15.8 C
Zacatecas
sábado, 11 mayo, 2024
spot_img

Literatura nacional

Más Leídas

- Publicidad -

Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES •

Escribió Walt Whitman, en las primeras páginas de su “Democratic Vistas”, que mucho más importante que el sufragio para el futuro de los Estados Unidos lo era el desarrollo de una literatura nativa que permeara la mentalidad, el gusto y las creencias de sus compatriotas,proporcionándoles carácter y decisión para que la política fuese afectada por algo más que el superficial voto popular. Y, bajo esa influencia, la política pudiese retroalimentar a su nación con mejores maestros, maneras, escuelas para que soportasen las instituciones democráticas. Hacia 1870 Whitman creía que “Visto desde un punto de vista comprensivo, el principal problema de la humanidad, hoy día, a lo largo del mundo civilizado, es social y religioso, por lo que al fin será tratado por la literatura: el sacerdote se va, llega el divino literato”. Para Whitman un poeta logra crear más identidad nacional que todas las constituciones porque la unión de un pueblo no se logra de manera formal, mediante un aparato jurídico y económico racionalizado, sino mediante un nexo que alcance las creencias básicas y las emociones del pueblo. Ni la ley escrita o el egoísmo o los intereses de grupo, podrán salvar a la nación de una crisis si carece de unión en ese nivel profundo. Pero Whitman no veía nada así en su país: observaba corrupción, fraude, desengaño, robo. En la vida cotidiana se percibía infidelidad e hipocresía, en el mundo de los negocios, amor por el dinero, avaricia y gusto por el fraude. El éxito material de Estados Unidos tenía por contraparte su decadencia espiritual, que Whitman describe con un horror que es la imagen especular de la emocionada descripción que J. G. Ballard hace de su natal Shangai, tan decadente como el New York del autor de “Leaves of Grass”. México fue descrito en toda su decadencia por Andrés Manuel López Obrador, quien ofreció las razones de ello: la corrupción en el terreno estatal, la reforma peñista en el caso de la educación, el neoliberalismo en economía, el uso de los militares en el terreno de la inseguridad, y propueso como solución monolítica su honestidad personal. Contrario a lo que creyeron los constructores de la “transición a la democracia” en México, la posibilidad de que el sufragio sea efectivo, y haya instituciones que lo garanticen, es irrelevante si los mexicanos permanecen en la superficialidad de sus intereses inmediatos y el rencor contra sus opresores, o, por enfocar la cuestión desde la lente de Whitman (que reitera la fe del siglo XIX en el poder de la palabra escrita), la democracia en México será siempre mediocre si sus ciudadanos lo son, pero la única manera de que no lo sean es insuflarles el amor por autoeducarse en las mejores fuentes de la civilización humana a través de la literatura. La decadencia del país no es la corrupción, porque es efecto, sino la ausencia de un pueblo capacitado para autogobernarse que permite, a través de la frivolidad de su voto, que lo gobiernen personas poco aptas. Construir instituciones, sin generar a la vez un pueblo que las aprecie y fortalezca con sus opiniones, acciones y protestas, es irrelevante porque pueden ser desmontadas desde el Estado mismo. Woldemberg asienta esto cuando escribe: “no existe gobierno democrático sin oposición” (“Cartas a una joven desencantada de la democracia” Sexto Piso (2017) México) pero, como enfatiza, los conflictos generados por ello se resuelven por la vía institucional, lo que exige la existencia de tribunales imparciales, no supeditados al ejecutivo. Nuevamente, lo que se reitera es la necesidad de pesos y contrapesos institucionales, pero debemos cambiar la mirada: la mera formalidad es condición necesaria de una democracia viva, la condición suficiente es un pueblo a la altura de esas instituciones. Un poco más adelante, en el libro citado, Woldemberg abunda sobre el asunto y coloca cuatro condiciones para mejorar a la política y los políticos: los pesos y contrapesos institucionales, una prensa libre la capacidad de los ciudadanos de exigir información y rendición de cuentas, la fortaleza de la sociedad civil. Esto sigue sin ser suficiente porque decae en puras formas: hemos creído que fortalecer la sociedad civil es educar a las organizaciones en gestionar dinero del Estado, pero eso concluye en clientelismo, de la misma manera la prensa depende de la publicidad estatal, o resulta endeble ante las recomendaciones que el Estado haga hacia los anunciantes, los pesos y contrapesos pueden caer bajo la fuerza del ejecutivo y los ciudadanos ser pasivos. Whitman creía en la literatura, creamos hoy día en que para mejorar nuestra democracia son necesarios ciudadanos capaces de autogobernarse y lograr aprendizajes significativos por sí mismos, al margen de las instituciones educativas. Woldemberg acepta que el proceso de transición a la democracia no fue explicado a la población, hubo un “déficit pedagógico”, lo que muestra que no podemos imaginar que los ciudadanos puedan, por sí mismos, construir una representación adecuada del mundo en el que viven, por lo que ese déficit lo que ilustra es otra cosa: diría Whitman que la ausencia de una literatura nacional vigorosa, pero quizá sea algo un poco distinto: la falta de una población ilustrada. ■

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -