A una semana de haberse llevado a cabo una de las jornadas electorales “más ejemplares” de los últimos tiempos en Zacatecas, quienes más orgullosos deben de sentirse son los hijos de los personajes que fraguaron todas las irregularidades y desaseos que presentó el proceso, con la finalidad de mantener el poder en “sus manos”, o en “sus pies”, para fines prácticos. El futuro que se avizora para las nuevas generaciones no es de lo más alentador, pero el pasado 5 de junio, la niñez y la juventud zacatecana, y nacional, han aprendido que el “fin justifica los medios”, una sentencia maquiavélica que posiblemente deba de ser sometida a cierto análisis, en su aplicación a los tiempos actuales. Me parece que es el momento de felicitar a los trabajadores de la educación, sobre todo a los maestros de Formación Cívica, en secundaria, que mostraron a sus alumnos que la democracia es una mercancía, posiblemente de lujo, que tiene valor monetario o en especie. El voto es canjeable por un ínfimo momento de satisfacción coyuntural, a expensas de mejores condiciones económicas y sociales perdurables; si no por su discurso frente a grupo, sí por sus actitudes ante un acontecimiento de carácter ciudadano.
Mientras que en el estado de Veracruz se chantajeó a los votantes con la pérdida de la franquicia del equipo de fútbol de la “liga MX”, de no llegar al gobierno el candidato priísta (la gran pérdida en los contextos existenciales de muchos), en Zacatecas, cuentan los cronistas ocasionales, que aún había filas enormes de ciudadanos, en ciertas casas particulares identificadas, exigiendo el premio prometido por emitir el sufragio a favor del candidato tricolor, a principios de la semana postelectoral. Para ratificar el compromiso, se exigió mostrar una “selfie” con papeleta visible y el recuadro adecuado cruzado por la “tacha”, que en algunos casos ha sido motivo de burlas en la red. La democracia mexicana aplica la tecnología para garantizar resultados, recordando aquellos gloriosos tiempos en que las empresas comercializadoras de productos necesarios no se daban abasto para satisfacer la demanda que las tarjetas de prepago les imponían.
No se sabe, a ciencia cierta, si fue broma o tan sólo una postura inconciente del actual Presidente de la República, cuando en un mensaje navideño a la nación sugería: “Ahora los mexicanos deben de estar orgullosos por la entrada en vigor de las Reformas Estructurales”, la laboral, la energética, la educativa y la hacendaria; lo cierto es que al comienzo del año, 2014, si la memoria no me falla, se dio un desabasto impresionante de gasolina. Aún en estos días, las notas periodísticas hacen énfasis en las condiciones que guardan los pocos empleos que se consiguen en el país y la forma en que son remunerados, aparte de la incertidumbre que conllevan los nuevos contratos. Pero al parecer no importa; la falta de credibilidad e información de la gran masa del conjunto de los habitantes del país, avala, aunque no justifica, la imposición de un modelo económico que conduce a la problemática social que se percibe cotidianamente.
La acepción Apocalipsis, más allá de cómo la expone el último libro del Nuevo Testamento, pretende representar un evento catastrófico, equiparable con el “Fin de los Tiempos”, con que San Ambrosio identificaba el fin de la antigüedad clásica y el inicio de la Edad Media, allá por el año 386 d. C. ¿Qué mayor catástrofe que sobrevivir en un país sin oportunidades laborales, con una simulación alarmante en los servicios educativos, con el encarecimiento cotidiano de los productos de la canasta básica, con la aplicación de impuestos a diversos satisfactores de primera necesidad, con el desinterés de las instituciones de salud pública, etc.? El país de los mexicanos, del que somos integrantes merece otro tipo de alternativas que coadyuven al desarrollo social, no sólo ilusiones momentáneas enfatizadas por el discurso mediático oportuno, potenciado desde las pantallas de los aliados incondicionales y sus estrategias audiovisuales, estupefacientes para su audiencia.
Efectivamente existen leyes, reglas, acuerdos; pero la gran tragedia es que todas estas figuras quedan a la deriva o se aplican a discreción, con objetivos focalizados, previamente identificados como contradictorios al orden preestablecido por los “grandes triunfadores” de los procesos electorales, aunque este orden genere la decadencia observable en todos los procesos productivos y en la convivencia humana de los integrantes del país. Desde la familia hasta la empresa, pasando por el salón de clases, se requiere de un renacimiento de las concepciones que conduzcan a optimizar las relaciones interindividuales, pero ni siquiera es una incógnita, el retroceso social fue la “garantía” prometida, escondida tras el discurso mediático dirigido a la legitimación de la injusticia.
Mientras que las madres de los niños Brandon Moreno Morales y Luis Horacio Campos de Robles siguen buscando la instancia adecuada, que al parecer no es la Seduzac, para lograr una atención educativa acorde con las exigencias de sus hijos, tal parece que al menos en la escuela de estos alumnos, conocida por muchos, se empieza a tramar la primera de las agresiones en contra de quienes sí cumplen con su función docente… ■
