Ayer fuimos testigos del debate organizado por el árbitro electoral entre los aspirantes a gobernador del estado de Zacatecas que participan en el proceso electoral local que culminará con la jornada electoral del primer domingo de junio. Como siempre ocurre en todos los eventos similares, el formato acordado impidió conocer el diagnóstico de cada participante sobre los problemas tratados, y con mayor razón, la propuesta de solución que ofrece al electorado. Por ejemplo, todos aceptan que existen los problemas de la inseguridad y el desempleo, pero ninguno ofreció un diagnostico aceptable y, mucho menos, explico lo que propone para mejorar los indicadores en esos asuntos relevantes. Por cierto, la palabra “indicador” brillo por su ausencia. Una vez más quedó en evidencia la necesidad de que el IEEZ organice con frecuencia confrontaciones entre representantes de los distintos partidos y expertos de la sociedad civil, para que la sociedad tenga la oportunidad de hacerse una idea clara sobre las diferencias que justifican, o no, la existencia de partidos diversos. Un debate cada tres o seis años es evidentemente insuficiente para resolver esa asignatura pendiente de nuestra democracia.
Por otra parte, parece que existe un amplio acuerdo entre los observadores del debate en el sentido de que ninguno de los punteros dio un golpe definitivo para trastocar en su favor las tendencias electorales, ni cometió un error fatal que lo elimine de la competencia; se puede decir que ellos fueron conservadores. Por su parte, parece que existe acuerdo en que los independientes hicieron bien la tarea, de acuerdo a sus circunstancias, y que si hubieran arrancado de un piso más alto, su desempeño en el debate si les permitiría crecer. Por lo anterior se puede esperar que las tendencias electorales mostradas por las encuestas hasta hoy no variarán con motivo del debate, en ese sentido fue inocuo, y que los estrategas de los aspirantes ubicados en el segundo y el tercer lugar están obligados a echar mano de toda su experiencia e imaginación para modificar las tendencias en su favor.
De cualquier modo, el debate sí sirvió para que los claros y los oscuros de los distintos contendientes fueran puestos sobre la mesa, lo que sin duda permitirá el enriquecimiento del debate público y la reflexión ciudadana antes de votar. Desde nuestro mirador periodístico hemos llegado a la conclusión de que el parámetro fundamental que decantará el sentido del voto de muchos indecisos serán los temas de la inseguridad y la corrupción. El candidato que genere una percepción de independencia personal de las causas de ambos flagelos y que, por ello, muestre más capacidad para enfrentarlos conquistará una proporción mayor de ese segmento tan codiciado del electorado. Quien a los ojos de la gente aparezca como más proclive a tolerar la acción de los grupos criminales, de cuello blanco o de cualquier tipo, no llegará al 5 de junio con la fortaleza necesaria para ganar, tal como debe de ser si en verdad queremos salir del pantano en que vivimos.
