13.8 C
Zacatecas
domingo, 5 mayo, 2024
spot_img

Hace años que cambió el quehacer del psicólogo clínico en consulta: García

Más Leídas

- Publicidad -

Por: ALMA RÍOS •

■ Se presentan víctimas de secuestro e integrantes del crimen organizado afectados por estrés

- Publicidad -

■ La recuperación de las víctimas depende de su resiliencia, el apoyo familiar y la sociedad, dijo

Desde hace alrededor de ocho años, relata su experiencia profesional Olga Patricia García Jiménez, psicóloga clínica y perito en psicocriminología y delitos sexuales en niños en el Tribunal Superior de Justicia del Estado de Zacatecas, cambió el esquema del trabajo de los psicólogos en consulta.

En su caso, si antes atendía a pacientes con problemas de depresión, ansiedad o relativos a las relaciones de pareja, comunes en su práctica, comenzaron a presentarse víctimas de secuestro o integrantes del crimen organizado afectados por el estrés o la ansiedad que estaban viviendo.

La inminente realidad mexicana modificó las intervenciones de los profesionales de las ciencias de la conducta, lo que personalmente le permitió, dice, “ver los dos lados de la moneda: la víctima y el agresor”.

¿Cómo recuperarse de una experiencia traumática en que la vida y la libertad estuvieron en manos de otros? Y por otro lado, ¿de dónde surgen las conductas de alta violencia hacia otro ser humano?

En el primer caso, la recuperación depende de la estructura de personalidad de la víctima, en la que uno de los elementos fundamentales es la resiliencia, “que son características que todos tenemos pero que curiosamente las sacamos en la adversidad, cuando se toca fondo”.

Citó entre ellas la autoestima, la creatividad, la espiritualidad o la fe, y el sentido del humor: “hasta reírse de la propia desgracia”.

Trascender el haber sido víctima de secuestro, comentó,  también tiene que ver con el apoyo familiar y de redes sociales con que se cuente.

Profesionalmente García Jiménez fomenta la espiritualidad para la recuperación de las víctimas de este delito.

“No hablo de una religión. Pero las mismas personas decían que de pronto para combatir y darle la cara al hambre, a la sed, al frío, se ponían a orar, a rezar y a evocar a quien se les ocurriera. Y que eso les había ayudado”.

La gente que trasciende estas experiencias, “sale con mucha fortaleza espiritual, como valorando lo que anteriormente no valoraban”.

Los casos de secuestro requieren en principio de una valoración médica cuando existen manifestaciones de taquicardias, ansiedad, que pueden llevar en caso de predisposiciones genéticas a que se detonen problemas de salud como hipertensión o diabetes.

La medicación con antidepresivos o ansiolíticos recetada por un médico psiquiatra, también pueden requerirse sobre todo en las primeras fases del proceso por el que transitan las víctimas para su recuperación.

La primera de estas fases es de desubicación y viene luego de ser rescatadas o escapar de sus captores. Su emoción es tan grande, “que no les permite poner los pies en la tierra de lo que pueda venir”.

Viene luego una etapa de estrés postraumático que se expresa con problemas de sueño y/o en la alimentación, pesadillas, terrores nocturnos, ansiedad, paranoia, esta última en que se asocian eventos a recuerdos, por ejemplo el color de una camioneta donde “fueron levantados”, olores o la memoria de la tortura física y moral de haber sido “sobajados hasta lo más profundo”.

La recomendación de García Jiménez es que las víctimas se incorporen a su vida cotidiana lo más pronto posible, aun con miedo o auxiliadas con acompañamiento, aunque precisa que esto es muy difícil para las personas.

La mayoría de ellas se recupera, dice, pero existen casos de quienes luego de cinco o más años de haber salido de un secuestro, no logran que su vida “vuelva a ser la misma”.

“Obviamente hay quienes sí lo hacen y aprenden hasta de esa desgracia”. Aquí refiere la respuesta que le dio uno de sus pacientes.

