25.8 C
Zacatecas
lunes, 13 mayo, 2024
spot_img

Más futbol, menos estupidez

Más Leídas

- Publicidad -

Por: CITLALY AGUILAR SÁNCHEZ •

  • Inercia

De entre todas las enajenaciones que imperan en México, quizá una de las menos ofensivas sea el futbol. Albert Camus dice “todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al futbol”, y aunque la frase pueda rayar en la ironía, también es cierto que mediante el juego, el hombre pone en práctica las reglas de convivencia y el respeto.

- Publicidad -

A diferencia de los deportes que se practican en solitario, los juegos de equipo permiten que valoremos la alteridad y fortalezcamos el compañerismo, sin embargo, la lucha de clases dada en nuestra sociedad, se transporta a las canchas y a las tribunas, donde se lleva a cabo una guerra. Así, una actividad tan antigua en la humanidad, es vista por muchos como un malestar antes que un deleite.

De igual forma, durante los mundiales, se evidencian las carencias o virtudes de unos países frente a otros, y esto genera también descontento pues en tales comparaciones nadie se quiere sentir inferior ante otros…

 

Tele encendida, conciencia apagada…

Es sabido que Jorge Luis Borges odiaba el futbol, pese a que en su natal Argentina este deporte es uno de los más importantes; el escritor manifestó en varias ocasiones aunque en diferentes maneras que “el futbol es popular porque la estupidez es popular”. Si entendemos la estupidez en el sentido de enajenación, hay que cederle la razón al argentino.

En México, la principal y más dañina fuente de enajenación es la televisión pública, que tiene por característica principal ofrecer programas de deplorable calidad en contenido. Y por supuesto, el futbol ha servido a las televisoras como una forma de hipnotismo, que mantiene al mexicano pegado a la pantalla durante al menos dos horas.

Ahora habría que ser un poco más precisos en cuanto al fenómeno del embeleso televisivo, pues no solo se compone de quienes producen lo que vemos en el aparato, la otra parte corresponde a los espectadores, quienes permiten que el vicio se lleve a cabo. Nada de corrosivo hay en el disfrute de un partido, incluso de melodramas, siempre y cuando se queden en el reflector; el problema es que permanecemos atrapados ahí, en ese mundo ficcional donde el resultado de un marcador o el final de una telenovela determinan nuestra conducta: las riñas futboleras suelen ir más allá del día del duelo y se extienden en el tiempo de forma eterna, a través de generaciones de odio entre inchas de un equipo y otro, y permean en la vida cotidiana. Incluso hay quienes se ven afectados a tal grado que suelen tener una visión de la vida como una disputa deportiva, y ven la religión, un partido político o estrato económico como el equipo que hay que defender y demostrar que es el mejor.

Es evidente que al sistema le resulta favorecedor este tipo de pensamiento, pues colabora con la desunión, lo que genera la disolución de movimientos sociales.

Así que cuando dejamos encendido el televisor, hay que ser cuidadosos de no apagar nuestra conciencia, en palabras de Borges, de no ser estúpidos.

 

La pasión del mundial

Nunca falta el que piensa que en México, el futbol es una de las causas más importantes de que la corrupción se lleve a cabo; es tachado de distractor social, de cortina de humo, de “apendejamiento”. Y claro, baste cotejar el calendario para el análisis y discusión de las iniciativas de ley en materia energética con las fechas en que la selección mexicana competirá en el Mundial.

Sin embargo ¿en qué cambiaría que el debate legislativo se lleve a cabo otros días?, ¿hay una conciencia social sólida que realmente pretenda oponerse a tales fechorías? En realidad, muchos de los que critican a quienes prefieren ver el futbol que estar al pendiente de los fehacientes resultados de dicho debate, tampoco harán nada, pero es más fácil señalar al otro y culparlo, tomarlo como excusa para no hacer nada.

No es menos responsable el que no ve futbol; también hay que reconocer que son muchos los factores que permiten que el sistema logre llevar a cabo sus prácticas corruptas: además de la televisión están las redes sociales que en general suelen ser utilizadas como medio de perversión; el alcohol es otro factor pues permite la fuga psíquica de la realidad al menos por instantes; la indiferencia que es visible sobre todo en las generaciones jóvenes a los temas sociopolíticos; el miedo a manifestarse por represalias laborales principalmente; en fin, la individualidad mexicana se ve afectada por una serie de circunstancias que le impiden ser, en un primer momento consciente de sí misma, y en segundo lugar, tener un verdadero sentido de pertenencia nacional y no el hipócrita y voluble promovido por las televisoras que piden “ponerse la camiseta”.

Pedir a la gente que renuncie al goce del futbol es algo innecesario, sería semejante a una castración, pues es éste uno de los poquísimos medios de placer que tenemos. A lo que se tiene que renunciar es a la comodidad de juzgar al otro, a la apatía y a la falta de conciencia social. ■

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -