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lunes, 6 mayo, 2024
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Y cuando despertamos, el porrismo seguía ahí

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL • admin-zenda • Admin •

Sería grato pensar que no es así, que la frase de que “todo tiempo pasado es mejor” es mera nostalgia, pero de vez en cuando la realidad parece confirmarlo.

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Los jóvenes, y los adultos jóvenes, no obstante su preparación, sus habilidades tecnológicas, el acceso inmediato a información y la posibilidad de conectarse con intelectuales, académicos, empresas, universidades, tienen peores condiciones laborales, económicas, en comparación con las generaciones que les antecedieron.

Miles se quedan sin la oportunidad de entrar a la educación superior, y los pocos que lo logran egresan para obtener un empleo precario en el que muchas de las veces, sus últimos años de estudio sobran.

Mientras hace cuarenta años había tres oportunidades de empleo por cada profesionista, -con prestaciones y salario como tal-, hoy existen tres aspirantes por cada oportunidad laboral.

El poder adquisitivo tiene más de treinta años en declive, por lo que el salario alcanza apenas para menos del 30% de lo que alcanzaba hace unas cuantas décadas; y por si fuera poco, se ofrece hoy menor salario al de hace algunos años.

Si ya ofertar uno igual sería desventajoso debido a la inflación, es inhumano que encima se pretenda pagar menos aprovechando la escasez de empleo.

Además, las prestaciones sociales mínimas como el derecho a una jubilación, seguridad social y la posibilidad de adquirir un crédito hipotecario ya son sólo el lujo de unos cuantos que heredaron las plazas y conectes laborales de sus padres.

A todo esto se suma que estas generaciones han padecido una guerra en carne propia de tal intensidad, que para muchos es ya un asunto normal.

Las ejecuciones, la aparición de cadáveres a plena luz del día, los mensajes de agrupaciones delictivas, y las balaceras, ya no son causa de conmoción como sí lo son para quienes saben que la paz es una cosa distinta.

Frente a cualquier queja ante todo esto podría responderse que en contraparte los jóvenes, y los jóvenes adultos de estos tiempos viven en mayor libertad.

Es verdad, el rock no solamente ya no está prohibido, sino que los conciertos ahora cuentan con el patrocinio gubernamental. También es verdad que las mujeres podemos vestir corto, beber cerveza, jugar billar, viajar en autos con compañeros de trabajo o amigos, y entrar a Las Quince letras sin que la reputación esté en juego.

La celebración del primer matrimonio igualitario en Zacatecas, pese a que fue posible mediante un amparo y una larga lucha judicial, es muestra de que incluso se han obtenido conquistas mayúsculas, aunque sin duda insuficientes.

No obstante estamos lejos de tener las libertades que importan. Sí, podemos elegir el color de auto que prefiramos, pero no tenemos con qué adquirirlos; puede decirse cualquier cosa en las redes sociales, y en algunos medios libres, pero eso no se traduce en ser escuchados.

El comunismo dejó de estar proscrito, ser oposición ya no es causal para detener a alguien, como alguna vez le sucedió a don Luis H. Álvarez, pero muchas causas de lucha siguen ahí, y muchas otras se han agregado.

Con el asombro de quien piensa haberse librado de eso, Adrián, profesor de secundaria y amigo entrañable, me contaba hace años como su padre, el maestro Víctor Hugo, fue secuestrado por unas horas durante un congreso para elegir a la dirigencia sindical del magisterio; un porro le impidió salir de su habitación en el hotel en que se realizaba el evento para evitar que el maestro fuera a emitir su voto. Como él, fueron muchos los casos.

A Adrián y a mí nos sorprendían las formas tan viles para coartar la libertad de los trabajadores para elegir a sus representantes sindicales.

El pasado jueves quedó de manifiesto que esas estrategias porriles siguen vivas. Esta vez no hubo secuestros, hubo golpeadores trajeados que con cinismo y sin importar los celulares y cámaras que lo atestiguaban arremetieron contra los profesores, buscando una respuesta violenta que legitimara la suspensión del congreso.

Afortunadamente no la encontraron. Como puede verse en los vídeos, la reacción de los profesores es absolutamente mesurada en comparación con las sillas voladoras, y las patadas repentinas e injustificadas que los porros propinaban a quien encontraban enfrente.

De poco sirvió la prudencia. Estaba ya todo plancheado para que se impusiera en la sección 34 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación a una dirigencia espuria que se antoja servil.

Los profesores burlados anuncian que impugnarán la imposición por la vía legal y realizarán acciones políticas en respuesta al atropello. El asunto aún no termina.

Quizá el peor error que ha cometido mi generación es pensar que el mundo cambió, que las mañas más ruines como las que vimos el pasado jueves ya están fuera de uso. Tenemos que saber que aún existen, que aún se atreven a usarlas, y prepararnos para enfrentarlas.

Sería un error de los otros pensar que el poder y la impunidad serán eternos. Y que habrá resignación frente a la adversidad.

Entre lo que empeora, y las injusticias que permanecen, hay también victorias significativas. Que se vea dónde está Elba Esther Gordillo ahora, por si queda alguna duda o siguen las ganas de seguir ese camino. ■

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