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sábado, 27 abril, 2024
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La mejor historia jamás contada*

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Por: CARLOS ALBERTO ARELLANO-ESPARZA • admin-zenda • Admin •

■ Zona de Naufragios

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Si al ludópata ávido le presentan una oportunidad cualquiera para jugarse unos morlacos las probabilidades de lo que haga son bastante altas, aun cuando esa oportunidad sea poco entusiasmante en términos de ganancia. Sin embargo, ni el más delirante de estos apostaría con probabilidades de 5000 a 1, porque es, esencialmente, un asunto de chiste entre apostadores. Para darse una idea de lo absurdo de esas probabilidades, casas apostadoras en el Reino Unido toman apuestas de 5000 a 1 por encontrar vivo a Elvis Presley. De ese tamaño la broma. Coincidentemente, las casas apostadoras tomaban apuestas 5000 a 1 para que el Leicester City, un equipo de futbol de la periferia –simbólica y literal– de la poderosa Premier League inglesa, se convirtiera en campeón esta temporada. Pues eso que era broma para algunos, y ni siquiera sueño guajiro para otros, acaba de hacerse realidad en lo que se considera, ya, el más grande triunfo en la historia no sólo del futbol, sino de todos los deportes.

El Leicester City, para ponerlo en perspectiva, es un equipo chico de una ciudad chica que ni los mismos ingleses saben bien a bien si está en el norte o en el sur. Hace dos temporadas jugaban en el equivalente de la segunda división y la temporada pasada se salvaron de volver a descender a segunda en las últimas fechas del campeonato. Al inicio de esta temporada, el equipo contrató a Claudio Ranieri como director técnico, un buen hombre con toneladas de experiencia y una cantidad de títulos inversamente proporcional: un técnico representante de la medianía –que jamás había ganado una liga en primera división– para un equipo de la medianía. Reforzado con jugadores que hasta hace menos de un año eran desconocidos, jugadores del montón, bagatelas de mercado, el Leicester se preparó para un año difícil cuya máxima aspiración era mantener la categoría. Lo que ocurrió entre septiembre del 2015 y el 2 de mayo del 2016 será, seguramente, materia de estudio académico, charlas motivacionales, material cinematográfico y etcétera.

Si el deporte tiene algo o mucho de poético es por su capacidad de entregarnos estas historias de vez en cuando. A todos nos encantan las historias del caballo negro. Y nos encantan por excepcionales, porque no todos los días David tunde a Goliat. En los deportes individuales ese tipo de historias son más frecuentes, pero son menos comunes en los deportes de conjunto. Por ahí anda la historia de los Mets del 69; el milagro sobre el hielo de los E.E.U.U contra los rusos en el 80; la sorprendente historia del Nottingham Forest (a unos kilómetros de Leicester) entre el 76 y el 80 o la Alemania del Mundial del 54 y la Grecia de la Copa Europea del 2004. Sin embargo, esos son éxitos que se han dado bajo condiciones distintas, donde el azar juega una parte importante: en series de eliminación (playoffs) hay factores aleatorios (una mala noche, mal arbitraje, el clima, etcétera) que pueden incidir en el resultado, dando pie a esas aberraciones estadísticas en donde 9 de cada 10 oportunidades el resultado hubiera sido diferente. Por eso lo del Leicester es tan grande, el tamaño de la hazaña es la consistencia en una competencia de 38 partidos repartidos en 9 meses en la que, además, sobrepasaron a 7 u 8 de los equipos más ricos del planeta.

En “Soccernomics”, Kuper y Szymanski (2009) dicen que hay una correlación positiva de 70% en el corto plazo (y 90% en el largo) entre los salarios que paga un equipo y la posición final en el campeonato. Todo lo cual construye un embudo invertido de migración de talento hacia aquellos cuya solvencia sea mayor. La temporada pasada culminó con los que pagan más en lo alto de la tabla; previsiblemente el Leicester, cuya nómina lo ubica en el lugar 17, termino la temporada en el lugar 14.

Todo eso hace todavía más excepcional esta pequeña historia de la Cenicienta que sucedió en la campiña inglesa. Lejos del monopolio del dinero y la aburrida predictibilidad (con todo y sus emociones) de las grandes ligas europeas y la concentración de los títulos en una suerte de club de los ricos, para el Leicester se conjuntaron una suerte de circunstancias que hacen de esta una temporada que quizá sea irrepetible en la historia. No es un triunfo del futbol de excelencia, pero sí es la mejor historia jamás contada: un club provincial en un lugar lejano y alejado del glamur, con un buen hombre como técnico cuyo palmarés pertenece más bien al reino de la aspiración que al de los logros; con un futbol poco atractivo y rayano en lo primitivo pero sumamente eficiente (cualquier símil con el Atlético de Madrid quizá no sea coincidencia); un grupo de jugadores de –supuesta– segunda categoría con hambre de éxitos; además de la inconsistencia de los equipos grandes con sus grandes monopolizando el talento pero naufragando en liga y los torneos continentales.

Así el futbol profesional, injusto, desequilibrado, donde triunfa quien tiene los recursos y no necesariamente los que más merecimientos tienen en la cancha, una vez cada tantos años nos obsequia con estas joyas que de alguna forma reivindican –y hasta semejan– la vida ordinaria de muchos: el triunfo del pequeño, del oprimido, del que contra toda expectativa se impone a los grandes y da unas de cal por las que van de arena a un sistema torcido y desigual; el sueño, pues, del 95% de la gente.

 

* Publicado originalmente en http://zonadenaufragios.wordpress.com

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