Nadie niega la importancia de tratar las aguas residuales para equilibrar el déficit existente en el estado entre extracción y recarga en los acuíferos. Es decir, de los mil 620 millones de metros cúbicos que se extraen al año, sólo se recargan poco menos de mil 200 millones, lo que significa que tenemos un déficit anual de 400 millones al año. Y si esto lo examinamos junto con el tipo de uso del agua que tenemos en la entidad, donde 87 por ciento se usa en la agricultura, nos da una idea de la importancia de los procesos de reutilización del agua. Esto es, la mayor parte del agua tratada se destina a la agricultura, con lo cual, podemos aligerar el estrés de los mantos freáticos, que ahora mismo 15 de los 34 mantos están sobre-explotados.
Recordemos que en Zacatecas vivimos del agua del subsuelo, por tanto, el objetivo de conseguir el equilibrio entre demanda y oferta de agua subterránea se convierte en una aspiración absolutamente vital para la vida de esta árida región del país. En ese contexto, la salud administrativa y financiera de las plantas tratadoras de agua es un tema de interés público por demás claro, al grado que es uno de los ejes estratégicos del Programa Nacional Hídrico. Dicho plan, en acuerdo a los Objetivos del Milenio, tiene que conseguir que para el año siguiente, se trate 70 por ciento de las aguas residuales: ¿en un año llegaremos a esa meta?
De hecho, para estimular a los estados y municipios, la Conagua tiene la política de estimular el tratamiento de las aguas residuales otorgando a los organismos operadores más recursos entre mayor sea su volumen de tratamiento de aguas que logren.
Con el antecedente de la planta tratadora de Osiris en Guadalupe, donde el manejo de los costosos retrasos estuvieron envueltos en una bruma de opacidad o falta de transparencia, nos hace pensar que el alto porcentaje de las plantas tratadoras que operan con deficiencia, se debe justamente a este mismo problema: opacidad que oculta manejos oscuros; o dicho con toda franqueza: la corrupción como madre de las deficiencias en las aguas tratadas.
Al igual que mucha de la obra pública en el estado. Aquí tenemos un ejemplo, de cómo la política de transparencia, al mejorar los mecanismos de operación de las entidades gubernamentales, contribuye (como en este caso) a lograr la seguridad hídrica zacatecana. En suma, debemos caer en la cuenta de cómo se vincula el combate a la corrupción con la salud ambiental, y de esta última, con la producción de alimentos. En una frase lapidaria: sin corrupción habrá más agua en este árido destino del mundo.
