de la democracia es un ejemplo: a finales del siglo 19, la propia palabra era peyorativa y serlo públicamente era casi un insulto. Y ahora, es de lo más común ser demócrata. ¡Hasta los clérigos se asumen así!

Este acto al que ahora nos referimos (primer matrimonio homoparental) es un paso que muestra que la batalla cultural se va ganando. La esperanza empieza a ganarle terreno al miedo. Vemos que la aprobación de la opinión pública sobre el particular va creciendo, y es probable que en pocos años, la cifra siga modificándose en positivo. El tiempo de la cultura y el tiempo de las instituciones son muy distintas, y sin embargo generan una espiral virtuosa entre ambos. Y es justo lo que ahora ocurre. Aún falta por reconocer más derechos civiles, pero sin duda ahora hay motivos para celebrar: ¡salud!

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