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sábado, 4 mayo, 2024
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La infinita profundidad de Georges Bataille

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES •

Una antología de título evocador es “La oscuridad no miente” (Taurus, 2002, España) preparada por Ignacio Díaz de la Serna. Contiene textos de Georges Bataille; hasta ese momento, no traducidos al español. Después apareció, bajo el sello del Fondo de Cultura Económica, en 2012, otra compilación de textos del fundador de la secta Acéphale, titulado “Para leer a Georges Bataille”, también de Díaz de la Serna, ahora con Phillipe Ollé-Laprune. No debe pasar desapercibido el estudio “La inversión de la inmanencia. Georges Bataille y la negatividad hegeliana”, de G. N. Guzmán Robledo, director de la Unidad de Filosofía de la Universidad Autónoma de Zacatecas para el periodo 2020-2025, inspirado, según dice el autor, en los agradecimientos, por los ensayos de Díaz de la Serna relativos a Bataille. A este no se le puede rebatir de modo filosófico porque, según cita Díaz de la Serna, en la segunda referencia (p. 9), para Bataille lo único que se puede hacer con la filosofía es “pasársela por las verijas”. Resulta fútil, entonces, pretender aducir argumentos filosóficos ante las afirmaciones, sin duda “profundas”, del autor de la “Summa Atheologica”. Más aún, según comenta Guzmán Robledo, al inicio de su tratado, Bataille “se negó desde un inicio a confiar en la unidad del concepto como medio para generar una perspectiva que articule el conjunto general de las cosas. Lo que para él muestra la ingenuidad inherente a la actitud de síntesis, estriba en no caer en la cuenta de que cualquier principio puede ser desplazado por otro como punto de partida para interpretar un conjunto de fenómenos o incluso la totalidad de los seres, es decir, que todo principio es por principio arbitrario”. Posición muy revolucionaria hace 2000 años, aunque congruente con las posiciones de la filosofía analítica derivada del artículo “Dos dogmas del empirismo”, de W. V. O. Quine, de 1951. Una discusión de la naturaleza del concepto como medio para construir sistemas o teorías es una típica discusión filosófica, aunque Bataille no se juzgue filósofo. De acuerdo con Guzmán Robledo, la utilización de conceptos la explica Bataille como una “parodia” porque concibe toda suplantación conceptual de lo real como un simulacro. La cosa roja delante de nuestros ojos pierde la infinita riqueza de su singularidad cuando se le canjea por el concepto general “rojo”. Dicho lo anterior, es posible construir una instructiva parodia del pensamiento de Bataille, no para denunciarlo por su irremediable trivialidad, sino como ejemplo de la arbitrariedad que predicó. Uno de los conceptos más complicados, desde el punto de vista filosófico, es el de “movimiento”. Parménides, es bien sabido, negaba la posibilidad de conceptualizarlo, y su discípulo Zenón de Elea diseñó varios argumentos para demostrar esa afirmación. El más interesante, para parodiar a Bataille, es el argumento de la flecha. B. Russell, en su “Nuestro conocimiento del mundo externo” cita dos paráfrasis: “La flecha en vuelo está en reposo. Porque, si todo aquello que ocupa un espacio igual a sí mismo está en reposo, y lo que vuela a cada instante de tiempo ocupa un espacio igual a sí mismo, entonces no se mueve” y “Si cualquier cosa, cuando se comporta de manera uniforme, está continuamente o en reposo o movimiento, pero lo que se mueve está siempre en el ahora, entonces la flecha está inmóvil”. Explicar la paradoja no es sencillo. Para muchos no la hay, es una falacia; para otros consiste en un juego de palabras, y no falta quien supone la ininteligibilidad de la misma. Por otro lado, se puede comprender si se tiene en cuenta que un intervalo de tiempo se supone compuesto de instantes. Y cada instante no es, a su vez, un intervalo, sino algo inextenso, sin partes. Un punto temporal. Por ende, aquello que está en el instante no puede atravesarlo, ya que no hay extensión por recorrer. Aquí se entronca con Bataille. En el texto “La pura felicidad (I)”, contenido en “La oscuridad no miente”, en la sección “Suicidio”, se dice: “La “pura felicidad” reside en el instante, pero el dolor me ha arrojado fuera del instante presente, en la espera del instante que vendrá, donde mi dolor será calmado. Si el dolor no me separará del instante presente, la pura felicidad estaría en mí”. Sin duda un texto marginal, no es parte de ninguna de sus “grandes obras”, casi un aforismo de los típicos de otro filósofo por decreto: E. Cioran. No obstante, es una reflexión acerca del instante y del concepto de tiempo. Al parecer la felicidad “reside” en un punto temporal. Si es así, entonces de ese estado nunca se sale: somos felices siempre si aplicamos el razonamiento de Zenón. Bataille añade que el medio para resolver la paradoja eleática es el “dolor”. Porque algo duele se abandona la pasividad de la felicidad. ¿Cómo? No se explica. O, mejor dicho, sí lo hace: “Siempre me ha fastidiado elaborar mi pensamiento… En consecuencia, debí haber renunciado a hablar”. Quizá, de haber leído lo necesario y disciplinado su pensamiento, hubiera reescrito la paradoja de Zenón ya no con una flecha, sino con la felicidad. Decidió justificar su incapacidad o pereza.

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