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miércoles, 15 mayo, 2024
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Esta luz pálida, diálogo inmoral en ‘El retrato de Dorian Gray’, de Oscar Wilde [Parte 1]

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Por: DANIEL SIBAJA* •

La Gualdra 594 / Literatura

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Uno de los temas del artista es la vida moral; pero el arte sólo tiene una moral: la del uso perfecto de un medio imperfecto. Todo arte es absolutamente inútil.

Oscar Wilde, julio de 1890

DS (Con nubes y abarrotado por varias luces acompañadas el cielo gris degradado lucía a través de las ventanas […], Yo leí hasta que no pude más a esta oscura tarde iluminada. Entonces, […] recordé pocas veces lo retrasado que estaban las horas, me puse de pie, pasé a los escalones y comencé a vestirme para el ayuno y correr, no sin antes haber dejado varios libros sobre la mesa que no tenía cerca ni cama, ni hilos que colgar).

OW [Sin nubes y agujereado por una estrella solitaria el cielo verde cobrizo lucía a través de las ventanas (…), Dorian leyó hasta que no pudo más a esta luz pálida. Entonces, (…) recordó varias veces lo avanzado de la hora, se puso de pie, pasó a la habitación contigua y empezó a vestirse para la comida, no sin antes haber dejado el libro sobre la mesita florentina que siempre tenía al lado de su cama].

A veces la mente nos lleva a portales tan oscuros y vergonzosos. En los últimos días me he cansado de mí mismo. ¿Cómo llega el perdón si en los largos periodos de ocio se repite la misma escena una y otra vez?, ¿qué se siente que te digan que lo único que podría curarte es diciéndolo en voz alta?, pero, ¿quién está decidido a escucharte sin ser juzgado? Nadie, a excepción de lo que pagas mes a mes en un grupo de autoayuda, en la silla terapéutica, o inclusive en las plataformas de streaming que te muestran las maravillas del hedonismo y sus complejidades.

Hace unos días me di la tarea de leer El retrato de Dorian Gray (en una reimpresión del 2022), de Oscar Wilde; y como siempre, tomo aquellos libros que rechacé en su momento, quizá por lo inmaduro y fuera de la realidad con la que leía y escribía. Hoy estoy luchando y por arma tengo la abnegación. Aquella palabra antónima a la hedonista emoción de nuestro mundo actual.

Tan lejos como parecía la meta, escribir y leer fueron la sustitución de muchas fantasías físicas y superficiales. ¿Quién está ajeno a los placeres inmediatos de esta vida?, hoy mismo, ¿quién sacrificaría sus objetivos en nombre del amor? (ja-ja- já) Para empezar, ¿qué es lo bello y cómo es vivir sin tropezones en esta época? No se puede, ni en ninguna otra, pues mientras sigas mostrando esa máscara en las redes sociales, o le platiques a tu compañero de trabajo qué tan miserable es tu deuda por un automóvil, las historias de las tragedias griegas seguirán repitiéndose.

Así de simple, el vulgo pide a este sistema un pedazo de pan, o mejor dicho, unas pocas prestaciones y una casa donde habitar hasta fallecer. La cosa primera es, ¿hoy quién está dispuesto a quitarles la cabeza a esos reyes? Yo tengo la respuesta: nadie. Y tan rápido como se me heló la sangre por mis vicios e ilusiones, la bella inutilidad del arte en su función más pura: la del olvido, tomó su lugar entre las páginas. Escríbame, si así lo desea, al siguiente correo electrónico: [email protected], con gusto les leeré.

 

* Mérida, Yucatán, 1997.

 

 

 

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