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viernes, 17 mayo, 2024
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Producto literario complejo, la novela de la Revolución Mexicana: López Mena

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Por: ALMA RÍOS •

■ Académico comparte los retos que enfrentó para estudiar la obra y autores de ese periodo

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■ Con su participación, concluye el primer Coloquio Nacional de Literatura Mexicana

Con la conferencia magistral Novelistas de la Revolución Mexicana. Atisbos biográficos impartida por el docente e investigador de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Sergio López Mena, se dio por concluido el primer Coloquio Nacional de Literatura Mexicana, evento realizado del 7 al 9 de mayo de 2014.

El catedrático compartió aspectos diversos a los que tuvo que enfrentarse para abordar esta materia de estudio, entre ellos, el género y la calidad literaria de las obras, el periodo al que se circunscriben, así como el discernimiento de los aspectos biográficos de los autores a recuperar.

La Revolución Mexicana constituyó una respuesta a los 30 años en el poder de Porfirio Díaz, recordó, e hizo un recuento de los sucesos que antecedieron al levantamiento armado iniciado en 1910 y algunos de sus episodios determinantes hasta situarse en la promulgación de la Constitución de 1917, que implicaría la normatividad para un nuevo orden social.

Los hechos, dijo, dieron tema para numerosas obras. Entre las fundacionales del género mencionó a Los de debajo de Mariano Azuela, escrita en apenas en 1911 y publicada cuatro años después.

La novela de la Revolución Mexicana agregó, es un producto literario complejo, en gran parte realista,  que significa uno de los grandes aportes al mundo de las letras en español. En ella se involucran la ficción, la historia y la autobiografía.

Después de enfrentarse al  problema de situar el género al que pertenece una obra, el conferencista agregó el problema que corresponde a calificar la calidad literaria de la misma y luego, uno también controversial,  el situar el periodo de la Revolución.

La mayoría sitúa  su inicio en 1910, pero su conclusión ha tenido más dificultades para llegar a una convención. Hay investigadores que la ubican en la promulgación de la Constitución del 17, otros con la muerte de Venustiano Carranza, y aun hay quienes encuentran el fin del periodo coincidente con la culminación del mandato de gobierno de Lázaro Cárdenas.

Esta discusión pasa por conciliar si por Revolución Mexicana se entiende al movimiento armado ocurrido entre 1910 y 1920, o como un plan de largo plazo que tiene como objetivo “la implementación de una determinada organización político social”, dijo.

La temática es otro aspecto a analizar.  Al filo del agua de Agustín Yáñez, mencionó como ejemplo que inscriben en este apartado especialistas como Max Aub, atiende en realidad a un periodo previo.

Y “la joya que dio México al mundo en el campo de la literatura, el libro máximo de la novelística de la lengua española, Pedro Páramo”, tampoco podría inscribirse como literatura de la Revolución Mexicana, aunque sí hay un pasaje que refiere este episodio histórico.

Elegir a los novelistas representativos del género tampoco puede partir de cero, advirtió. Y citó diversas fuentes de consulta a las que ha accedido para corroborar a veces discrepancias entre fechas de nacimiento y otros datos y la dificultad que ha enfrentado en ello.

El ejemplo emblemático de la problemática a enfrentar para ubicar los datos biográficos de un autor, dijo, es Bruno Traven, al que calificó como “un personaje imposible de asir”, pues cada estudio que surge en torno al autor de El general. Tierra y Libertad (1940), novela de la Revolución Mexicana publicada inicialmente en Alemania, agregan no claridad sino bruma en torno suyo.

Añadió que quiso titular su intervención como “atisbos” porque hablar de la vida de una persona implica hechos imbricados con cuestiones morales, criterio que de manera personal decidió dejar a un lado, y ubicarse en los datos oficiales, o bien recuperar lo necesario siempre y cuando aporte para entender mejor a la obra.

Entre los autores traídos a colación refirió a Juan Antonio Mateos, quien escribió La majestad caída en 1911, obra que se ubica en esta temporalidad gracias a su mención de que en el momento de su escritura se encontraba en la Presidencia de la República, León de La Barra, y de la que también expuso, su calidad literaria es “endeble” pero sin embargo entretenida.

Como maestros, se dirigió a sus pares, “tenemos la misión de buscarle lo positivo a aquello que manejamos. La majestad caída no es Noticias del Imperio o Cien años de soledad”, pero el autor era un hombre de teatro que sabía construir escenas para divertir, función que cumplían las novelas cuando no había muchas cosas para entretenerse.

Añadió a las ejemplificaciones la figura de Ramón Puente, escritor zacatecano nacido en Nieves y el hombre más cercano a Francisco Villa, a quien le prodigó afecto y al que reseña “con gran comprensión e intención de valorarlo como ser humano”.

Como otro ejemplo de las dificultades de clasificación para abordar La novela de la Revolución Mexicana, añadió a José Vasconcelos y su Ulises Criollo, libro escrito a modo de memorias por su autor pero que también habría ubicado como ficción, pues en algún momento señaló, “mi vida es una novela”.

El primer Coloquio Nacional de Literatura Mexicana fue concluido oficialmente por Lourdes Ortiz Sánchez, coordinadora del evento, tras expresar Héctor Ávila Ovalle, subdirector de Enseñanza e  Investigación del IZC, sus deseos porque este ejercicio “haya dejado buenos resultados” y felicitar a los organizadores por el trabajo realizado para ello.

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