- Historia y poder
El drama que vive el país de los desencantos es terrible y la memoria del pueblo zacatecano revive una y otra vez los cruentos episodios en donde la herida lejos de cerrar, sigue sangrando por lo duro y tupido de sus incidentes en que el inocente pagó las cuentas, el más pobre todos los cementerios y el más valiente, la cárcel, la tortura, la fosa común o el destierro.
Junto al empresario arruinado, con equívocos medios de vida y de equívoca procedencia, junto a vástagos degenerados y aventureros de la burguesía, vagabundos, licenciados de tropa, licenciados de presidio, huidos de galeras, timadores, saltimbanquis, carteristas y rateros, jugadores, alcahuetes, dueños de burdeles, mozos de cuerda, escritorzuelos, organilleros, traperos, afiladores, caldereros, mendigos, en una palabra, toda es masa informe, difusa y errante que los curas rebeldes zacatecanos llamaron la prole insensata: con estos elementos, tan afines a la barbarie, formó el tiempo , la necesidad de beneficiarse a costa de la nación trabajadora en los bolsillos de la gran burguesía extranjera y nativa, más aun, cuando en las minas se prodigaba oro para el mundo.
Explicándole al futuro como debía seguir el rumbo: de tiempo atrás los zacatecanos sabemos de fosas comunes, de desapariciones forzadas, de presos políticos y del destierro forzado de quienes osaron armar gavillas justicieras o simplemente apoyar decididamente las revueltas estudiantiles y obreras, duro trabajo en la escalera de recorrer el tiempo cargando bajo las espaldas todo el peso de los grandes sacrificios y las muchas incomprensiones.
Todo ello es parte del gran clamor nacional que desde siglos ha venido proponiendo con los métodos légales de cada época: Roque Estrada y su hermano sufrieron el presidio y aun así siguieron las reglas que cada cambio a costa de miles de vidas imponía tales sacrificios: El flacucho Pánfilo Natera peleó en todos los frentes con los pareceres que la época imponía y fue colocado como un justo en medio de las balas y las formas de imponer la nueva política sin revanchismos, aun así, jamás desterró la pobreza, la inequidad, la malicia y el crimen callejero.
Los grandes próceres se quedaron en el limbo de las estatuas y sus enseñanzas fueron desterradas por el cinismo a ultranza de quien llegó al poder con la compra o robo de urnas, bajo el estado de sitio que imponía el estupro y la docilidad de las fuerzas políticas empeñadas, puro dolor tan puro en que la decepción recayó en la más temible de las depresiones y en el suicidio colectivo.
Noche de vigilancia eterna: los compañeros y compañeras alzan la voz y colocan la manta en todos los frentes y a continuación vendrán de seguro, las nuevas épocas en que el pueblo siga clamando por la justicia venidera. Al tiempo, al implacable. ■
