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sábado, 4 mayo, 2024
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Unas chelillas…

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Por: CITLALY AGUILAR SÁNCHEZ •

  • Inercia

Si es jueves, viernes o sábado la juventud zacatecana se lanzará por las calles del Centro Histórico o las avenidas principales en busca de unas “chelas tranquilas”. En gustos se rompen géneros y por tanto hay lugares de todos precios y calidad, sin embargo los jóvenes de nuestra capital se caracterizan por aparecerse siempre en los lugares de moda, desechando de inmediato a aquellos que, ya no ofrecen novedad. Dada esta curiosa actitud, los antros, bares y demás lugares de reunión tienen una vida realmente útil de entre 2 y 3 años, si  no es que menos.

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Esto, además de fomentar cierto segregacionismo pues los lugares nuevos suelen iniciar con precios altos y actitudes elitistas, también evidencia el nepotismo, pues los dueños de tales empresas resultan ser hijos de funcionarios públicos, quienes creen tener derecho a pasar de largo en reglamentos y demás infracciones, siendo los consumidores los perjudicados.

 

De Mirreyes y mirreynatos

Muchos suponen que el concepto de “mirrey” se relacionaba con aquella imagen ochentera del cantante Luis Miguel, con su bronceado envidiable, causado por sus constantes visitas a Acapulco, por tener dinero, ser famoso, galán y usar la camiseta con los botones cercanos al cuello completamente abiertos, exponiendo el pecho con orgullo. Sin embargo, según el académico, escritor y periodista Ricardo Raphael, durante la presentación de su libro Mirreynato la Otra Desigualdad en Zacatecas, el término “se refiere a los personajes junior versión 2.0, es decir, hijos de políticos o los mismos políticos que llevan una vida ostentosa y de excesos gracias al recurso público o haciendo uso de sus influencias en las esferas de poder.”

En este contexto, la diversión de los jóvenes hoy en día, también es víctima de un monopolio inquebrantable, dando vida a un negocio redondo y turbio como lo es la política en la entidad. Hace unos días apenas que se hizo público el caso de un bar en La Alameda, el cual sin licencias para vender alcohol ofrece sus servicios con soltura, y cuyos dueños entran dentro de la categoría mirreynezca que propone Raphael.

No obstante, nunca falta aquél que en defensa de estas actividades ilícitas reacciona a favor, pues no sólo se trata de un lugar que opera de forma ilegal, sino que es un lugar de encuentro, de entretenimiento y donde, como en cualquier otro lugar de moda, se puede hacer uso del elitismo para sentir cierta superioridad sobre los demás.

Pero el problema se extiende hasta esferas inimaginables, pues son estos Juniors quienes seguramente, en un futuro no muy lejano, estarán al frente de los puestos políticos; de ahí que todos les rindan reverencia, tal cual reyes medievales. Ésta es por ahora su pequeña monarquía, donde empiezan a hacer sus pininos corruptos; es el entrenamiento previo a lo que será su destino o mejor dicho, el destino de todos.

 

Unas chelas tranquilas

Conozco muchos lugares de excelente cordialidad y calidad, en los que los precios de las bebidas son accesibles y sobre todo coherentes, donde atienden con respeto. De igual forma he tenido que ir también a lugares en los que, para entrar se tiene que hacer una larga fila afuera, viendo pasar injustamente a los hijos de funcionarios antes, además de que cobran como si la bebida estuviera argenteada en oro.

No se trata entonces de criticar solamente al nepotismo, sino de poner énfasis en la serie de injusticias que todo esto conlleva, que van desde que le dan en el traste a los pequeños negocios con excelente atención al cliente, hasta la contribución que hacen a esta cultura de elitismo desmedido.

¿Es que acaso salir a divertirse en esta ciudad implica un gasto extra, que ningún clasemediero (y por ende el groso de la población) tiene? ¿Tenemos que exponernos a desplantes por no ser hijos de algún político? ¿Nos merecemos un trato indigno cuando queremos echar unas chelas tranquilas?

Ante esta situación, muchos hemos decidido alejarnos de la “escena social” zacatecana, y no protagonizar fotos en las revistas de corte social. Nos hemos relegado, nosotros solitos, a un área mucho más humana, al área de la gente que se la quiere pasar bien. En otra parte de la ciudad están aquellos, que sintiéndose inalcanzables, están dispuestos al maltrato comercial que ofrecen lugares que generalmente suelen estar instalados en el bulevar y zonas aledañas. Desde luego que ese éxodo voluntario que muchos hemos encabezado es parte de un círculo vicioso, pues propicia que se mantengan estas perspectivas verticales entre la juventud.

Una solución, aunque idealista, sería que como público consumidor exigiéramos siempre un mejor trato, precios justos y una correcta vigilancia en la legislación de los lugares que frecuentamos; sin embargo ¿Sobre quién estarían ejerciendo su mirreynato? ¿Es que acaso los creemos capaces de renunciar a sus privilegios? Es muy naïf creer que sí. Por lo mismo considero acertado ser consumidores congruentes y dejar de gastar productos o en establecimientos que no proporcionan calidad en todos los niveles.

Si vamos a pagar por diversión, lo justo es que esa diversión sea digna… Aunque lo ideal sería dejar de beber y encerrarnos en casa a leer, pero eso nunca sucederá. ■

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