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jueves, 13 junio, 2024
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Mucho más que un Jeep

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Por: VEREMUNDO CARRILLO-REVELES* •

Domingo por la madrugada. Manos anónimas le prenden fuego a un Jeep estacionado en pleno corazón del Centro Histórico de la ciudad de Zacatecas, reconocido desde hace dos décadas como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco. En cuestión de minutos, las llamas devoran casi por completo el automóvil. El templo de Santo Domingo, joya arquitectónica del barroco novohispano, y el Museo Pedro Coronel, con su impresionante colección de obras de Dalí, Kandisky, Picasso y Miró, entre otros, atestiguan silenciosos el hecho.

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Aunque algunos medios locales dieron cobertura al suceso desde el propio domingo, a partir de ayer martes la noticia se volvió nacional: una fotografía del coche calcinado ocupó la portada de uno de los principales diarios de circulación en el país, La Jornada, y el propietario del vehículo fue entrevistado en vivo por Carmen Aristegui, en su popular noticiario radiofónico de MVS. A lo largo del día, diversos portales reprodujeron una y otra vez la noticia, mientras las redes sociales hicieron lo propio, dándole un alcance inusitado para un hecho ocurrido en Zacatecas, entidad que, pese a su enorme extensión territorial, ocupa el lugar 25 en número de habitantes y, hay que subrayarlo, pocas veces figura en la cobertura de los medios de alcance nacional.

Más allá del suceso mismo, altamente condenable, la razón del elevado nivel de atención fue otra: el propietario del Jeep siniestrado es un periodista, el reportero gráfico de La Jornada Zacatecas, Ernesto Moreno. El propio afectado no descarta que la agresión pudiera tener orígenes distintos a represalias por su labor profesional, como una disputa vecinal que involucra a un alto funcionario de los Servicios de Salud o un incidente de tráfico ocurrido el propio sábado. No obstante, el hecho se registra justo cuando el país atraviesa por una violenta oleada de atentados en contra de comunicadores.

Hasta el pasado fin de semana, el portal Sin Embargo contabilizaba 10 ataques contra periodistas durante los primeros 45 días del año, entre ellos el asesinato de Moisés Sánchez Cerezo en Veracruz, que es el último nombre que se agrega a la lista de 10 comunicadores asesinados y tres desaparecidos, durante el sexenio de Enrique Peña Nieto. Una cifra a todas luces alarmante y que convierte a México en el país más peligroso del continente americano para ejercer el periodismo, de acuerdo al Informe Mundial sobre Libertad de Prensa 2015 de Reporteros Sin Fronteras.

A nivel local el gremio no ha sido inmune a los hechos de violencia. Pese a que en 2013 se acordó un pacto de auto-censura entre diversos medios de comunicación, para “moderar” la cobertura de noticias relacionadas con el crimen organizado,-de hecho se trató de la formalización de un acuerdo tácito que se remonta a varios años antes-, amenazas e incluso agresiones han sido una triste, y silenciosa, constante. Tan solo el año pasado, la casa de un reportero en Fresnillo fue blanco de un ataque con armas de grueso calibre, mientras que en la capital del estado, un camarógrafo y colaborador de diversos medios fue asesinado en extrañas circunstancias. Frente a este contexto, no es de sorprender que el atentado contra el vehículo de Moreno obtuviera tanta atención.

Al momento de redactar estas líneas, las autoridades aún no daban a conocer el resultado de la revisión de las imágenes captadas por las cámaras de seguridad que se ubican en la Plaza de Santo Domingo y que arrojarán pistas determinantes sobre la identidad de los agresores y sus motivaciones. Si el ataque al vehículo es resultado de una represalia por la labor periodística de Moreno, el asunto es grave, pero si se trata del desenlace de una disputa entre particulares, también lo es.

El atentado contra el Jeep de Ernesto Moreno no es un hecho que lo afecté a él o al gremio periodístico, sino una agresión que nos lastima a todos como comunidad: se trata de un acto cometido con total cinismo en pleno corazón de la capital del estado, justo frente a dos de los símbolos arquitectónicos de la misma y precisamente en una plaza en las que las callejoneadas suelen hacer una pausa, para disfrutar, entre mezcal y al ritmo de tambora, la postal nocturna que regala el cerro de La Bufa.

Da lo mismo que la víctima sea un periodista, bien pudo haber sido un obrero, un campesino, un comerciante o cualquiera de nosotros, al final el resultado es el mismo: un atentado que nos recuerda que la ciudad, el estado y el país parecieran ya no ser nuestros, sino de la barbarie, la estupidez y la violencia. Si bien no tiene la gravedad de, por ejemplo, las dos ejecuciones ocurridas ayer en Fresnillo, la desfachatez de quien se atreve a prenderle fuego a un vehículo en pleno centro de la ciudad capital, es una bofetada para todos, no sólo para las autoridades. Frente al cinismo que apuesta por la impunidad, simplemente no podemos perder la capacidad de indignarnos, ni hacer del miedo una estampa de la vida cotidiana. ■

 

Twitter: @VeremundoC

 

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