“Yo le decía ¿qué aprendiste de tu secuestro? Él contestó: ¿cómo cree, que qué aprendí de mi secuestro? Nada.

-¿Qué aprendiste?

Y dice: sí, es cierto. Aprendí a saber lo que era un padre, a describir lo que era un hermano, porque antes no.

 

Problemas de crianza en los agresores

“¿Qué pasa con aquellas personas que torturan?, ¿cuál debe haber sido su historia?” La respuesta al porqué pueden darse comportamientos tan violentos que permitan a algunas personas ser ejecutores de tortura, con excepción de aquellas que presentan problemas orgánicos o neurológicos, la ha encontrado Olga Patricia García Jiménez, en 90 por ciento, en características de crianza.

“Tiene que ver con lo que aprendieron, lo relacional. Las historias clínicas arrojan poco vínculo afectivo, límites muy escasos, poca comunicación y poco acompañamiento emocional”, dijo.

García Jiménez ha encontrado en los elementos contrarios, cuatro bases fundamentales de la crianza que no debieran descuidarse.

El primero, dice enfática, “digan lo que digan aquí y en China, es el amor”. El que los padres de familia sean gente de contacto, que abracen, besen, sonrían y vean a los ojos a sus hijos.

El segundo es la comunicación, que precisa “en que las emociones tengan nombre y apellido”, que sepan los papás qué les gusta y qué nos les gusta a sus hijos desde pequeños.

Sentarse con ellos a ver la caricatura o escuchar la música favorita, y en caso de que no compartir el gusto por ellas, como puede suceder con géneros como los narcocorridos, decir a los hijos por qué. “Pero me siento con él a platicar sus gustos y expectativas”.

Otro foco de atención que ha encontrado valioso es la existencia de reglamentos que estructuren las conductas de los menores. Y por último, la existencia de límites o consecuencias a las mismas.

Esto elementos, a los que ha denominado en conjunto “la sopita caliente”, en alusión al alimento no sólo físico sino emocional que vincula a la gente a su hogar,  generan un equilibrio en la crianza de las personas y puede garantizar, dice, el que un menor retorne a su casa o por el contrario, en caso de carecer de él, se involucre quizás en actividades delincuenciales o consumo de sustancias nocivas.

En el caso de quienes se involucran en el crimen organizado, refirió la conversación con un joven.

“Dice: anda ¿qué crees? Hasta me dan un apodo”. Esto es, le están poniendo atención, y en esas organizaciones tienen una estructura, horarios y funciones “y si no cumplen, consecuencias”.

“O sea tienen esa sopita caliente en otro lugar, negativamente, sin una expectativa y sin un futuro pero hay chicos que se la juegan”.

También de sus conversaciones con los menores en esta situación comentó la respuesta que le han dado algunos cuando les refiere “¿pero sabes cuál es tu promedio de vida?

-Sí, cinco o siete años…pero me la juego”.

“No me dicen con esas palabras, pero seguramente, ‘porque tengo esa sopita caliente’, es decir invierten en ese sentido”.

Olga Patricia García Jiménez, psicóloga clínica quien tuvo 10 año de experiencia en clínica de hospitales psiquiátricos en la Ciudad de México y especializaciones en terapia de niños y adolescentes con enfoque en terapia de juego así como en conductas adictivas, trabaja asimismo en el Departamento de peritos del TSJEZ.

Como psicóloga clínica también ofrece consultas en el Centro de Atención Primaria en Adicciones de los SSZ. Tiene en preparación un libro que justo ha nombrado La sopita caliente, que espera terminar a finales del presente año y sobre el que no existen todavía planes concretos para publicación.

A través de este texto en que incluye sus experiencias profesionales, busca ofrecer “una herramienta fundamental, sencilla, básica para prevenir conductas difíciles, desde el consumo uso y abuso de sustancias hasta embarazos no deseados”.

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -