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miércoles, 15 mayo, 2024
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El precio del desarrollo

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Por: José Luis Pinedo Vega •

México es el 14º consumidor de energía del mundo, su consumo representó el 1.44 % de la energía a nivel global, a la par que Francia. En el 2022 el consumo paso de 7.99 a 8.74 Exa-joules (EJ) un aumento neto enorme del 9.2 % (0.75 EJ). En términos porcentuales fue el 2º incremento más grande del mundo después de Indonesia, país que incrementó su consumo de carbón en 1.6 veces, para dar abasto a la producción minería del Litio, material fundamental para las baterías que según eso vendrá a enverdecer el mundo –tema de otro costal-. 

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Como es bien sabido, el consumo de energía tiene un enorme impacto ambiental. Y en el 2022 las emisiones de CO2 de México pasaron de 524 millones de toneladas a 577.5, un incremento del 10.2%, mayor que el incremento en energía, lo que encierra problemas de eficiencia –tema también para otra ocasión-. En el 2021, el consumo de energía representó el 1.33 % del consumo mundial y las emisiones representaron 1.4 %. En el 2022 las emisiones representaron ya el 1.5 %, y la huella de carbono pasó a 4.4 toneladas por año por habitante (t/a), muy cercana al promedio mundial, 4.9 t/a. Lo que quiere decir que México se está incorporando a los países más contaminantes del mundo y está cada año más lejos de cumplir los compromisos de las Conferencias de Partes de la ONU (COPs) –de reducir las emisiones a 2 t/a para evitar una elevación de la temperatura de la Tierra de 1.5 °C-.

A cambio de ese aumento en las emisiones y en la huella de carbono, y a pesar del contexto de inflación mundial, el PIB de México creció 2.1 % en el 2022, mientras que el de Estados Unidos, la 1ª potencia mundial, creció 1.6 %. 

Esa es la radiografía del costo del desarrollo. Para aumentar el PIB en 2.1% se consumió 9.8% más de energía y se aumentaron las emisiones de CO2 en 10.2%.

El gobierno está construyendo infraestructura, que en el presente genera empleos y evita mucho de lo que antes era un despendio de financiamiento y enriquecimiento de la oligarquía. A futuro, la infraestructura posibilitara movilidad social, ahorro en tiempos de transporte y de consumo de energía, y movilidad económica de sectores como el turismo, el comercio y los servicios.

Como se sabe, las obras civiles demandan cantidades enormes de cemento, varilla, y grava y utilizan mucha maquinaria pesada. Las cementeras, las siderurgias y el transporte son tres de ramos industriales que más consumen combustibles, y la siderurgia demanda además carbón; y la mayor parte de los combustibles provienen del petróleo. Eso explica en gran medida el aumento en el consumo de energía. 

La interrogante es ¿vale la pena o se justifica hacer pagar al planeta y al medio ambiente el precio del desarrollo?

Los neo-ambientalistas dirán que ¡no! y de hecho han interpuesto muchas demandas al gobierno para detener la construcción del tren maya y de la refinería de dos bocas. Pero la sociedad merece bienestar y una disminución en las desigualdades, y esto depende de mejores oportunidades, así que se justifica plenamente invertir en infraestructura, porque es la base de la movilidad económica. 

China lo está demostrando: a un costo ecológico y ambiental desmedido –tema también de otra ocasión- en medio siglo transitó prácticamente del feudalismo hasta disputar la supremacía mundial. En 1998 China construyó su primera autopista, y actualmente tiene 150 mil km de autopistas hasta de 6 carriles por vía. Y tiene 40 mil km de vías para trenes de alta velocidad que pueden viajar a 400 km/h, demostrando la importancia de la infraestructura vial.

Se oye bien, que el consumo de energía de México está a la par que el de Francia. Sin embargo, Francia con menos de la mitad de la población de México es la 7ª potencia mundial y México la 16ª. Pero eso es explicable, Francia y las primeras potencias del mundo, transitan en el desarrollo desde hace décadas, y para crear su infraestructura, utilizaron recursos naturales, hicieron cambios de uso del suelo, afectaron el medio ambiente y contaminaron el mundo desde hace décadas, cuando no había ni las preocupaciones por el medio ambiente, ni recomendaciones, ni la legislación de hoy en día. 

Los países industrializados, sin el cuestionamiento de nadie, se abrogaron el derecho, que ahora se les regatea a los países pobres y de desarrollo medio, de aspirar a tener un poco del confort del que los países industrializados gozan desde hace más de medio siglo.

Francia se dio el lujo de experimentar una reducción importante en el consumo de energía del 10.8% – equivale a 1.01 EJ, es decir mayor que el aumento de México- sin perder su condición de potencia mundial, justamente porque ya cuenta con una infraestructura de primer mundo, y por contar con una población del orden de la mitad que la nuestra; es decir por tener menos necesidades. México trata de alcanzar un desarrollo esperado desde hace décadas y para eso tiene que invertir en infraestructura. 

Cierto transitar hacia el desarrollo tiene un costo ecológico y ambiental de consideraciones; que los neo-ambientalistas, con su doble moral, no pierde la oportunidad de magnificar, mientras que al mismo tiempo cuestiona que el gobierno no ha sido capaz de brindar un crecimiento económico espectacular, a pesar que la tasa de crecimiento ha sido mejor que la de muchos países de primer mundo.

Las posiciones de derecha, asumiendo que están económicamente mejor que la mayoría de la población y que así seguirán, cuestionan a priori las iniciativas que ha adoptado gobierno. En los hechos no hacen otra cosa que añorar y validar el pasado. Es como validar una competencia desigual, la del desarrollo económico mundial, en donde unos corredores además de estar dopados están delante de otros y a los de atrás se les exige ganar, con solo la fuerza que la naturaleza les dio.  

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