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sábado, 4 mayo, 2024
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Paradoja de la pobreza urbana: evidente pero invisible

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS • Araceli Rodarte •

Generalmente, en el discurso oficial que se refleja en el diseño de programas sociales, la pobreza se concentra en el ámbito rural; por ejemplo el lapso que va del Progreso a  Oportunidades, hasta hace poco tiempo, la preocupación fue la pobreza rural, y aunque es cierto que la vida rural concentra porcentajes muy altos de ausencia de oportunidades para el desarrollo, no se justifica que la pobreza urbana casi no esté contemplada en los objetivos de la política social del Estado. Por ejemplo, la zona conurbana Zacatecas-Guadalupe en términos relativos es menos pobre que sus 5 localidades tipificadas como de alta marginación, sin embargo, el número absoluto de pobres es mayor en la zona urbana. Por tanto, como lo criterios de elección de las zonas de atención para los programas sociales son los porcentajes por localidad, resulta que las zonas urbanas (donde se concentra la mayoría de pobres) están excluidas de los programas. Enorme paradoja producto del pésimo método de focalización que se usa. Aún más: producto del propio enfoque de focalización mismo. Los pobres están ahí, y son evidentes sus precarias viviendas, pero los programas sociales no los ven.

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Por ello, en el ámbito urbano cobra especial importancia la cobertura y la calidad de los servicios públicos. La acción pública requiere con frecuencia que el alcance de los servicios se extienda a los hogares más pobres, pues la pobreza urbana está directamente relacionada con fallas en la cobertura de servicios públicos, y es el ayuntamiento el responsable de la provisión de estos servicios. ¿Qué determina el grado de provisión de servicios públicos en los municipios urbanos? En primer lugar, el manejo de los recursos financieros con que cuentan, y  las finanzas municipales (todos sabemos) están en grave crisis. En el medio urbano los pobres están concentrados en ciudades que ya cuentan con servicios públicos básicos fundamentales como escuelas, clínicas de salud, sistemas de agua potable, electricidad o drenaje, pero unos los tienen y otros no; por ello, la pobreza se asocia a la marginación en estos servicios. Así, el objetivo de la política pública debe ser universalizar los servicios y garantizar que todas las zonas de la ciudad tengan acceso a todo. Si esto fuera una garantía, comprobaríamos que eliminar la marginación conduce a la paulatina eliminación de la pobreza.

Pero con la tendencia privatizadora dominante en los últimos años en México, tenemos un escenario aún más precario para los pobres urbanos, porque se camina en el sentido opuesto a la solución de su estado de marginación: la universalidad de los servicios públicos. Incluso, en la iniciativa legislativa del PRI zacatecano se plantea un esquema privatizador del servicio de agua potable. Por tanto, la precariedad irá debilitando cada vez más la cohesión social: zonas pobres junto a zonas medias en que las personas no se rozan. Y las consecuencias de este déficit de cohesión que se deja ver en la morfología urbana son múltiples, sobre todo en términos de seguridad. Y la serpiente vuelve a morderse la cola.

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