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lunes, 6 mayo, 2024
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Semántica del terror

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

La palabra en sí amenaza desde su significado: “sin castigo”. Es decir, a falta de protección y con un alarmante aumento de la delincuencia, arréglatelas como puedas, nosotros te fallamos, el Estado te falló. Por eso la trama principal de una obra de lectura tan actual en nuestros días como Fuenteovejuna de Lope de Vega: al pueblo no le interesa modificar el sistema social al que pertenece, busca justicia, y a falta de ella es que la hace por su propia cuenta, tal y como ocurrió con los grupos de autodefensa en Michoacán, tan bien expuestos en el documental Tierra de Cárteles (2015), de Mateo Heineman, donde a falta de garantías individuales las distintas comunidades se arman para salir a las calles y combatir a una delincuencia organizada que en la mayoría de las casos está en contubernio con autoridades estatales y federales. Están en su derecho: el Estado les falló.

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Hay que dirigirse a los hombres del poder: ustedes perdieron esta guerra absurda y estúpida desde que se toparon con los primeros cadáveres y éstos los voltearon a ver con los ojos en blanco, perdidos, justo como está nuestro país. Ustedes son el Presidente Municipal de San Juan de las Manzanas en el terrorífico cuento La muerte tiene permiso (1955), del maestro Edmundo Valadés: “pos muchas gracias por el permiso, porque como nadie nos hacía caso, desde ayer el Presidente Municipal está difunto”. Tal vez no se han percatado de ello. Actualmente son pocos los que creen en ustedes.

A fuerza de consentirlo, la clase política de este país trasladó la palabra “impunidad” a un discurso oficial anquilosado, y ahí la palabra perdió su significado, hasta que se convirtió en un sinónimo más de cualquier mentira institucional, una semántica del terror, de tal manera que cuando un inepto presidente Enrique Peña Nieto la nombra carece de cualquier significado, más allá de que acaso existen palabras como tarimas que puedan sostener más de diez mil muertos, más allá de que acaso existen palabras como tarimas que siempre son útiles a la hora de encubrir a un gobernador asesino, porque todos sabemos quién es, porque para fortuna nuestra ya no consiguen engañarnos.

Me refiero a la clase política que condena a los habitantes de un país como a los personajes de Germinal de Èmile Zola: hombres y mujeres grises de oscuras minas de carbón tan sólo catapultados al exterior para comprobar su calidad de esclavos, dispuestos a continuar con una vida que ya ha perdido desde hace mucho cualquier tipo de esperanza.

Cuando hablas de impunidad en un país donde más del ochenta por ciento de los delitos quedan impunes sientes asco, reconoces que hay palabras que funcionan como mentiras, que adquieren su absurdo significado a través de cómo las emplee el discurso oficial, ese que promete acabar con la impunidad, y sales de tu casa con el temor a no volver, cruzándote con una ciudad donde los cadáveres ya son costumbre, tal y como ocurre en la película It´s all about love (2003), de Thomas Vinterberg, donde John (Joaquín Phoenix) se sorprende al llegar al aeropuerto de Nueva York y encontrar en las escaleras mecánicas a un hombre tirado, muerto, a lo que las personas que lo acompañan le preguntan: “¿lo conoces?”, y en cuanto John responde que no, le sugieren: “bríncalo y no voltees ni siquiera a verlo, si no es conocido tuyo no te debe importar”, ¿nos ha alcanzado tal insensibilidad?, no sólo nos ha alcanzado, logró superarnos.

Las muertes violentas se están convirtiendo en una mala costumbre “antiaristótelica” a lo largo y ancho del país, y si hace algunos años la premisa era vivir sin miedo para demostrarle a la delincuencia organizada que aún no tenía ganada la batalla, ahora es la de ¡sálvese quien pueda!, date dos tres golpes de pecho con algunas publicaciones escandalosas en cualquier red social, acude a una que otra marcha, donde no faltarán los políticos oportunistas que quieren sacar ventaja de la situación, y ruega, ruega no porque las autoridades den con los delincuentes, sino porque éstos no te encuentren a ti, pues con más del ochenta por ciento de los delitos impunes en el país tal encuentro sería fatídico, pasarías a ser un número más… espera, ¿acaso no lo eres ya? Remember Orson Welles.

La clase gobernante ha impuesto un reino del terror valiéndose de la palabra “impunidad”, la ha usado a su conveniencia, supieron conducir el barco al desastre, de tal manera que hoy en día carecen de credibilidad alguna… no obstante, hay reveses históricos, hay castigos en elecciones, hay futuros que aun con la espesa niebla todavía se alcanzan a divisar. No esperen a que el pueblo haga justicia, ustedes fallaron, la Nación y el tiempo les reclamarán. ■

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