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jueves, 16 mayo, 2024
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Ahora me rindo y eso es todo

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

Quizás se trata, a mi juicio, de una de las mejores novelas de los últimos cinco años. Eso en lo que a la literatura mexicana del siglo XX se refiere. Aclaro: visto desde mi reducido panorama de las lecturas que he hecho durante este lapso. Ignoro si es que aún puede aspirar a ello, pero desde ahora perfilo a “Ahora me rindo y eso es todo” (Anagrama 2018) de Álvaro Enrigue como una novela merecedora del premio Xavier Villaurrutia. Van tan sólo algunos motivos, los que me permite este breve espacio.

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“Ahora me rindo y eso es todo” es, en primera instancia, una historia polifónica con un microcosmos narrativo que se sitúa, primordialmente, en Chihuahua, Sonora, Nuevo México y Arizona, acerca de hombres que en algún momento de la historia no oficial ofrendaron su vida por algo más que la dignidad humana. La de los indios de guerra: Apaches, Rarámuris y Yaquis. Entre otros. La de un guerrero: Gerónimo, en torno al cual giran otros guerreros, bravíos, salvajes, pero altamente nobles, carismáticos, poblados de enigmas, de guerras, de enfrentamientos con el ejército mexicano, con el estadounidense, en una guerra que se libra, esencialmente, acaso todas las guerras lo hacen, por territorio.

También es la historia de un teniente coronel: José María Zuloaga. La de una mujer: Camila, quien a lo largo de la novela se transforma horrorosamente cuando cae en manos de los apaches. Dicha transformación es una metáfora de una transformación mucho más emblemática: la del país mismo, la de una nación divida y confrontada, ahí donde anida el odio y el rencor, pero también la metáfora del propio Álvaro Enrigue, quien no sólo nos hace participe de una travesía familiar llena de pericias, sino que además dicha travesía alcanza su punto cumbre, llega a un hermoso, pero angustiante, desenlace.

América. Su perdición y su encuentro. Su búsqueda y su redención. América como uno más de los personajes que no acaba por conformarse o que lo hace monstruosamente: dejando tras de sí cadáveres apilados. O que lo hace a costa de dolorosas traiciones y certeras matanzas. América. Lo que queda de América. Lo que fue. Por eso el final de “Ahora me rindo y eso es todo” es tan simbólico, tan poderosamente destructivo, pero, a la vez, y he aquí una de las tantas paradojas que uno puede encontrar en la novela, tan poderosamente esperanzador, a claroscuros, justo como un hermoso cuadro de Rembrandt.

Entre otros muchos personajes. Cada uno perfectamente delineado. Personajes de carne y hueso. Como lector los hueles, los vives, los dibujas, te acechan; eres capaz de colocarlos en el microcosmos que el autor te propone. He aquí un gran milagro de la buena literatura. Al menos de la que está bien escrita.

La novela, además, es una lección de perspectivismo narrativo (una lección imprescindible que le debemos a Miguel de Cervantes) desde el cual su autor, Álvaro Enrigue, consigue construir una historia constituida por tres libros (“Janos, 1836”; “Álbum”; “Aria”) con una multiplicidad de voces narrativas, cada una con su particular punto de vista, en ocasiones entremezcladas, en otras divididas por complejos capítulos cuyo ensamblaje final únicamente comprendes en su totalidad cuando llegas al hermoso final de la novela, ahí donde Álvaro Enrigue no deja ni un cabo suelto, por muy difícil que se antoje durante su lectura, y donde nos deja muy en claro lo que hemos perdido durante la construcción de lo que conocemos como América, y que por supuesto no les adelantaré.

Lo que nos dice el narrador acerca de la escritura es lo siguiente: “Al principio las cosas aparecen. La escritura es un gesto desafiante al que ya nos acostumbramos: donde no había nada, alguien pone algo y los demás lo vemos”, y es justo lo que hace Álvaro Enrigue: con las herramientas que tiene al alcance construye un mundo donde existen todas las posibilidades, una reflexión sobre el western americano, pero también un espejo donde se refleja cada lector en lo que nos queda de América. Por eso el título. A las primeras páginas damos con él. Y de qué manera. Sabemos que tras de “Ahora me rindo y eso es todo” es una frase de un derrotado, de un guerrero que ofrendó su vida a la dignidad de un pueblo, y sí, esto es lo que fue, lo que era, lo que dejó de ser, eso que ahora nombramos en la sin razón de ser América. Lectura indispensable para comienzos de este 2019. Desde ahora una de mis novelas favoritas del año. ■

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